En este blog hablaremos de sexo pero no como si yo fuera la doctora Ochoa, que no lo soy, ni soy sexóloga ni estoy casada con Norman Foster. No. Aquí vamos a hablar de todo tipo de sexo pero sobre todo del que menos sale del armario, del más desconocido, del bizarro.… Porque aunque pueda pensarse que lo más extendido es el polvo en postura del misionero del sábado sabadete, cuando se bucea por el universo del sexo se da uno de bruces con cosas la mar de curiosas. Y les pongo unos ejemplos: desde esta humilde ventana les descubriré unas particulares máquinas para follar made in EEUU y cuando las vea convendrá conmigo que, para comprarse una, hay que tener muchas ganas de follar y una casa muy grande. También, daremos bibliografía de la que no se encuentra en las bibliotecas municipales, como por ejemplo esa obra, también americana por cierto, que recopila recetas de cocina a base de semen. No son los platos idóneos para servir a los suegros, pero a lo mejor al amante sí le pone….. Otro día invitaremos a la poeta y pornoterrorista Diana Junyent cuyos espectáculos no son, al igual que el libro citado anteriormente, aptos para estómagos delicados. En definitiva, descubriremos que hay sexo más allá del sexo convencional y que, además, de cerca, nadie es normal.
Pero vayamos al tema de este primer artículo: he pasado la semana dándole vueltas a la temática a tratar. Pensaba hablar de la nueva película de Erika Lust, la directora de cine porno para mujeres (ojo, que la denominación sea para mujeres no quiere decir que al final los protagonistas se casen) cuando el diario on line de PedroJota me lo puso en bandeja: Karmele Marchante publicaba libro sobre juguetes eróticos. ¿Acaso no les he dicho que, sin ser yo Iker Jiménez, íbamos a hablar de cosas raras? Pues ya tienen la primera: La Marchante publica Los Juguetes de Karmele (La Esfera de los Libros) y no lo presenta en un tórrido sex shop sino en el magnífico Círculo de Bellas Artes, acompañada entre otros de María Teresa Campos y de Jordi González (desconozco si acudieron por ser amigos de la colaboradora de La Noria o por expertos en vibradores). Dicen que Luis María Ansón, que iba a presentar el acto, no pudo ir porque tenía pleno en la Real Academia.
Confieso que, de muy mayor, me gustaría ser como Karmele y escribir un libro sobre juguetitos eróticos, aunque en honor a la verdad éste de juguetes para adultos tiene unas cuantas fotos y el título. Poco más. Vamos, que si ustedes se lo compran con la intención de aprender sobre dildos, masturbadores masculinos o bolas tailandesas se van a llevar tremendo chasco. Mejor, váyanse a cualquier boutique erótica donde recibirán información bastante más valiosa que la contenida en el libro que bien podría haberse titulado Las pajas mentales de Karmele o Los relatos picantones de Marchante (digo picantones por adjetivar de alguna manera porque ni siquiera se puede decir que los textos sean evocadores).
Mientras echaba un vistazo a sus páginas tenía la impresión de estar leyendo una mezcla de las revistas Nuevo Vale, Cosmopolitan y las novelas de Corín Tellado. Y sé de lo que hablo porque yo tenía en mi casa la colección completa de Cosmopolitan hasta que un día me deshice de ella tras la lectura de un artículo en el que se nos decía que para conseguir que nuestros chicos se fuesen relajados a trabajar había que hacerles una felación todas las mañanas. ¡Leñe, dije yo, menudo feminismo de mierda es éste, que me lo haga él a mi, no te fastidia!
Así que ahí acabó mi relación con Cosmopolitan. Y hasta ahora. Pero a lo que vamos, el libro: ¿qué se puede esperar de un texto que defiende el estudio del Kamasutra y el visionado de El último tango en París en Primaria? (yo creo que esta mujer no sabe lo que es Primaria y piensa que ya es la Universidad). ¿Qué conclusión extraer de una obra que contiene párrafos como “Acertar con un hombre seguro de sí mismo, con confianza, que no tenga necesidad de hacerse ni el malo ni el bueno, todo esto es compatible con ser sexy y viril. No abundan pero los hay”? Confieso que lo que más hondo me llegó fue su clasificación de las mujeres en función de su relación con la ropa interior: “Hay tres grandes grupos. Las que buscan prendas básicas y deportivas, las que se decantan por estampados y colores divertidos y las que tienden a la lencería fina de encajes y puntillas”. Como diría aquel personaje famoso gracias a su vídeo en Youtube: Tócate los cojones MariLoli. Ante semejante verborrea palabraria, ¿qué se puede decir?
En serio: los juguetes eróticos han venido a quitarle hierro al sexo, cuya mochila ya venía históricamente cargada de prohibiciones. Son divertidos pero no por lúdicos se ha de frivolizar sobre su uso. Si quieren saber del tema acudan a bibliografía seria (hay poca traducida al español pero se pueden encontrar algunas cosillas como por ejemplo determinados capítulos sobre juguetería del libro Los Placeres de Lola, publicado por Aguilar). O vayan a alguna de las boutiques eróticas que proliferan por nuestras ciudades donde le solucionarán todas sus dudas y además, podrá toquetear (que no probar) el material.
Pena me dan las señoras de la edad de Karmele que vayan a comprarse el libro para aprender o saber más de juguetes eróticos. Porque se van a quedar como están. O peor.