El sábado 20 de mayo me aventuré a dar el primer taller de bordado de mi vida. Impartirlo fue hacer realidad un sueño que tenía desde hacía ratos. En esta entrada quiero compartir mis recuerdos de esta experiencia así como algunas lecciones que me deja para el futuro.
Inicio del taller
A las 8 de la mañana arrancó el taller con un ejercicio de atención plena (mindfulness) y unos estiramientos para manos, muñecas y cuello que yo planeaba repetir un par de veces en el transcurso de la mañana. Luego en diapositivas presenté el proyecto del taller: un muestrario de puntadas en un bastidor.
Los objetivos para las cuatro horas eran los siguientes:
– Que las mujeres se familiarizaran con el proceso de bordado desde la elección de los materiales hasta la finalización del proyecto.
– Que aprendieran de forma práctica puntadas básicas y no tan básicas de bordado.
– Que supieran cómo buscar recursos para el arte del bordado en internet.
Los dos primeros objetivos se lograron parcialmente. El tercero, me di cuenta muy pronto, no sería realizable. De las 21 mujeres participantes únicamente una dijo tener acceso a YouTube, plataforma que les recomendé para buscar tutoriales de puntadas.
La idea era ofrecerles en la web distintos recursos para que, en primer lugar, pudieran ver cómo se hacían las puntadas que practicaríamos durante la mañana (no es fácil memorizarlas en corto tiempo); y, en segundo lugar, que pudieran ver la riqueza de usos y diseños del bordado a mano.
Y aquí anoto la primera lección: es necesario conocer el perfil de quienes participarán en un taller de bordado. Lo que yo sabía, por Carla Recinos, autora intelectual del taller, es que se trataba de mujeres artesanas del cantón San Antonio La Loma, en el departamento de La Paz, en El Salvador. Luego, los organizadores del taller –Sara Matamoros y Jacqueline Pavón, del departamento de Promoción Social de Fundasal, una entidad sin fines de lucro dedicada a la vivienda mínima–, me comunicaron que se integrarían otras mujeres de la comunidad Montreal de Mejicanos.
De ser posible, en el futuro, pediré a las participantes (o a los organizadores) que completen un breve cuestionario sobre sus conocimientos de bordado, el tiempo que dedican a esta actividad, y su disponibilidad de acceso a internet (!).
Aprovecho para anotar que Jacqueline, nuestra anfitriona en Fundasal, me sugirió que le enviara tutoriales de las puntadas de bordado para imprimírselas a las participantes posteriormente. Dando clic aquí se pueden descargar las hojitas que preparé.
Preparar los materiales
Después de los ejercicios y las diapositivas, continuamos con la preparación de los materiales. Cada participante tenía en su poder un trozo cuadrado de tela de manta, un bastidor y una aguja. Había que distribuir los hilos de madeja de distintos colores entre todos. (Quiero agregar aquí que digo «todos» en masculino pues se unieron al taller dos hombres y un niño, los tres de San Antonio La Loma).
Mi forma favorita de ordenar los hilos de madeja es en trenzas, tal como muestro en esta entrada de mi blog. Ninguna de las participantes estaba familiarizada con ello, así que les di indicaciones básicas para compartir los hilos y elaborar, cada una, una trenza de colores variados. Esta fase del taller fue colaborativa y muy movida, el único «pero» es que consumió mucho tiempo.
De aquí puedo sacar una segunda lección: si se quiere dedicar más tiempo al bordado y menos a la fase preparatoria de los materiales, conviene llevar los hilos organizados o usar hilo en bollos.
Y quiero hacer un comentario sobre los materiales. En este taller, fueron adquiridos por Fundasal, a partir de una lista que me solicitaron. Mi lista fue detallada, con marcas, cantidades y precios. Visité dos establecimientos para poder presentarla de esa manera.
Materiales para 20 personas
3 yardas de tela de manta, lavada y planchada, US$ 2.60, Coplasa
20 bastidores de madera de 7 pulgadas, US$ 1.25, Coplasa
10 cortahilos metálicos o plásticos, US$ 0.70, Coplasa
1 paquete de 25 agujas Best Gold Eyed Sharps, número 2, US$ 0.55, La Costura
Hilos de madeja marca DMC, US$ 0.65 cada madeja, La Costura, en los siguientes códigos y cantidades:
código 208 (morado) X 5 madejas
código 310 (negro) X 5 madejas
código 321 (rojo) X 5 madejas
código 699 (verde oscuro) X 5 madejas
código 718 (fucsia) X 5 madejas
código 797 (azul) X 5 madejas
código 892 (rojo fresa) X 5 madejas
código 900 (zapote) X 5 madejas
código 907 (verde limón) X 5 madejas
código 920 (ladrillo) X 5 madejas
código 943 (verde aqua) X 5 madejas
código 970 (naranja) X 5 madejas
código 973 (amarillo) X 5 madejas
código 995 (azul cielo) X 5 madejas
La realidad fue que los organizadores no compraron los materiales indicados. En cambio, las agujas que adquirieron eran muy gordas para bordar, la tela de manta no estaba lavada y los hilos de madeja eran de una marca de muy baja calidad (se anudaban, se rompían y seguramente destiñen).
Así que mi tercera lección es trabajar con los materiales adecuados. No es lo mismo bordar sobre tela acartonada (como la manta sin lavar) que sobre una tela dócil y flexible.
Aprender puntadas de bordado
A las 10 de la mañana tomamos un refrigerio preparado por Fundasal, luego del cual estábamos todas listas para comenzar el muestrario. Como instructora, les di libertad creativa para diseñar el muestrario en el área del bastidor (un círculo de 7 pulgadas). Las diapositivas presentadas ofrecían varios modelos posibles: rayas, un árbol de la vida, un corazón. La mayoría optó por hacer rayas con ayuda de una regla y eso pareció funcionar bien.
Aquí puedo apuntar una cuarta lección entre signos de interrogación: ¿será más conveniente llevar un patrón ya dibujado en la tela o al menos predeterminado para ahorrarse esta fase? La verdad es que no lo sé. Bordar no es solo decorar la tela con hilos de colores, también implica una preparación y una post-paración (esta estuvo ausente del taller). Mi idea, cuando planifiqué, fue que las mujeres se familiarizaran con los distintos momentos del proceso.
Finalmente, casi a las 10:30 ¡las mujeres y los hombres estaban listos para bordar! Luego de demostrarles un método infalible para enhebrar la aguja con dos hebras de hilo de madeja, todos se pusieron a hacer una primera línea. Las puntadas que practicamos en el taller fueron las siguientes (anoto primero el nombre local y luego el estándar):
1. Hilván
2. Punto atrás o punto de contorno
3. Cadenilla o cadeneta
4. Diente de chucho o punto de festón
5. Puntada cretense
6. Caballito o punto de escapulario
7. Pata de gallina o punto de pluma
8. Palestrina
La excitación de los participantes era tal que mi propósito de detenerme –a hacer ejercicios para las manos y el cuello, así como de mostrarles ideas para usar cada puntada en mis tableros de Pinterest– quedo en mero propósito.
Cada participante demandaba mi atención para que bordara en su bastidor las primeras puntadas de cada punto, y también para que le ayudara a rematar o terminar cada línea. Varios tuvieron dificultades con el hilo, que se les anudaba o se les desgastaba. Además había una bebé preciosa que lloraba y otros niños que correteaban por el salón.
El resultado de todo este movimiento fue que al cabo de dos horas –el taller estaba supuesto a concluir a las 12, pero a las 12:30 todavía estaban bordando– me sentí agobiada, mareada y hasta con náuseas.
La quinta lección aprendida esa mañana es que debo planificar menos puntadas y más tiempo dedicado a cada una. Cuando la avidez por aprender es como la de estas mujeres, lo ideal es preparar mayor área para cubrirla con cada puntada. Definitivamente pedirles que solo hicieran una línea en el bastidor fue muy poco.
En suma, a pesar de que al cerrar el taller mi cuerpo se sintió desajustado, la experiencia me encantó. El bordado es, hoy por hoy, una de las actividades que más disfruto en la vida y compartir lo aprendido me entusiasma mucho.
Nota: Todas las fotos fueron tomadas de la página de Facebook de Sara Matamoros Parada, de Fundasal.