“…Todo nuestro conocimiento se inicia en el sentimiento…”
Leonardo da Vinci “Codex Tribulziano”. Biblioteca del castillo sforzesco (1487-1490), Milán
El genio de Leonardo está en Madrid, y no solo con la ambiciosa y concurridísima muestra de la Sala de Arte del Canal, que ha reunido maquetas, dibujos, documentos y cuadros proveniente de cerca de treinta museos de todo el mundo y permanecerá abierta hasta el próximo 2 de mayo. La Biblioteca Nacional de España prepara una exposición para primavera en la que se podrán ver los dos manuscritos que conserva esta institución como no se han podido ver nunca: con buena parte de sus hojas desplegadas.
Los manuscritos de Leonardo custodiados en la Biblioteca Nacional de España son dos volúmenes de talante y estilo muy diferente, escritos en dos periodos distintos. Leonardo se suele considerar modelo y casi paradigma de personaje en la frontera del arte y la técnica. En este sentido, la creatividad del artista se alimenta de imaginación, curiosidad, agudísima capacidad de observación muy poco común y un poder de razonamiento propio de un artesano o un técnico sumamente diestro.
La rocambolesca historia del viaje de estos documentos hasta su actual sede en la Biblioteca Nacional ha sido objeto ya de varios trabajos, por lo que voy a centrarme en un análisis de los mismos. Antes de acceder a ellos es conveniente detenerse serena y concienzudamente en los exhaustivos trabajos previos realizados por los estudiosos encargados de las ediciones facsímiles que constituyen no solo una traducción minuciosa, sino también un estudio comparativo con otros códices, una datación y una presentación objetiva del ambiente técnico y artístico de Leonardo y una excusa para una presentación panorámica del maestro. Otra opción placentera es la de efectuar ambas acciones en paralelo, la una enriquece a la otra, o mejor, la guía.
En cierto sentido, la formación de una opinión solo con buena voluntad aunque con mucha imaginación, pero sin la herramienta imprescindible de la comprensión del texto puede producir desviaciones en la interpretación del contenido, algunas francamente estruendosas. Yo hice el experimento y me dejé llevar por mi intuición. En primer lugar no llegué demasiado lejos casi nunca, e incluso en alguna ocasión me alejé tanto que mis percepciones no tenían casi nada que ver con lo que la traducción mostraba. También cuento en mi haber con alguna excepción positiva, en la que mi nivel de captación del contenido se acercaba a alguna precisión, en ningún caso, óptima, a lo que me revelaba la lectura de la traducción hecha por los eruditos expertos en Leonardo. Mi propia observación (no experta en la lengua italiana ni en otros manuscritos del artista) está basada en la información proporcionada por los dibujos. Si bien dicha información es precisa y preciosa requiere muchísimo tiempo y dedicación para ser abordada correctamente por una mirada exterior sin otras herramientas que la orienten.
La emoción de los estudiosos españoles de Leonardo es grande, pues de los 28 códices del maestro que se conservan en el mundo (posiblemente su producción duplica este número), los dos últimos descubiertos hace 40 años son los de Madrid. Este artículo se estructura en tres partes distintas; una parte es una descripción somera, pero que pretende contemplar los aspectos cruciales; la otra constituye la opinión que me he formado acerca de Leonardo y su manera de estar en el mundo. A modo de enlace o puente está el epígrafe 2 que es una pequeña contextualización histórica del personaje.
1.Dos volúmenes muy distintos, una misma finalidad
Un manual y un libro de notas, dos estilos diferentes de abordar la realidad y comprenderla lo suficiente para dibujarla. Dos tratados en los que, al menos a primera vista, prevalece el arte del dibujo, aunque no tratan del arte del dibujo.
En ninguno de los dos casos pondría yo el énfasis en que se trata de productos científicos. A mí me parecen observaciones agudas y bastante acertadas de los fragmentos de realidad que le interesaban y desde la perspectiva que le interesaban. Obras no científicas, con apreciaciones de índole científica y mejor sería decir técnicas, en el sentido más laxo del término, sin sistematización, sin continuidad, sin obedecer a un propósito concreto, sin formar parte de un estudio más amplio. No realiza cálculos o mediciones explícitos, no propone consideraciones o reflexiones que se puedan expresar y trabajar matemáticamente.
En ese sentido quizá convendría desmitificar esa idea de que este gran hombre abarcaba todos los campos con profundidad y éxito intelectual. A veces el lector se tropieza con lo que hoy (haciendo la correspondiente traslación) serían “pasatiempos”, en el sentido más noble de la expresión. Por ejemplo una tabla de multiplicar, en forma de cuadro de doble entrada no escrita en forma especular, como el resto de los textos.
Ser un inmenso artista plástico no tiene que llevar aparejado forzosamente ser un gran científico, aunque plausiblemente una mirada científica, al menos en cierto sentido, es una herramienta valiosa en manos de un creador artístico.
Además, en ambos volúmenes hay anotaciones de asuntos cotidianos que quiere reseñar, o de los que quiere dejar constancia, como ahora se suele hacer en las agendas. Ilustro lo que afirmo con el siguiente ejemplo: “28 de septiembre de 1497 Tadeo hijo del Nicolaio del Turco tocó el laúd en Milán”.
Un asunto de otra índole: de vez en cuando aparecen anotaciones sobre asuntos de alguna trascendencia para la historia de la tecnología y la mecánica, como cuando menciona un cojinete que disminuye la fricción y que era conocido en Alemania bastante antes de que llegara su uso a Italia. Estas innovaciones o informaciones privilegiadas a veces procedían de su ayudante más veces mencionado, Giulio Tedesco. Este Giulio era alemán, como indica la designación que acompaña al nombre. Pero no es el único. Leonardo una y otra vez recurrió a mecánicos –sus ayudantes- alemanes y esto hace pensar en el intercambio de conocimientos tecnológicos entre Italia y Alemania.
- Códex Madrid I: Un tratado de mecánica
La mirada sosegada realizada a un tratado de mecánica, aunque preferiría referirme a un estudio visual (o gráfico) de mecanismos, se sumerge con frecuencia en un bosque de hermosos dibujos. Hermosos por la precisión y el detalle. Hermosos por el trazo justo. Hermosos porque al constituir un diálogo profundo de su creador consigo mismo hablan con el interlocutor, porque expresan mucho, a poco que el lector se detenga a contemplarlos. Imágenes rodeadas de palabras, texto que constituye una especie de marco en el que encuadrar con justeza las imágenes, que constituyen la sustancia de la obra, en doble sentido, en el de recrearse en la belleza y en el de la precisión técnica (dos miradas de la misma realidad). El texto explicativo añade alguna precisión, y en ese sentido no es redundante, pero no es el elemento principal de la página. Las explicaciones verbales siempre rodean las explicaciones visuales como cenefas que enmarcan los dibujos resaltándolos aún más. La palabra escrita presenta así la compostura de un material flexible y adaptable a los espacios libres que dejan sus figuras, lo cual es una muestra clara de que el discurso principal es visual, el verbo es complementario. Bien es cierto que parece una y otra vez, al inicio de cada nuevo tema, que busca una disposición ordenada y grata a la vista. Pero cuando le falta espacio, en su esfuerzo denodado por agrupar las ideas que conlleva el dibujo, va llenando todos los márgenes: la parte superior y la inferior, en fin, todo el blanco que resta.
Este libro se puede considerar en cierto sentido un texto cerrado. En la primera, parte que comprende desde la página 1 hasta la 95, los puntos que trata son mecanismos con aplicaciones tecnológicas directas (relojes, ingenios hidráulicos, molinos, prensa, máquinas textiles). Quien busque encontrar estudios de tracciones y compresiones tendrá que hacerlo pensando tan solo en la teoría subyacente (que pertenezcan a su propio bagaje como lector). En mi opinión apenas aparece, mucho menos de una forma sintética, y en cualquier caso es muy secundario y desde luego no explícito. La segunda parte, que está foliada en sentido inverso y también naturalmente para gusto de los aficionados a los misterios en escritura de espejo, contiene mecánica teórica, aunque no en el sentido sistemático que imaginaría cualquier estudiante actual. Sin embargo, no hay que negar que se entrega con hondura a los temas que le resultan atractivos, el peso, la fuerza y el choque y los movimientos que se producen como consecuencia.
La unidad artística e intelectual que ven los estudiosos actuales en estos trabajos a mí me parece una manera muy bonita y muy generosa de decir que era un artista minucioso hasta la brillantez y que no se conformaba con un conocimiento superficial de las cosas.
Al volumen le faltan algunos folios, entre ellos alguno que pudiera ser especialmente curioso, si es que el sumario es correcto. Por ejemplo, sobre cómo rescatar barcos hundidos. Creo que el interés por temas tan dispares como los barcos hundidos y los relojes muestran la curiosidad por cierto tipo de mecanismos y los juegos de fuerzas que conllevan, la transmisión de movimientos y la manera de buscar eficacia y perfección en todo ello, eficacia y perfección representables al gusto plástico en el que él era especialista. Seguramente el artista, dibujando, encontraba siempre nuevas propiedades, nuevas características, nuevas ideas…
1.2 Codex Madrid II: Misceláneo
El segundo volumen es un cuaderno de notas. Desde una mentalidad actual (a ciencia cierta no conozco los intríngulis de la concepción de las cosas en el Renacimiento, si bien sé que hay estudios profundos y contrastados, no quisiera atribuir a Leonardo modos impropios de su momento y de su mentalidad más allá de los inevitables por lo limitado de la condición humana y la separación temporal), parecerían recoger ideas repentinas, intuiciones, inspiraciones momentáneas que le pasearan por la imaginación y que no quisiera perder, como si pensara utilizar estos esbozos en otros trabajos o desarrollarlos.
El índice es tan variado, aparentemente los temas tan diferentes y tan inconexos entre sí, que hacen pensar siempre en una variedad de intereses amplísima de parte del autor, en una versatilidad intelectual enorme y en una gran capacidad de pensamiento y de trabajo.
- La riqueza temática del Codex Madrid II
Mi impresión es que los elementos que contiene este códice no están tan alejados entre sí como podría parecer a simple vista. Desde luego los temas corresponden a un hombre intelectualmente inquieto, a un observador perspicaz y a un creador brillante, siempre.
Sin embargo, quizá la dispersión sea más aparente que real. Cabría buscar en muchos casos una abstracción subyacente común. Muchos de sus dibujos sobre temas diferentes posiblemente sean materializaciones o aplicaciones a distintas situaciones de la misma (o parecida) abstracción. Vale decir del mismo tipo de interés o de mirada acerca de la cosas. No aseguro que estas matizaciones de suyo sean exactamente equivalentes entre sí o totalmente equiparables. Sin embargo, creo que posiblemente su vía de perfeccionamiento creativo pictórico pasaba por conocer y por entender la realidad que quería plasmar y eso requería estudio, estudio profundo, estudio técnico. Y así, de un tema se llega al siguiente y así las fronteras entre el conocimiento científico y el artístico se diluyen al menos en la primera mirada, y se hacen casi transparentes. Esto hace que a menudo que desaparezca la sensibilidad aparente entre el conocimiento técnico y el artístico.
Este segundo volumen parece constar temática y cronológicamente de dos fragmentos.
1.4 Una pequeñísima curiosidad
Cuesta entender desde nuestra posición en el siglo XXI que alguien que se entretiene en escribir una tabla de multiplicar en un cuaderno de notas y pensamientos de adulto de alguna profundidad pueda realizar una labor de contenido o calado técnico per se. ¿Qué curiosidad o interés representa una tabla de multiplicar para Leonardo? ¿En qué estaba mientras la escribía? Seguramente carece de interés la respuesta. Al menos no veo ninguna conexión con el resto, y la caligrafía es la suya, o una tan similar que se me antoja indistinguible. Me llama mucho la atención.
2. El protagonista y su mundo
Leonardo da Vinci (1452-1519) nació en Vinci, cerca de Empolia, y no recibió educación escolar, según los hábitos convencionales de la época en circunstancias similares de su nacimiento (era bastardo de un prócer y una sirvienta). En 1647 se hizo aprendiz de pintor y escultor instruyéndose también en destrezas de tipo mecánico. En las biografías italianas se presenta como uno de los grandes genios de todos los tiempos, el arquetipo del hombre del Renacimiento, de visión universalista y de cultura que abarcaba todos los campos. La moda elegante de las cortes itálicas en ese tiempo histórico era rodearse de los mejores artistas y esas rencillas principescas resultaban muy ventajosas para los artistas. El poder económico de la culta aristocracia condicionó el nuevo rumbo que tomó la vida de los artistas que comenzaron a individualizarse. Entonces empezó a ponerse en valor la noción de personalidad (cuanto más singularizada e independiente mejor). De este modo la actividad artística vio perder paulatinamente el carácter corporativo y los gremios comenzaron a disgregarse, y a difuminarse, evolucionando en dirección opuesta a la que habían seguido en la Edad Media, etapa en la que fueron cruciales para el desarrollo del arte.
Leonardo tuvo la fortuna de contar con protectores de alto rango, como el papa Clemente VII, que se preocupó de que tuviera sus propias estancias en el Vaticano. Este papa culto y reservado que también patrocinó bajo su mecenazgo a otros artistas de gran relevancia. Asimismo Isabel de Este pretendía a Leonardo para Ferrara. Por su parte los Sforza lo atendían en Milán, como a otros grandes. En la corte milanesa se encargaba de muchas tareas, ingenieriles, artísticas e incluso organizativas. De hecho era requerido como preparador fiestas y grandes eventos, y él agradecía este trato de favor realizando obras para gloria de sus anfitriones.
Enmarcada en esa tendencia general, los estudiosos del Renacimiento atribuyen a Leonardo en este sentido unos rasgos propios, diferenciadores de sus coetáneos y por supuesto de sus predecesores más inmediatos. Estos estudiosos se refieren a su capacidad de síntesis entre la teoría (el dibujo como instrumento de conocimiento) y la práctica, la posibilidad de realización técnica real de lo que se diseña. Esa capacidad quizá sea uno de los rasgos distintivos de su genialidad, que lo eleva sobre contemporáneos de gran talla, pero cuya actuación desligaba la práctica de la teoría.
La suerte estuvo además en algún sentido de su parte, pues entre sus protectores se hallaban los de más alto rango entre los grandes, como citado Clemente VII, que se ocupó de que gozara de residencia en el propio Vaticano.
3. Leonardo, a la técnica por el arte
En el Renacimiento muy probablemente se dan los primeros pasos conscientes hacia la incorporación de pleno derecho de la práctica al conocimiento del mundo, y estos pasos proceden del arte. Son los artistas quienes comienzan a no separar la teoría de la práctica en sus investigaciones y en su mayoría son los artistas del gran Renacimiento (el italiano) los más avanzados en ese sentido.
Los científicos no tardan mucho en darse cuenta de que el pensador teórico podría ser mucho más eficaz acercándose a los conocimientos prácticos, sacando partido a situaciones que conocen bien los artesanos o creando ellos mismos situaciones prácticas para contrastar su visión teórica del mundo. Esa nueva figura de sabio será una de las sólidas estructuras que propiciarán el advenimiento de la concepción moderna del mundo. De este modo, bastantes avances en conocimiento de las ciencias naturales en el Renacimiento ocurrieron gracias a ingenieros, hábiles artesanos y casi sin intervención académica.
Los artistas y los constructores de instrumentos son, si no artífices principales, sí personajes relevantes en la elaboración del conocimiento científico. La producción de imágenes de claro valor científico por parte de los pintores es asombrosamente prolífica.
3.1 Leonardo, dibujante anatomista
La anatomía médica es un campo muy adecuado para este tipo de trabajos y se suceden en gran número las series de láminas sobre el cuerpo humano. En ese sentido sí hallamos a Leonardo como un pionero. Las técnicas pictóricas y de dibujo que desarrolla para plasmar la realidad de lo que ve rayan en lo fascinante. Llega un momento en que la impresión que produce es tal que casi es imposible discernir si perfecciona su arte para conocer o intenta conocer para perfeccionar su arte. Mi opinión personal, no de especialista, se inclina más hacia la segunda posición. Pero no sería capaz de sostenerla sin fisuras, sencillamente porque no estoy segura. Algunos indicios me hacen intuir que las cosas van por ahí, pero son indicios y, por tanto, lo que se deriva de ellos son interpretaciones.
El interés por la buena representación pictórica de la anatomía humana le hizo ilusionarse con publicar una serie de dibujos anatómicos que en realidad supusiesen casi en sí mismos un tratado de anatomía o, expresado en lenguaje actual, que al menos formasen el cuerpo central del discurso anatómico. Ese punto de vista muy visual, que ahora alguien podría caer en la tentación de considerarlo muy moderno, a mí parece que es muy artístico.
En mi opinión, sin embargo, es el alma del artista plástico la que se nos sirve en este juego combinado de naturaleza y arte. Quiere representar a la mayor perfección posible un tema que supone un reto para él, un tema que le obliga a idear nuevas técnicas, a ensayar nuevos métodos a perfeccionar su arte, para eso trabaja con un anatomista [Marcantonio della Torre (1483-1511/12¿?) médico anatomista profesor en Pavia. Parece ser que el encargado de hacer los textos sería él, pero falleció tempranamente]. El anatomista y él se asocian para diseccionar cadáveres y estudiarlos juntos. Pero eso minuciosidad descriptiva visual, ese afán de conocer y comprender no son sino manifestaciones de la perfección a la que quiere (y puede) llegar el artista. Tengo la impresión de que se hubiera asociado a un alpinista si su interés hubiese sido retratar al detalle montañas. Para un gran artista plástico como él en su tiempo, posiblemente los retos mayores vinieran de las ciencias naturales, y de la mecánica.
3.2 Leonardo, estudioso de la mecánica
Da la impresión de que Leonardo trabajaba en sus intuiciones, sus intereses ambientales por casi todo y por todo aquello que le llamaba la atención de una u otra manera. Leonardo miraba bien, eso me parece, y anotaba en sus cuadernos de apuntes quizá con intención de hacer obras grandes en el futuro. Miraba y copiaba lo que inventaban otros, lo que realizaban artesanos con ingenio y habilidad para resolver problemas prácticos. Eso es un buen método para aprender y una señal inequívoca de inteligencia. Las recopilaciones que hacía de cada asunto en que se interesaba suelen ser bastante exhaustivas y eso confirma la idea que me acompaña desde el primer momento en que me empezó a interesar acercarme un poco a Leonardo. Probablemente fue un observador meticuloso. Sabía mirar y por tanto ver muchas cosas que otros no ven, quizá porque miraba con ojos de artista plástico. Su visión era inteligente, por eso tal vez abarcaba más y mejor.
Yo prefiero contemplar a Leonardo como aficionado a los mecanismos, a las maquinarias, a los artefactos y cachivaches compuestos de ruedas dentadas de engranajes, de clavos y en fin a toda suerte de dispositivos salidos del ingenio humano que se mueven unos por medio de otros y cuyo límite está en la frontera de la imaginación humana. Creo que ahí es donde encuentra la mecánica. No me da la impresión de que busque interpretaciones generales del mundo, conocimiento global. En cualquier caso, si buscase una explicación general del mundo seguramente la encontraría a través de las cosas pequeñas, de las abstracciones que una y otra vez fuera haciendo, de su comprobación de las regularidades, y mediante el arte, gracias a su actividad pictórica a su visión plástica grandiosa. Sentía seguramente, por ejemplo, fascinación por la transformación de unos movimientos en otros, y eso se muestra en su afán de captar en su más íntima naturaleza las características de las transmisiones.
En un momento histórico donde todas las cortes de la península itálica se disputaban la primacía por atraer hacia sí artistas. Como ya se indicó, Leonardo era requerido por Isabel de Este en Ferrara y pasó temporadas en la corte Sforza de Milán (donde organizaba eventos y realizó obras para mayor gloria de su mecena, como el monumento a Francesco Sforza), como otros grandes artistas. La concentración del poder económico en manos de la aristocracia culta es responsable en gran medida de las nuevas maneras de los artistas.
Conclusión
No he pretendido profundizar con este artículo en los trabajos de Leonardo. Me he divertido, como él seguramente hacía, pero con una herramienta que es la palabra, que manejo algo mejor que el dibujo y la pintura.
Al igual que él (tal vez) y dada la limitación del tiempo humano, no quiero que la tarea lúdica de estudiar sobre algo que me conmueve o me asombra se desvirtúe y pierda su carácter maravilloso convirtiéndose en una losa.
Como bien es admitido por todos, sin resquebrajaduras, Leonardo fue una persona brillante, inteligente e inquieta, un gran artista… Sin embargo, no parecía tener ningún problema en abandonar un estudio cuando este perdía el interés para él…
Mi conclusión principal (y provisional) es que no me parece un creador científico en sentido estricto (al menos de primera línea) ni en nuestra visión actual (eso sería una especie de mirada tramposa) ni en la mirada de los hombres del Renacimiento. En mi opinión, le faltaron continuidad y sistema. Le faltó profundidad científica. Sin embargo quiero significar que sus aportaciones al conocimiento en general y al arte admiten el elogio más alto que se pueda otorgar. Nos legó belleza plástica como creador, y un arquetipo de hombre de su tiempo como personaje.
Me gustaría acabar con un pensamiento brillante que se le atribuye, aunque no tengo la reseña exacta y lo cito por las bravas, para lo que pido venia al lector por la falta de rigor y ortodoxia (valga la licencia): “Salvaje es el que se salva, el que conquista su libertad”. La primera parte yo se la atribuiría quizá a Groucho Marx, si no hubiese leído que es de Leonardo… El pensamiento puede ser apócrifo, pero quizá le gustase a Leonardo… Lo desconozco.
Hay algunos puntos sin tratar, muchos, si se piensa en los trabajos de Leonardo da Vinci en general, algunos menos si me refiero solo a estos códices madrileños; por ejemplo su afición a la naturaleza y el estudio del movimiento del agua, con unas realizaciones magistrales y los trabajos tan delicados que realizó sobre instrumentos musicales, para las cuales perfeccionó su conocimiento de la anatomía de la mano. A partir de los datos proporcionados por el Códice Madrid II se le encargó a un lutier la fabricación de uno de ellos, trabajo que dicho experto realizó con éxito y que fue presentado en la exposición que se realizó en la Biblioteca Nacional de España sobre Leonardo y la música durante el año 2003.
Rosa María Herrera es físico interesada en astrodinámica e historia de la física y la matemática, escribe y realiza divulgación en estas áreas. herrera.rm@gmail.com