Las mejores decisiones se toman con las tripas y no con la cabeza. Gracias a un impulso irracional te largaste de la casa de tus padres, te pagaste el primer semestre de la u y le robaste la novia a tu amigo, la que ahora es la mujer de tu vida. Todo gracias a tus tripas. Cásate, así sea la tontería más arriesgada, si es lo que tus vísceras te dictan. Divórciate, no importa que todos señalen tu error. La irracionalidad es la única manera de ser sincero con la vida. “El que piensa pierde”, se dice.