Lebrillos de fruta
para la tarde
que se come diciembre
con una luz centroeuropea
mientras la sombra
de Lee Friedlander
un fotógrafo de esta época del tiempo
me mira por encima del hombro
y me pide
un libro de Paul Celan
para llegar al último día del año
y que el pensamiento mágico
no nos juegue malas pasadas.
La cerámica
es para mi madre
viene de Egipto
vía Amberes
viene de Almería
vía Juan Goytisolo.
Las nueces
son para mi abuela Emilia
que casi se muere
cuando comió una envenenada
y éramos tan niños
es decir
tan inocentes
que nada sabíamos
de la muerte de los otros
de los asesinos
de la muerte
y todo consistía
en acercar las manos al fuego
y esperar
que la vida fuera larga
y tuviera sentido
porque «la atención
es la oración natural del alma»
y en Adviento
las palabras
adquieren nuestro nicho en el cielo.