Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoLas dedicatorias son peligrosas

Las dedicatorias son peligrosas


 

 

El mundo de las dedicatorias de los libros es francamente curioso. Unos días atrás, mientras hacía tiempo en una librería de Madrid, me quedé sorprendida y casi molesta al leer la dedicatoria de un libro. Por desgracia, no recuerdo el título ni el autor, pero la dedicatoria decía algo así como: “Para Ana, que se quedó nadando”. Me pareció absolutamente genial, tanto, que me dio rabia no haberla escrito yo. Porque las mejores dedicatorias son aquellas que le dan a uno ganas de decirle al autor: ¿Me lo puedes explicar? ¿Nadando? ¿Y eso que tenía que ver?

 

Una buena dedicatoria es –junto con un buen final- un elemento imprescindible en un libro. Los editores pueden enseñar a poner buenos títulos, a cerrar capítulos con frases redondas y contundentes, a crear unos diálogos con ritmo, pero no hay pautas para las buenas dedicatorias. Hay infinidad de tipos y las que más abundan son las cursilonas que leemos tantas veces: “A Pedro porque sin él bla, bla; A Pedro por todo el amor bla, bla; A P, tú ya sabes porque”, y no sigo. Reconozco que me hacen gracia este tipo de dedicatorias, pero son peligrosas. Maliciosamente, siempre pienso que a la autora le hará muy poca gracia haberle dedicado el libro a Pedro si el susodicho algún día se va con otra. Puedo imaginármelo: 15ª reedición del libro y Pedro en el Caribe con una jovencita escultural, la autora: una cornuda, pero eso sí: el libro que sigue reeditándose a su ritmo como una eterna promesa de amor. Bromas aparte, esto me recuerda una historia más real y menos graciosa: la del escritor australiano Peter Carey. El pobre le dedicó a su mujer Alison Summers, con la que estuvo veinte años casado, todos sus libros. Después, en la crudeza de un divorcio horrible, pidió encarecidamente quitar esas dedicatorias en las siguientes reediciones. Sí: hay que tener cuidado.

 

Hace mucho tiempo que recopilo dedicatorias. Como quien caza mariposas. Las apunto en una libreta y hoy, al abrirla para anotar la mística “Para Ana, que se quedó nadando” he vuelto a pensar en todo este asunto. Años después, me siguen emocionando las mismas: la de El principito –cuantas veces la habré leído-, la de El dios de las pequeñas cosas –aunque esta es cursi-, la de Sula, de Toni Morrison o esta que copio debajo de C.S Lewis enThe Lion, the Witch, and the Wardrobe:


To Lucy Barfield

My Dear Lucy,

I wrote this story for you, but when I began it I had not realized that girls grow quicker than books. As a result you are already too old for fairy tales, and by the time it is printed and bound you will be older still. But some day you will be old enough to start reading fairy tales again. You can then take it down from some upper shelf, dust it, and tell me what you think of it. I shall probably be too deaf to hear, and too old to understand a word you say, but I shall still be your affectionate Godfather. 

 

También están la de Bukowski en Post Office: «This is presented as a work of fiction and dedicated to nobody» –genial, grande como siempre- o el “Once again to Zelda”, de F. Scott Fitzgerald. La lista es larguísima.

 

Me encanta coleccionar dedicatorias. Tengo predilección por las que no dicen demasiado, que ya se sabe que es la mejor manera de decir. De hecho, hoy, después de recordar la historia del pobre Peter Carey, he decidido que si algún día escribo un libro no  se lo dedicaré al love-of-my-life. Me decantaré por un tipo de dedicatoria más plana. Algo parecido a lo que acabo de leer en internet: «For Amsler. Thanks for the milk». Mejor, imposible.

Más del autor

-publicidad-spot_img