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Las onegés y la hambruna en Somalia

 

 

La catástrofe humanitaria que asuela el Cuerno de Africa no ha pasado esta vez inadvetida. El eco mediático y las llamadas angustiosas de las agencias humanitarias se han hecho oír más que en otras ocasiones. La caótica y belicosa situación en el terreno complica, sin embargo, enormemente las cosas y surgen voces que advierten que el panorama que se pinta sobre la efectividad de la asistencia no es siempre correcto.

 

La última ha sido la del presidente internacional de Médicos sin fronteras reflejada en la prensa británica. Unni Nanunakara apunta que las agencias están haciendo una fructífera labor en Kenia, Etiopía… en definitiva en las zonas limítrofes a la tragedia, pero que el epicentro de la misma, en Somalia, donde las necesidades son mayores, la actividad es muy reducida. Ninguna agencia puede en realidad trabajar dentro por la peligrosidad existente, la existencia de las bandas armadas y los señores de la guerra… Continúa señalando que se ha instalado la creencia de que si se entregan 50 euros a una agencia o onegé ese cantidad se reflejará en una ayuda equivalente sobre el terreno. En las circunstancias actuales, prosigue, no es así. Ellos llevan ya en Somalia 50 años, seguirán pidiendo que se les done los 50 euros, los administrarán con honradez, pero no pueden garantizar que la asistencia llegue allí donde es más necesitada. Que hay que hacerse a la idea de que quizás  no llegue a la zona más angustiada aunque sea obvio, por otra parte, que muchos de los que han cruzado la frontera y con los que sí se puede trabajar continúen en estado crítico.

 

El realismo de Nanunakara parece responder a críticas crecientes dirigidas a la operatividad de las onegés en África y a la excesiva proliferación de las agencias humanitarias. Ian Bray, director de Oxfam, otra de las punteras, sale al paso de su colega señalando que los debates entre las Agencias son nocivos, que hay que captar esos 50 euros y después, dado el campo enorme de necesidades, administrarlos con integridad.

 

No es la primera vez que se cuestiona sobre la eficacia de un cierto número de onegés. Hace poco, la prensa catalana trataba del tema comentando que  actualmente hay unas 600 en Cataluña lo que implicaba que un número no pequeño de ellas tenían que hacer un trabajo de aprovechamiento dudoso. Un experto  señalaba que, con frecuencia, algunas surgían porque alguien que había hecho turismo recientemente en África había decidido, por filantropía o hobby, crear un chiringuito humanitario de pocos vuelos e ínfima eficacia. La duplicidad de los esfuerzos de algunas que operan en África, el desconocimiento del terreno también son denunciados.  Hay quien cuestiona que las agencias humanitarias estén verdaderamente ayudando a ese continente a salir del subdesarrollo.

 

Parece obvio que, a la hora de hacer una donación de este tipo, hay que estudiar bien quién va a hacer un manejo atinado y útil de los fondos y quién no. Es lo que hemos aprendido los que llevamos años colaborando con onegés de diversa filiación.

 

 

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