En un momento en el que se alerta de la insostenibilidad de las pensiones públicas, las organizaciones de defensa de los consumidores europeos están preocupadas por las pensiones privadas: «Los Estados están empujando a los ciudadanos a ahorrar para la jubilación porque se dice que el sistema público de pensiones es insostenible, pero no advierten de que los planes privados también tienen riesgo. Hay que hacer algo para garantizar la jubilación de la gente».
Riesgo en los planes de pensiones de Bolsa…
El peligro está en los fondos de pensiones que invierten en Bolsa, cuyos subyacentes, las acciones, son los más vulnerables en momentos de crisis. Son estos productos, precisamente, los que aconsejan a los clientes más jóvenes porque, dicen, a la larga, la Bolsa siempre sube. Pero puede que no. Para acabar con este mito, echemos un vistazo a lo que ha hecho el índice Nikkei Tokio en los veinte últimos años: en 1990, se situaba cerca de los 38.800 puntos; más de dos décadas después, ronda los 14.600 puntos. Es un caso extremo, lo sabemos. Lo más normal es que la Bolsa suba unos años y luego baje. Pero, ¿y si justo le toca jubilarse cuando el índice está en mínimos? Otra referencia: el Ibex-35 subió hasta los 16.000 puntos en la última etapa de bonanza, pero cayó hasta los 6.000 puntos en lo peor de la Gran Recesión y ahora pelea por mantener los 8.500. No hay que perder la perspectiva ni ser en exceso optimistas.
… y también en los que invierten en deuda
Quienes comienzan a ahorrar para la jubilación a una edad más cercana a la de su retiro seguro que le ven el inconveniente de la volatilidad a la renta variable y apuestan por un plan de renta fija. Bien. Pues es eso, precisamente, lo que más preocupa en Bruselas. Y todo en relación con la creación de la unión bancaria, el supervisor único europeo para el sistema financiero y el diseño de unas reglas que impidan saqueos masivos como lo ha sido el de las preferentes en España.
Es probable que, en este contexto, se definan ciertos productos de renta fija como susceptibles de entrar en procesos de «bail-in», como está sucediendo, precisamente, con las preferentes. ¿Qué significa esto? Simplemente, que se haga recaer sobre ciertos bonos, y no nos referimos únicamente a preferentes o a subordinadas, las pérdidas en que pueda incurrir una entidad. Para ello, al bonista se le ofrecería la recuperación de lo invertido con una quita. O, quizás, la conversión de sus bonos en otros activos, como acciones, con su correspondiente descuento y la asunción de un mayor riesgo. Pero es que incluso se ha llegado a dar un paso más. Que se lo digan a los chipriotas, a los que ese “bail-in” les ha supuesto perder parte de los ahorros que tenían no en complicados instrumentos financieros, sino en simples depósitos.
En otras palabras, de lo que se habla es de que sean los inversores (en este caso, los partícipes de los fondos de pensiones), y no los contribuyentes, quienes se hagan cargo del «rescate» de la empresa o el banco en riesgo de quiebra. Es lo justo. Pero lo que reclaman los defensores de los consumidores es que se determine muy bien, con mucha transparencia, qué productos serían los que sufrirían quitas de una u otra manera en caso de problemas. Y eso incluye a la deuda del Estado. No hay que olvidar que los inversores ya han aceptado una quita de deuda griega que, seguramente, no será la última.
¿Qué sucede entonces con los planes de pensiones que han invertido en esos productos? Que también tendrían un gran riesgo de tener pérdidas. ¡Al garete la pensión privada de jubilación!
Rentabilidades negativas en los fondos de pensiones
Pero estas críticas no las suscriben únicamente los defensores de los consumidores y de los usuarios de la banca. La propia OCDE ha publicado un informe en el que destaca cómo el patrimonio de los fondos de pensiones a nivel mundial marcó una cifra récord en 2011, al alcanzar los 20,1 billones de dólares. Hasta aquí las buenas noticias (para quienes gestionan el capital, claro, para los bancos). Las malas, como siempre, para el ciudadano: la OCDE señala que el retorno de estas inversiones cayó a terreno negativo, con una rentabilidad media del -1,7%.
Hay lugares en las que van bien las cosas, como en Dinamarca (12,1%), Holanda (8,2%), Australia (4,1%) o Islandia (2,3%), pero otros en los que van muy mal: las rentabilidades de España, EE.UU., Italia y Japón oscilan entre el -2,2% y el -3,6%. Y siete países, incluyendo Finlandia, Grecia, Austria y Polonia, perdieron más de un 4% en términos reales en 2011, lo que significa que estos inversores, lejos de estar ahorrando para la jubilación, están perdiendo patrimonio. Les saldría mejor abrir una cuenta corriente y moliente para cuando se hagan mayores.
Aunque, como también apunta el mismo informe de la OCDE, pese a esta última tendencia, el comportamiento a largo plazo de los planes de pensiones sigue siendo atractivo. Según los cálculos de esta organización, alguien que hubiera ahorrado para la jubilación durante cuarenta años en un fondo de pensiones que invierta en un 60 por ciento en acciones y en un 40 por ciento en bonos gubernamentales a largo plazo, y se hubiera jubilado en 2010, hubiera tenido un retorno anual del 2,8% en Japón, del 4,2% en Alemania, del 4,4% en EE.UU. y de un 5,8% en el Reino Unido.
Problemas estructurales de los planes de pensiones
En octubre de 2009, la OCDE se mostraba mucho más crítica: advertía de que era necesario abordar los problemas estructurales de los planes de pensiones. En particular, se mostraba partidaria de establecer unas opciones de inversión que reduzcan los riesgos asumidos a medida que el partícipe se vaya acercando a la edad de jubilación. También pedía el refuerzo de los requisitos de divulgación, además de la puesta en marcha de programas de educación financiera para la gente. Aunque, respecto a esto último, tenemos nuestras dudas: ¿hasta qué punto este tipo de «cursos» no son «catecismo» al servicio de los intereses bancarios?
Como lector, usted se puede quedar con lo que quiera. Nosotros aplicamos la misma lógica que con las hipotecas: ahora los tipos de interés están muy bajos, lo han estado en la última década, pero en los años noventa, llegaron a estar en el 15%. Cuando se toman decisiones con vistas al muy largo plazo, lo aconsejable es ponerse en el peor de lo escenarios posibles y ver qué sucedería. ¿Y si necesita rescatar sus ahorros del plan de pensiones porque se queda en el paro, o cae enfermo? ¿Y si justo en ese momento acumula minusvalías?
El mantra de la insostenibilidad de las pensiones públicas
De todas formas, sean o no rentables los planes de pensiones, contribuyan a mermar o a aumentar el patrimonio de quienes los suscriben, lo cierto es que en este momento hay un interés muy grande porque la gente se haga uno. Se ha endurecido el acceso a una pensión pública que además es menguante. Así seguirá hasta que desaparezca como derecho y se convierta en un instrumento más de beneficencia. Ahora, como en los años noventa, aunque en un entorno mucho más propicio para estos intereses que es el de la crisis de deuda, vuelve a extenderse el mantra de la insostenibilidad de la las pensiones públicas. Y con argumentos pseudocientíficos. Aquí, el economista Vicenç Navarro rompe algunos mitos. No dejen de leer ese artículo, por favor.
Es lógico que se juegue con el miedo al fin de las pensiones públicas. O que se esté provocando su colapso. O que se esté progresivamente mermando su poder adquisitivo, ahora anunciando que su actualización se desanclará del IPC. Los bancos necesitan recursos con los que invertir, a los que sacar rentabilidad, sobre los que aplicar comisiones. De ahí que sean sus propios servicios de estudios los que lancen los mensajes apocalípticos. No hay mejor caramelo para una entidad financiera que un ahorro creciente y depositado con vistas al muy largo plazo, sobre todo en momentos de escasez como éste. Porque el fondo de pensiones es de todo menos líquido para el ahorrador: es dinero atrapado en manos de las entidades. Nosotros entendemos el ahorro de manera diferente.
Además, contra lo que comúnmente se piensa, la gestión de las pensiones públicas es mucho más barata que la de los planes privados y por goleada. Las primeras se llevan un 2% en gastos de gestión, las segundas, un 12%. La eficiencia no es patrimonio del mercado.
Como nos ocurre con la hipoteca, no nos gusta el plan de pensiones, porque, entre otras cosas, supone una atadura a muy largo plazo con un banco. Vivimos en la sociedad del riesgo. Todo ha dejado de ser previsible. No lo es la jubilación pública, pero tampoco la privada.