Fue un breve, lento retorno, después de cinco meses de ausencia: de la vida de quienes nos dieron la vida y más peligraron, pero también para volver a recorrer los caminos solitarios, lejos del ruido, de las muchedumbres que parece que para ser necesitan la estridencia, hacerse notar. Tal vez por eso los caminos que huyen y le dan su consistencia al paisaje y su peso al pensamiento sean tan propicios para recordar qué vida vivíamos antes de la pandemia y qué vida queremos vivir ahora.
Regreso a Vallelado.
El tiempo congelado no lo estaba.
Ecos y sueños.
La pintura y la vida.
La belleza está en el camino y a la orilla del camino, en las nubes que no vemos y en perseverar contra toda esperanza.
La Capilla Sixtina de Henry David Thoreau.
Cómo empezar un viaje de mil días.
Todas las mañanas del mundo.
Los campos nunca esperan, porque siempre son.
Este es el mejor camino de Vallelado.
Esta era la nostalgia.
Un ejército de amapolas para celebrar la frontera entre el cielo y la tierra. ¿Para qué hemos venido aquí?
Mi pista de despegue favorita.
Un Mar Rojo que no será de sangre.
La colcha nupcial del páramo.
Árame el desaliento.
En memoria de los que se fueron en silencio.
