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Las cinco caras de Malcolm X

 

Después de 29 años en el Servicio de Guardacostas, Alex Haley se estrenó en el Reader’s Digest con un reportaje sobre la Nación del Islam. El portavoz más popular de la religión era Malcolm X. Cuando el novel periodista se acercó a él, el “negro más enfurecido” de Estados Unidos le dijo: “¡Es usted otra de las herramientas del hombre blanco, lo han enviado!”. Pese a este recibimiento, Haley firmó la primera noticia publicada en una revista sobre la religión que más angustiaba al FBI. Convencer a Malcolm X para una entrevista en Playboy fue más sencillo, aunque la actitud del activista negro no varió: “¡Usted sabe que ese demonio no va a publicar esto!”. La revista incluyó todas las diatribas antiblancas del ministro del culto dirigido por Elijah Muhammad. Malcolm X le cogió simpatía a Haley y accedió a que el periodista contara su vida en un libro.

 

Ambos pasaron meses conversando al final del día, viajando juntos o hablando por teléfono. “Sé que no viviré lo suficiente para leer este libro cuando se publique”, anticipó Malcolm X. Miembros de la Nación del Islam lo mataron en 1965. La Autobiografía escrita por Haley vendió millones de ejemplares en todo el mundo. La película de Spike Lee, estrenada en 1992, mantuvo viva la leyenda de Malcolm X. Aunque su papel en el movimiento por los derechos civiles fue secundario, hoy es un héroe para los afroamericanos.

 

La vida de Malcolm X, que no cumplió los 40 años, se articula a través de los cinco nombres que adoptó. Nació como Malcolm Little. Cuando su madre estaba embarazada de él, encapuchados del Ku Klux Klan armados con rifles y escopetas rodearon su vivienda. Buscaban al padre, un reverendo que reivindicaba la pureza de la raza negra. No estaba en casa aquel día, pero terminó muriendo de forma violenta, igual que cinco de sus hermanos. “Siempre he pensado que a mí también me tocaría morir así”, relata Malcolm X.

 

El suceso sumió a la familia en la pobreza: “Pasábamos tanta hambre que nos daba vueltas la cabeza”. La madre era incapaz de mantener a sus hijos y le retiraron la custodia. Por eso Malcolm Little pudo ir al colegio. Era el único nigger y eso le hizo muy famoso. Incluso lo eligieron delegado de clase. Era como una “mascota”. Cuando le comentó a un profesor que quería ser abogado, recibió una respuesta demoledora: “Ser abogado no es una ambición realista para un negro”.

 

Ese día comenzó la transformación de Malcolm Little en Red de Detroit. En Boston, donde vivió con su hermanastra Ella, se estiró su pelo rojizo para tener “cabellos de blanco” y se compró su primer traje zoot. Empezó a trabajar: primero, como limpiabotas en clubs nocturnos en los que también trapicheaba alcohol y marihuana; después, como recadero en trenes que llegaban hasta Nueva York. Así conoció Harlem. Siendo un adolescente, se convirtió en “uno de los peores y más depravados parásitos delincuentes”.

 

Red de Detroit –apodado así porque venía de Míchigan– aprendió de los mejores a estafar, vender droga y robar. Todo el dinero que conseguía lo gastaba en apuestas y en colocarse entre golpe y golpe. Lo detuvieron cuando no había cumplido 20 años, después de haber “escapado de la muerte” varias veces. Según el historiador Manning Marable, Malcolm exagera su vida como delincuente para reforzar el cambio que experimentó en prisión.

 

Los reclusos le llamaban Satanás por su odio a Dios y a la Biblia. En sus primeros días encarcelado, parecía un león enjaulado. Pero, influenciado por su hermano y persuadido por las cartas de Elijah Muhammad, se convirtió a la Nación del Islam. Dejó de fumar y de comer cerdo. Comenzó a estudiar: memorizó el diccionario y leyó historia y filosofía. Su nuevo culto le obligaba a no apostar, ni salir con personas del otro sexo, ni ir al cine. No podía mentir, ni robar, ni ser grosero con las mujeres.

 

El día en que quedó en libertad, tras siete años entre rejas, Satanás no miró atrás. Se adentraba en su cuarta vida. Elijah Muhammad lo bautizó como Malcolm X y le encargó captar nuevos fieles. Pronto se convirtió en ministro de la nación del Islam y fue el principal responsable de que, entre 1952 y 1963, se afiliaran unas 25.000 personas. Malcolm X culpaba al “diablo blanco” de aniquilar a los negros y se oponía a la vía integradora de Martin Luther King. Sus apariciones televisivas tenían el impacto de los marcianos de Orson Welles. Malcolm X apostaba por la violencia si era necesaria, y le acusaron de azuzar el sangriento verano de 1964. El FBI seguía todos sus pasos. Fue el villano de la América blanca.

 

La fama de Malcolm X eclipsó al “Honorable Muhammad”, cada vez más incómodo con la situación. El líder de la Nación del Islam aprovechó unas declaraciones incendiarias de su ministro tras el asesinato del presidente John F. Kennedy para condenarle a tres meses de silencio. La confianza entre ambos se había quebrado mucho antes, cuando Malcolm X conoció que Muhammad había tenido hijos con jóvenes secretarias.

 

Malcolm X se cambió de traje por última vez durante su confinamiento. Partió hacia La Meca y emprendió un tour por África. Regresó a Estados Unidos como un musulmán suní llamado El-Hajj Malik El-Shabazz que había rezado y dormido con “el más blanco de los blancos”. Fundó una nueva religión, pero sus continuas contradicciones impidieron que construyeran un movimiento político solvente. Pasó el último año de su vida amenazado por acólitos de la Nación del Islam. Tres días antes de que lo acribillaran a tiros, era incapaz explicar cuál era exactamente su filosofía.

 

“Sí, he disfrutado con mi papel de demagogo”. Así termina Malcolm X su Autobiografía.

 

 

 

 

Malcolm X. Autobiografía, contada por Alex Haley, ha sido publicada por Capitán Swing.

 

 

 

 

Jaime G. Mora (Madrid, 1987) es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y realizó el Máster de ABC. Antes de llegar a ABC trabajó durante casi tres años en la web de noticias de Antena 3. Redactor de la sección de España del diario, en ABC Cultural publica cada quince días la columna ‘Ajuste de letras’. En FronteraD, donde mantiene el blog La aldea digital, ha publicado La noche que pisé el Algonquín. El ‘New Yorker’, Museo del Prado del periodismo. En Twitter: @jaimegmora

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