I. La Biblia y la historia.
Lo confieso: estoy deseando
poder leer las 1.300 páginas que ha escrito sobre la Historia de la
Cristiandad (Debate), el
especialista en la historia de la Iglesia Diarmaid MacCulloch. Aun no me he
decidido, y quizá sea un magnífico regalo navideño para cualquier interesado en
la temática. MacCulloch es un buen divulgador histórico, como lo demostró en la
serie documental que dio origen a este libro. La disfruté en su momento y
aprendí sobre bastantes cuestiones periféricas y no habituales en este tipo de
análisis, no se puede pedir mucho más a un producto de este estilo. Con todo,
esperaré a leerlo para ofrecer mi opinión. Pero no quería hablar de este libro, sino de otro diferente,
mucho más sencillo y de humildes propósitos, con el que sin embargo está
conectado en cierta forma: Israel y la Biblia de José María Blázquez y Javier Cabrero
(Cátedra).
Si
hay dos especialistas que pueden elaborar un estado de la cuestión en nuestro
idioma, y para lectores españoles, son estos dos historiadores de la
Antigüedad. En este trabajo se ofrece un acercamiento objetivo y clarificador a
algunos de los más importantes debates sobre la Biblia y el pasado de Israel.
Desde hace décadas, un número considerable de investigadores han puesto en duda
las narraciones biblícas, asumidas aún por muchos como plenamente históricas y
demostrables. Así nos encontramos a estudiosos de la talla de Israel
Finkelstein, Neil A. Silberman, Giovanni Garbini o Mario Liverani, por
citar a algunos de los más interesantes y traducidos.
Por
otro lado, este tipo de acercamiento es imprescindible si se quiere desentrañar
los errores y mentiras que alimentan el conflicto entre palestinos e israelíes,
porque estas nuevas tesis chocan con ideas preconcebidas e ideologías
predominantes en la opinión pública de la región. Es más, casi todas las
opiniones recogidas en este libro disgustan a los guardianes de la ortodoxia
patria israelí, que hace tres años se tuvieron que enfrentar con otra polémica
obra que acaba de llegar al mercado español, La invención del pueblo judío de Shlomo Sand (Akal), quien defiende que
los mitos fundacionales se encuentran en el siglo XIX y no en la lejana
tradición de los tiempos narrados en la Biblia.
De
esta forma, Blázquez y Cabrero nos llevan de la mano, desde la historicidad del
Éxodo al origen de los conocidos como israelitas, a través de una historia
fascinante, repleta de recreaciones literarias posteriores que no pueden ser
consideradas objetivas. En definitiva, Israel y la Biblia es una invitación cuasidetectivesca que nos
hace repensar serenamente algunos de los relatos establecidos por los
redactores bíblicos.
II.
La leyenda negra y el mito. En el repaso de esta semana, también nos encontramos con otro mito. En este
caso es la leyenda negra, que es analizada por el modernista Jesús Villanueva
(Leyenda negra. Una polémica nacionalista en la España del siglo XX, Libros de la Catarata). En sus páginas se repasa la elaboración
de dicho mito dentro de los debates políticos e históricos desde los inicios
del siglo pasado.
Para Villanueva, la leyenda negra – aquella que asegura que
existió una conspiración orquestada internacionalmente para desprestigiarla
desde el siglo XVI- tiene su origen en la recomposición defensiva del
nacionalismo español durante la crisis colonial de 1898, cuyos materiales
fueron recogidos y reformulados por Julián Juderías en un libro editado en
1914, de lectura imprescindible para los interesados en el tema. Posteriormente,
los regímenes dictatoriales de Primo de Rivera y de Franco la utilizaron en sus
acciones propagandísticas y en el desarrollo de la autoidentificación
nacionalcatólica. Ya lo comentó tajentemente en su momento el polígrafo Julio
Caro Baroja: «la leyenda negra fue un fenómeno que surgió a partir del libro de
Julián Juderías y después otros continuaron con lo mismo».
Tras
leer este análisis, que también tiene algunas proposiciones discutibles debido
a la brevedad del recorrido, se debe ser más consciente de los contenidos
ideológicos que conllevaba este concepto, ampliamente asentado en el discurso
intelectual español desde que lo pusiera en circulación Emilia Pardo Bazán. Se
esté de acuerdo o no con las tesis sostenidas en este trabajo, sí que es
necesario conocer la evolución de un término que habla más de la interiorización
de una cierta imagen de España, que en ocasiones ha favorecido una obsesión
persecutoria inexplicable o una crítica excesiva de una falsaria España Negra,
que de una campaña antiespañola real a lo largo de la historia.