Las oscuras manos del olvido, título tomado de un verso de Quevedo, es el cuarto álbum que Bartolomé Seguí y yo hemos hecho juntos, y, como los anteriores, para ser editado en primer lugar en Francia por la editorial Dargaud. Hace ya muchos años que quería hacer un homenaje a las víctimas de ETA valiéndome de este medio, la historieta, al que le he dedicado más de cuarenta años, siempre escribiendo para un público adulto, me cobijara la etiqueta que me cobijara (historieta, tebeo, cómic o ese invento comercial llamado novela gráfica, que ya se utilizó esporádicamente a lo largo de la historia de este lenguaje en muchas ocasiones).
Me empujaba a ello mi contacto regular con muchas de esas víctimas a través de Basta Ya, organización con la que colaboré en su día, y mi posterior escritura de una serie de documentales que, con la sabia dirección de Pedro Arjona, y algunos con la producción de Jorge Martínez Reverte, versaron sobre este asunto: Corazones de hielo (para la Fundación de Víctimas del Terrorismo, durante la presidencia de Maite Pagazaurtundúa), Las voces de Antígona (versión corta del anterior, con algunas soluciones estéticas diferentes, para la misma Fundación, que se puede consultar en Youtube), o No he de callar (para la Asociación de Víctimas del Terrorismo, presidida por Ángeles Pedraza, sobre las tres ejemplares fundadoras de dicha Asociación).
El lector que se acerque a este álbum tal vez se sorprenda por la portada: un individuo vestido a la usanza de los antiguos médicos de la peste, aunque, eso sí, con una pistola Tokarev en su mano derecha. Y es ésa y no otra la imagen de apertura, porque este libro habla de una de las muchas formas de peste que pueden enfermar a una sociedad hasta diezmarla: el terrorismo hijo de unos presupuestos nacionalistas contra los que, por su condición antes sentimental que objetiva, no cabe el menor discurso razonado.
Pero hemos querido que esta obra hable también de algo no menos desolador para las víctimas: lo incómodas que resultan siempre para que el Poder, de cualquier signo ideológico, pueda cerrar en la sombra las negociaciones tendentes al aplacamiento de las organizaciones terroristas que cuentan con algo de respaldo social.
Antes, pues, de que las víctimas de ETA sean empujadas al olvido (y las maneras de llevar esto a cabo son múltiples y envueltas de mil formas posibles, algunas tan perversamente concebidas que parecen responder al objetivo de apoyarlas), Seguí y yo queríamos hablar al público francés (donde hay muchos que, por desconocimiento, siguen considerando a estos terroristas unos románticos patriotas) y al público español del dolor de todos esos inocentes que fueron sacrificados ante la indiferencia de unos conciudadanos que, por miedo o por comodidad, prefirieron mirar hacia otro lado.
Primeras ocho páginas del cómic Las oscuras manos del olvido, que publica mañana Norma Editorial.
Bartolomé Seguí (Palma de Mallorca, 1962). Ilustrador e historietista. Colaboró en revistas como Madriz, Cairo, El Víbora, Medios Revueltos, El Jueves, Nosotros somos los muertos o Esquitx, de la que fue creador. Ganador en el 2009 del Premio al Mejor álbum del año en el Saló del Cómic de Barcelona y con el Premio Nacional de Cómic por el álbum Las serpientes ciegas, con guión de Felipe Hernández Cava, con el que a continuación realizaría también los álbumes Hágase el caos. Lux y Hágase el caos. Umbra. Entre sus otros álbumes destacan A salto de mata, Lola y Ernesto, Luigi es Luis y ¿Coca o ensaimada?
Felipe Hernández Cava (Madrid, 1953). Guionista. Miembro del equipo El Cubri, pionero de la historieta política en España, junto a Pedro Arjona y Saturio Alonso, fundado en 1972. Creador y director de la revista Madriz, y creador y codirector de Medios Revueltos y El ojo clínico. Ganador en tres ocasiones al mejor álbum del año en el Saló del Cómic de Barcelona: en 1997, por El artefacto perverso, con dibujos de Federico del Barrio; en 1999, por Lope de Aguirre. La expiación, con dibujos de Ricard Castells; y en 2009, por Las serpientes ciegas, con dibujos de Seguí, que también ganaría el Premio Nacional de Cómic de ese año. Además del blog de El Cubri, en FronteraD ha publicado, entre otros, Última carta de un fusilado. Ricardo Zavala y Ana Juan.