Qué extraña parábola es la historia de las lámparas de aceite. La cuenta un oscuro recaudador de impuestos llamado Mateo. Es la historia de las cinco vírgenes prudentes y las cinco insensatas.
Cuando era pequeño, esa historia me hacía temblar. La asociaba con cinco mujeres que se perdieron en el desierto. De noche oía su llanto y sus pisadas sobre la arena. Caminaban y caminaban en la oscuridad, con la lámpara apagada en la mano, hasta que se perdían entre las dunas.
Quizá a ese otro Mateo también le hiciera temblar, si la oyó contar cuando era niño, de noche, junto a un fuego de ramas de higuera.
Así son las historias que gustan a los niños.