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La dejadez y las huertas - Estadilla - España (tmg)

 

Tu carta me pareció dura y triste. Pero me hizo pensar mucho en la resiliencia y en sus posibilidades. Creo que somos (me incluyo patuda, pero solidariamente) receptores de los problemas de otros y de sus malas decisiones. Nos traspasaron un dolor que no era nuestro, y lo perpetúan, que es peor. Como te comenté ayer, he visto y percibido la culpa en la mayoría de los rostros y cuerpos y voces de la familia de mi padre, ésa que decidió esconder mi existencia. Tu caso es distinto sólo porque tu padre no te escondió, o al menos así lo parece, y pudiste construir una relación, del tipo que sea, con tu familia paterna.

 

Es difícil saber qué sucede en ese entorno cuando tú no estás, especialmente sobre la idea que tu padre construyó de ti frente a esa familia. Naturalmente, debe ser lo suficientemente convincente, señalándote como responsable de una conexión que ha estado desde el principio de los tiempos en manos de él, en manos de todos los padres del mundo. Y de las madres también. Ahora bien, a mí me encantaría poder enfrentarlo con tanta claridad y valentía como tú, pero las historias tienen sus matices. Para mí, a día de hoy, sigue siendo un tema. De hecho, mi padre se enteró de mi situación por mi primo y no me ha llamado en meses. Ni siquiera recuerdo si lo hizo para mi cumpleaños. Ellos se lo pierden. Felizmente tuvimos amor igual: de nuestras madres y la familia más cercana.

 

La ausencia de estos hombres nos ha dado dolor, pero eso nos ha dado una visión diferente de las cosas. Y hemos tenido que reconstruirnos. Y, por lo menos frente a mis ojos, tú lo has hecho muy bien. Yo te amé, y no fue simplemente un camino obvio desde la seducción. Tuve la agradable oportunidad de ver tu corazón y me enamoré de lo que vi. Y quien no lo haya visto, llámese como se llame, sea quien sea, tendrá algún día que hacerse cargo de su ceguera y recoger los pedazos de una buena parte de su vida y de su alma, y será ya tarde, y no habrá forma de reconstruir nada, pero tú tienes lo contrario, porque cuando uno es chico, no entiende la diferencia ni el porqué de esas cosas, y el amor que nos ha rodeado nos ha contenido lo suficiente como para haber llegado hoy tan enteros como hemos podido. Enclenques, pero enteros igual. Lamentablemente, nadie nos enseña, ni les enseñó a ellos a ser padres, ni siquiera a hacerse cargo de sus propios miedos.

 

Ahora sólo nos queda vivir, sanar y devolver lo mejor de nosotros en señal de que somos mejores gracias al amor que nos contuvo.

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