Home Mientras tanto Las mil y una crisis.

Las mil y una crisis.

Esto no lo arreglamos entre todas. Esto tiene un arreglo largo y doloroso, como un mal parto de primeriza. Y se acabarón las epidurales. Economía de guerra sin anestesias:

 

– Salarios públicos en retroceso.
– Fuera cheques bebés.
– Congelación de pensiones.
– Más impuestos al consumo.

 

Y esto no ha hecho más que empezar.

 

Menú igualatorio, rancho para todos. Auxiliares de cualquier oficina pública y controladores aéreos. Progenitores en desempleo  y altos cargos en proceso de procreación. Pensiones mínimas de 400 € y máximas de 3000 €. Personas con patrimonio y personas en proceso de embargo.

 

Trata igual a los desiguales y cerrarás cualquier posibilidad de incremento sostenible de las rentas medias. La progresividad parece haber desaparecido del mapa político contemporáneo. La palabra compensación da escalofríos, y reequilibrio ni te digo. Va a ser verdad que no existe la izquierda. Ni para gastar ni para cobrar.  No hay distinciones que valga. Se tratan igual rentas  bajas, medias y altas; se grava igual el consumo básico, el medio, y el de lujo.

 

El ladrillo tenía nombre de varón, joven, sin cualificación y con alta capacidad de cobrar en negro y todavía más alta capacidad de consumo ostentatorio: viviendas imposibles y coches más imposibles en la  vida  de esfuerzo intelectual y progresión profesional razonable que no eligieron. La vida de otros. ¿Para qué voy a estudiar? ¿Para ser profe y ganar una mierda como tú?

 

El desempleo a pesar de la bonanza económica, como siempre, tenía nombre de mujer; se mantenía en un 20% incómodo pero llevadero. La misma cifra que en los varones  ha constituido una hecatombe. El desempleo femenino nunca fue un problema de todos. No era urgente. Estaba la economía sumergida de las empleadas del hogar, los trabajos a tiempo parcial, el salario de «la persona principal» y los miles de cursos para tener un currículum competitivo, currículum que sólo en un sistema de oposición conseguía unas cifras de contratación por sexo equitativas.

 

Ahora, muchos de estos varones están en el paro. También algunas de ellas, aunque la mayoría se mantiene en su precariedad. Era de esperar. Las medidas de creación de empleo que sin éxito han sido lanzadas desde el 2008, se dirigían a esos varones jóvenes que, de repente, no tenían más que construir. Mientras tanto, el profesorado ganaremos un poco menos de ese sueldo que hace sólo unos meses parecía ridículo, pero  que ahora es un privilegio individual y un despilfarro colectivo que hay que recortar. No me quejo, más bien sonrío, como cuando se sabe el final de una historia que todo el mundo comenta sorprendido. Me dirijo con la misma energía a mis clases y no pierdo la oportunidad de presionar a mi alumnado sobre el deber moral del esfuerzo, la importancia de la formación, de los idiomas, de las tecnologías  y, por supuesto, de la solidaridad social en tiempos difíciles.

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