En las grandes ciudades de China, donde se aglutinan los chinos con dinero y los expatriados (colectivo que aumenta cada día), muchas mujeres inmigrantes del rural se ganan la vida en el servicio doméstico, bien de casa en casa o como internas para la limpieza, la cocina y el cuidado de niños. Una hora de limpieza puede costar incluso menos de 1€ al cambio, la mitad de lo que vale un expreso en cualquier cafetería de Beijing. Más de una vez he escuchado conversaciones de expatriados sobre el precio que se negocia con la ayi por la limpieza de la casa. Si no conociese el contexto, hubiera pensado que el diálogo giraba en torno al regateo que se puede terciar en el mercado de Panjiayuan por un pañuelo. Pero no, se trata de una hora de trabajo que hace otro. Como expatriada también he contratado los servicios de limpieza de una ayi cuando compartía piso, pero reconozco que no me adapto ni me quiero adaptar a ese estipendio de nuevo rico. Para las familias, teniendo en cuenta que aquí no hay servicios sociales públicos, que la hora, el día o el mes de trabajo de una ayi sea económico alivia mucho las cargas; aunque es irónico que el ahorro por mano de obra doméstica se destine a ocio y consumo, como suele pasar.
Si se crean necesidades, también se crean modas. Las que saben algo de inglés están más cotizadas por los extranjeros. Por encima de éstas, sin embargo, están otras mujeres inmigrantes: las filipinas. Últimamente están muy demandadas, también por las familias chinas de medio y alto poder adquisitivo. Su valor añadido es que saben inglés y pueden contribuir a que los niños aprendan esa lengua, que tantas puertas abre en los negocios. Por su condición de extranjeras también pueden ser más vulnerables a situaciones de explotación. Eso se convierte en un valor añadido cuando se trata de sacar el máximo beneficio del trabajo del otro sin pizca de humanidad.
El flujo de mujeres del sureste asiático hacia China y otros países asiáticos, como ilustran las filipinas que se dedican al servicio doméstico, es cada vez mayor y se promueve especialmente. Primero llegaron a Hong Kong y Singapur, y ahora buscan su danwei en los hogares chinos.
La feminización es una tendencia al alza en las migraciones intrarregionales. Pero también conviene recordar que muchas de esas mujeres son víctimas de redes mafiosas vinculadas a la prostitución o a la concertación de matrimonios en lugares muy afectados por el desequilibrio de sexos.