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Las rebeliones, amenazadas

Viñeta en relación al papel de Egipto en la revolución.

 

 

Túnez, aprovechando las debilidades

 

Los miedos empiezan a asentarse en las revueltas árabes. Conscientes de que no hay marcha atrás, los países en los que la revolución ha triunfado y en los que los ciudadanos han decidido tomar la calle tendrán que asumir las consecuencias del cambio que han provocado.

       Entre los lógicos miedos a la evolución del gran cambio que las sociedades árabes esperan alcanzar con éxito están apareciendo los grupos, las tendencias, una especie de milicias dispuestas a abortar las revueltas, a frustrar los esfuerzos de millones de personas que están viviendo en tiendas de campaña a la espera de que sus dirigentes dimitan (Yemen), luchando de forma precaria para terminar con el dictador (Libia), colgando vídeos en Youtube y Twiter para burlar el bloqueo informativo al que les somete el régimen (Siria), e intentando seguir organizándose a pesar del control, de las detenciones arbitrarias, de los juicios a médicos y enfermeras que socorrieron a los manifestantes (Bahréin).

       Durante los últimos días ha sonado la alarma sobre los peligros que acechan a las protestas en varios países. Túnez parece haber superado un importante momento de incertidumbre cuando el ex ministro del Interior, Farhat Rajhi, aseguró que si los islamistas ganan las elecciones del próximo 24 de junio se producirá un golpe de Estado militar para el que se estarían preparando los llamados “benalistas”, acólitos al ex dictador cuyo objetivo sería poner fin a la Revolución del Jazmín. En el nuevo Túnez cada ciudadano puede expresarse con libertad, manifestar y exponer hechos y elucubraciones sin que nadie exija responsabilidades. El problema es que dado el elevado grado de sensibilidad de la población, afirmaciones como la de Rajhi, no caen en saco roto.

         En esta carrera donde los más necesitados siempre querrán que los resultados lleguen cuanto antes, aún no se ha producido la transformación de algunas de las instituciones que exige la gente. El cuerpo de policía sigue siendo el mismo, deberá someterse a un cambio que quizás precise generaciones para llegar a los niveles de aceptación a los que los ciudadanos ahora no están dispuestos a renunciar. Por eso, como ocurrió hace dos fines de semana, cuando miles de personas protestaban contra el gobierno de Beji Caid Essebsi, la policía, incapaz de controlarse recurrió a la forma de actuar del antiguo régimen. La diferencia, por ahora, está en que desde los ministerios de Defensa e Interior se pidió disculpas y se abrió una investigación.

        El toque de queda, impuesto en Túnez de nueve de la noche a cinco de la mañana, puede ser considerado como una señal negativa, aunque en realidad refleja la incapacidad de los responsables de la seguridad de controlar los brotes espontáneos de libertad de los ciudadanos. “Uno tiende a pensar que la abundancia de acusaciones mutuas en el escenario tunecino impide que se alcance la fase crucial donde no habrá más espacio para lanzarse acusaciones, cuando se sometan a la elección popular. Se convertirá en una elección democrática, honesta, y libre de errores”, ha explicado Mohamed El Ashab en Al Hayat.

En un análisis agudo para estos tiempos de incertidumbre, en los que los analistas se ciñen más que nunca a la lógica asumiendo que es fácil equivocarse en los pronósticos, El Ashab habla de la necesidad de crear “confianza adicional”, y aconseja ir hacia “la lógica del Estado en la que cada uno debe ser responsable”.

       “La transición tunecina se hace bajo tensión”, explicaba Oussama Nadjib  al sintetizar la entrevista en la que Iadh ben Achour, presidente del Consejo de Instancia Superior para la Realización de los Objetivos de la Revolución, le aseguraba que las elecciones podrían ser aplazadas hasta octubre o noviembre.

         Entre los aspectos más negativos de las revueltas están los intentos de miles de personas que están aprovechando el escaso control de las fronteras marítimas para llegar a la isla italiana de Lampedusa. Tanto desde Túnez como desde Libia (según ACNUR, la OIM y la ONG Habeshia, más de 10.000 personas se han echado al mar desde que comenzó el conflicto libio a finales de marzo), ciudadanos magrebíes desconfían de que el cambio vaya a proporcionarles una vida digna y segura a corto plazo. También dudan de que la guerra vaya a concluir pronto y muchos de ellos, inmigrantes subsaharianos de Somalia, Etiopía, Eritrea o Nigeria, atrapados en el régimen que les dio cobijo a cambio de explotación laboral, huyen ahora del descontrol.

       La semana pasada conocimos las tragedias de una barcaza con 600 prófugos que naufragó cerca de Trípoli (murieron al menos 470 personas), y la de otra embarcación en la que viajaban 72 inmigrantes rumbo a Lampedusa que a mediados de marzo quedó a la deriva durante 16 días. Murieron de sed y hambre 61 subsaharianos, entre ellos 20 mujeres y niños, y según ha relatado un superviviente al periódico The Guardian un helicóptero de la OTAN les lanzó galletas y agua y, unos días después, un portaaviones aliado no les auxilió a pesar de que se encontraba a sólo 400 metros de la barca.

 

 

Jugando con el sectarismo en Egipto

 

“Dios sabe si la historia de la convertida es cierta o si son rumores pero, al margen de eso, ella no supone algo que se sume al islam o se reduzca al cristianismo”, declaró Dina Mohamed, un ama de casa que vive cerca de la iglesia de Santa Mina (en el barrio cairota de Imbaba) a la agencia Reuters el pasado 8 de mayo. “¿Por qué estamos centrados en estos asuntos cuando vivimos en un país que apenas puede mantenerse en pie?”.

        Un día antes se libró un batalla campal entre unos 500 musulmanes salafistas que habían acudido a la iglesia de Santa Mina para comprobar si Abir, una mujer que acababa de convertirse al islam para casarse con un musulmán, se encontraba retenida en el interior del lugar de culto. La negativa de los cristianos coptos a permitir el acceso provocó un grave enfrentamiento que las fuerzas del orden solo lograron controlar varias horas después porque hubo un corte de electricidad que aún dificultó más su tarea. Un total de 12 muertos, 232 heridos y 190 personas detenidas fue el resultado de uno de los enfrentamientos sectarios más importantes que ha vivido el Egipto post Mubarak (en marzo murieron 13 coptos en Alejandría y se han registrado incidentes aislados en el sur del país).

       Las reacciones en la prensa local y regional destacan la necesidad de centrarse en que el país avance en lugar de alimentar viejos fantasmas que no han tenido nunca transcendencia en la vida cotidiana de los egipcios. Jihad el Jaden empezaba su artículo de opinión esta semana en Al Hayat reflexionando sobre los 11.000 millones de dólares que ha perdido Egipto desde el pasado 25 de enero por el impacto de la rebelión popular (según el Instituto de Planificación Nacional) para pasar a analizar los retos de la democracia que se está intentando implantar en Egipto. “El futuro de Egipto es más importante que miles de Camelias, Abires, o que la religiosidad y la humanidad sobre la que se apoyan los extremistas. Una vez más, cuando muchas crisis económicas y sectarias asedian Egipto, entonces toda la nación está en peligro”. En uno de los editoriales de Arab News cuestionaban cómo construir una nueva policía que dé confianza a los ciudadanos, capaz de establecer una relación de respeto mutuo que no se ha practicado en Egipto desde hace décadas, y planteaba dos detalles que merecen reflexionar: “Egipto es históricamente una tierra de calidad cultural, pero hoy un tercio de los 85 millones que forman su población son analfabetos, incapaces de pensar de forma crítica. Un rumor aquí, un rumor allí, un rumor en Imbaba puede encender una bomba (…) El Consejo Militar debe averiguar si hay un intento deliberado de crear inestabilidad o si los incidentes de Imbaba son una señal del deterioro general de la ley y el orden”.

        Ante estas reacciones más o menos superficiales, tendenciosas o prematuras, el experto en islamismo Diaa Rashwan, del Centro de Estudios Estratégicos Al Ahram, le da la vuelta a la situación y plantea que “la involucración del movimiento salafista puede ayudarle en su perfil ideológico. Puede ser positivo. Participar en debates… la sociedad puede ser educada (…) Algunos salafistas han demostrado que toman en consideración a la sociedad y a la opinión pública”.

        Entre las consecuencias del desarrollo de las protestas que siguen abiertas en muchos países de la región, esta semana Tariq Alhomayed planteaba en Asharq al Awsat la pregunta: ¿Caerá Ahmadineyah antes que ellos?”.

Se refería al enfrentamiento entre el presidente iraní y el líder supremo Ali  Jamenei, quien ha dado unos días a Mahmud Ahmedineyah para que permita al jefe de los servicios secretos que regrese a su puesto. “Todos los aliados de Irán en la región tienen problemas; el Gobierno de Líbano aún no se ha formado, Hamás se ha entregado a los brazos de Mahmud Abbas para salvarse de la cólera del régimen sirio; y en Damasco hay un genuino sentimiento de indignación respecto a Hamás y sus líderes”. Las protestas están más interrelacionadas que nunca. Lo que ocurra en Siria afectará a Líbano, cuyas fuerzas de seguridad han empezado a rechazar la entrada de refugiados sirios que huyen de la represión; de la misma forma que afectará a Jordania que acaba de aceptar formar parte del grupo de las “monarquías conservadoras del Golfo” uniéndose al Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), la única institución que ha logrado frenar una protesta (Bahréin) empleando las peores tácticas de las dictaduras de la Península Arábiga.

       Es en esta cadena de aconteceres simultáneos en la que empiezan a detectarse foros y facciones que trabajan para que fracasen las reivindicaciones de la calle, Alhomayed, como muchos otros analistas árabes, hilan fino en sus deducciones y se atreven a decir lo que piensan. Alhomayed  explica que “la erosión del régimen en Siria podría abrir oportunidades a los estadounidenses para reordenar la situación en Irak, también a dar nuevos pasos en el proceso de paz. Los Acuerdos de Oslo llegaron después de un gran terremoto político, la liberación de Kuwait; y hoy el terremoto alrededor nuestro son varios y mayores. Una vez que Gadafi caiga, Washington y la comunidad internacional dirigirán su atención al siguiente enemigo, y ese, sin duda, es Irán”.

 

 

 

 

Estado de las rebeliones

 

Siria

 

El régimen de los Al Assad siguen aplicando la táctica de los tanques y la violencia para frenar las movilizaciones que, según los vídeos que los activistas de derechos humanos sirios continúan colgando en las redes sociales, muestran imágenes temblorosas y cortadas de concentraciones en las que lanzan las consignas habituales contra el clan que dirige el país. Los tanques han irrumpido en varios barrios de las afueras de la capital y en ciudades como Homs, Alepo  y Banias han seguido actuando para evitar nuevas concentraciones.

        Mientras la televisión estatal muestra imágenes de Deraa en calma, con sus habitantes supuestamente ocupados en labores cotidianas, sin muestras de ninguna reivindicación, en otros puntos del país la tensión es máxima. “Las ciudades sirias no se parecen a las del resto del mundo porque son ciudades-jaula. A nivel urbanístico son densas y están rodeadas de barrios construidos de manera arbitraria e ilegal; y en cuanto a seguridad son como núcleos rurales. La opresión en la ciudad no es menos que en el campo, pero la ciudad es salvaje, y está llena de extraños y de informadores mientras que en el campo se mantienen los lazos familiares y las relaciones, se cocina en las casas, se depende de los animales para comer, de la luz de la luna en el cielo y del agua de los pozos”, explica Ahmad Kalu en Al Quds al Arabi recordando una frase del líder libanés Hasan Nasrallah para resumir cómo está actuando el régimen: “Lo que se coge por la fuerza se recupera por la fuerza”.

      Mientras Bouthania Shaaban, portavoz del Gobierno, aseguraba que esperan acabar con las protestas, llegar al “final de la historia”, en unos días. Rami Makhlouf, primo hermano del presidente Bachar al Assad por parte de madre y una de las figuras más influyentes en la economía del país, declaró al New York Times que “la decisión del Gobierno es ahora luchar”. Amenazó: “No nos hagáis sufrir, no pongáis demasiada presión en el presidente, no obliguéis a Siria a hacer algo con lo que no está contenta”; y dio algunas claves del funcionamiento interno del clan que decide en conjunto el futuro del país: “Creemos que no hay continuidad sin unidad (…) como persona, cada uno de nosotros sabe que no puede continuar sin la unidad de todos”.

      El articulista George Samáan escribió a principios de mayo en Al Hayat sobre el posible “punto de no retorno” de la situación en Siria. Destacaba que Estados Unidos no ha pedido la caída del régimen sino “un cambio en la conducta del régimen”. “Estados Unidos sigue creyendo en la importancia de Damasco y en la necesidad de hablar con esta capital cada vez que Hezbolá o Hamás sobrepasan las líneas rojas, o cuando hay una necesidad de hacer llegar a estos dos movimientos mensajes específicos” (http://www.boletin.org/control/product/~category_id=ESP_ROOT/~product_id=HY-1325-04-11). Una semana después Semaán  se une a los que pronostican que los próximos días serán decisivos para el conflicto que está cuestionando por primera vez a Bachar al Assad y explica porqué en Siria no habrá una Resolución 1973 como la de Libia, ni los países árabes pasarán a la acción para evitar la matanza del pueblo sirio. “Existe un casi acuerdo sobre la necesidad de dar al presidente Al Assad más tiempo para reconducir las protestas con fuerza y violencia, de la misma forma que algunos creen que la comunidad internacional no tiene un sustituto específico con el cual puede tratar para avanzar a un estado de mayor confrontación con el régimen actual (…) Además de que muchos perciben Siria como un actor central de la región, y temen que una revuelta poco calculada puede afectar a todo el Levante árabe y llevar a un peligroso caos cuyas negativas repercusiones  en la estabilidad regional serán difíciles de contener”

 

 

Yemen

 

El presidente Ali Abdullah Saleh sigue aferrado al poder, mantiene su desafío a Arabia Saudí rechazando la propuesta del Consejo de Cooperación del Golfo que le garantizaba inmunidad si renuncia al cargo en 30 días. Algunos analistas consideran que Saleh está utilizando una vieja táctica que le funcionó en el pasado: “jugar con el factor tiempo”. “Supo maniobrar astutamente durante la guerra de los dos Yemen y ahora hace ver que ha rechazado la propuesta del Golfo porque no estaba de acuerdo con el lugar donde debería ser firmada, luego se opone a la presencia de Qatar para más adelante poner pegas a los adjetivos que acompañan a la iniciativa”, sintetiza Daud Sharián en Al Hayat.

        El aumento de la violencia en la contención de las protestas preocupa a los activista que esta semana han comprobado en Taiz, al sur de la capital, y en Sanaa, donde fallecieron al menos 18 personas, que el régimen puede aplicar la represión que siempre le ha caracterizado. Ahora el mayor temor es que Saleh haya dado luz verde para disparar a los manifestantes en cualquier circunstancia.

      El problema para el régimen es que ante la represión se siguen registrando escenas de gran indignación y odio hacia los dirigentes, y los activistas han anunciado que organizarán dos o tres manifestaciones al día para aumentar la presión sobre el sistema (www.arabnews.com/middleeast/article391124). La oposición, en la que también trabajan ex dirigentes como el antiguo primer ministro, Haidar Abu Bakr al Attas, estudia soluciones para problemas actuales como la situación en el sur. Propone: “Federalismo. La reestructuración de la forma del nuevo estado yemení en dos provincias geográficas, norte y sur, con un gobierno y un parlamento para cada provincia y el presidente de la unión, además de un parlamento y un gobierno federales en el marco de un sistema de gobierno local que disfrute de todas sus competencias”

 

 

Libia

 

Muamar Gadafi ha reaparecido, de luto por la muerte de su hijo pequeño y de tres de sus nietos en un ataque de la OTAN que le tenía a él como objetivo. Unos días después ha lanzado un mensaje a las tropas de la Alianza para que sepan que se esconde en un lugar donde no le encontrarán.

        Lejos de rendirse o de estar dispuesto a negociar una salida a la crisis que evite más muertes, el líder de la Revolución Verde sigue planteando esta guerra como una injerencia extranjera que ha logrado manipular a una parte de su pueblo para atacarle.

       Los rebeldes han logrado controlar primero el aeropuerto y luego el puerto de Misrata, tras semanas de enfrentamientos, en la batalla más dura, según los cronistas internacionales que han podido seguir los combates.

         En el Este, un ataque de la OTAN cerca de Brega provocó la muerte de más de una docena de civiles. Un “daño colateral” inaceptable para los ciudadanos rebeldes que cada día están más decepcionados por la actuación de las tropas internacionales, y sobre todo por la prolongación de una guerra en la que las bajas son sobre todo en su bando.

 

 

 

 

Territorios palestinos

 

La resaca de la firma del acuerdo de reconciliación palestino es positiva. Las reuniones que se han producido en El Cairo indican que en unos días habrá un nuevo gobierno de unidad nacional formado por tecnócratas independientes, el paso necesario para que se convoquen elecciones que vuelvan a tomar el pulso al futuro que quieren los ciudadanos.

       A pesar del bloqueo económico impuesto por Israel, que sigue sin entregar los impuestos que pertenecen a los palestinos, la Unión Europea y países como Francia han anunciado que mantienen sus ayudas a la Autoridad Nacional Palestina. La UE aprobó un paquete de 85 millones de euros para que se paguen los salarios de los funcionarios que trabajan en los sectores de salud y educación.

      En las páginas de Al Hayat y Asharq al Awsat los analistas árabes han desmitificado que el nuevo Egipto haya sido el verdadero motor del cambio de actitud de Hamás para aceptar el acuerdo de reconciliación. Apuntan que la grave situación en la que se encuentra el régimen de Bachar al Assad, quien ha ordenado que se dispare a sus ciudadanos, que se termine con la resistencia de la calle, ha provocado un alejamiento con la cúpula política de Hamás, cuya sede se encuentra en la capital siria. “¿Se ha acabado la paciencia de Hamás respecto a un régimen sirio que les acoge por su resistencia mientras abre las puertas de la negociación directa con Israel y se abstiene de disparar una sola bala para liberar los Altos del Golán?”, se pregunta Jameel Theyabi planteando que Siria podría haber sido un “obstáculo” en la propia reconciliación palestina.

      La relación “pragmática”, basada en beneficios mutuos, parece haberse roto entre Siria y Hamás, aunque el movimiento islamista ha desmentido que esté pensando en trasladar su sede a El Cairo o incluso a la Franja de Gaza.

       En la línea de lo que el propio Jaled Mechal, líder de Hamás en el exilio, reconoció durante la firma del acuerdo en Egipto, Theyabi habla de las escasas opciones y capacidad de maniobrar de Hamás. “No firmaron el acuerdo de reconciliación hasta que no sintieron que no podían hacer otra cosa más que volver a sentarse en la mesa de negociaciones, para alcanzar la reconciliación y resolver los problemas internos a la luz de los cambios en la región, las revoluciones de los pueblos árabes. La escalada de la crisis doméstica siria y el aumento de los problemas externos de Irán”.

      También Satea Nureidin en el periódico libanés Al Safir está convencido de que “Hamás abandonó el eje sirio-iraní que se desmembró tras la llegada de la oleada del cambio árabe hasta la frontera de Damasco, lo que obligó al movimiento palestino a buscar otra alternativa que encontró en Egipto, un Estado que se ha convertido en el país árabe más estable, en el país capaz de construir el futuro palestino”.

      El recuerdo de la Nakhba, la “catástrofe” que los palestinos reviven cada 15 de mayo porque, según el historiador israelí Ilan Pappé, unos 700 pueblos fueron borrados de los territorios sobre los que en 1948 se construyó el Estado de Israel, ha tenido este año un efecto diferente.

       Las redes sociales habían convocado a la Tercera Intifada en los países donde viven los refugiados palestinos, pedían que miles de personas se acercasen a las fronteras de los territorios ocupados por Israel. En Jordania, Líbano, Siria y por supuesto en Cisjordania y la franja de Gaza, miles de personas mostraron con enseñas negras y banderas palestinas que su principal reivindicación, el derecho al retorno, sigue siendo una prioridad. Israel, en alerta máxima, reaccionó disparando a los manifestantes en los Altos del Golán, en el paso de Eretz (norte de la franja de Gaza), y en Qalandia (la principal entrada a Ramallah). El balance, al menos 16 muertos y casi 200 heridos, en una jornada triste, que 63 años después sigue siendo dolorosa para los palestinos, pero en la que fue posible percibir el cambio que se está viviendo en la región. 

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