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Libros perturbadores: ¿censura o mesura?

 

Hay libros de difícil clasificación, que quizá podríamos incluir en la categoría de perturbadores.

 

Por: Guillermo Cardona*


Hay libros inocentes, sabios, divertidos, como las hay pesados, duros de roer, imposibles de digerir. Y hay otros de difícil clasificación, que quizá podríamos incluir en la categoría de perturbadores.

 

Ahora bien, es probable que libros que resulten perturbadores para algunos, para otros sean simplemente estimulantes, en una galería donde podríamos poner en fila desde El Decamerón de Boccaccio y las Memorias del famoso Casanova, hasta la Lolita de Nabokov o la Historia de O de Pauline Réage, pasando por los centenares de miles de libros donde reposa la literatura erótica de Oriente y Occidente. Muchos pasajes de Las mil noches y una noche bien podrían recabar en este mismo caldero, y ni qué decir de la portentosa obra de Henry Miller o de Anaïs Nin. Y aun así quedaría espacio para recibir La trilogía sucia de La Habana y otros textos de Pedro Juan Gutiérrez, y otro tanto para incluir la archifamosa novela Cincuenta sombras de Grey, de la prácticamente desconocida Erika Leonard James. O los porno reportajes en Universo Centro de Andrés Delgado.

 

Los límites de la perturbación varían igualmente cuando hablamos de los Cantos de Maldoror del conde Lautréamont o de la novela Yonqui de William Borroughs, para no mencionar sino dos de los muchos títulos que nos sacan del cómodo terreno de la normalidad normalizada, textos que nos golpean con sus palabras crudas y afiladas. También en la literatura infantil se encuentran abundantes ejemplos. Sólo que a veces vemos las cosas con otros ojos, como en el caso de Caperucita Roja o Hansel y Gretel, donde ocurren unos sucesos dignos de aparecer en los titulares de los noticieros de la televisión colombiana, tan afectos a los hechos de sangre, y todo mundo como si lloviera.

 

Y un caso muy especial. La extraña suerte de El guardián en el centeno de Salinger. Muchos de los más célebres asesinos norteamericanos se declararon sus más asiduos lectores. Entre ellos podemos recordar a John Hinckley Jr., quien intentó matar al presidente Ronald Reagan; Sirhan B. Sirhan, arrestado por el asesinato del candidato presidencial Robert F. Kennedy, hermano de John Kennedy; y Robert John Bardo, quien acabó con la vida de la actriz Rebbeca Schaeffer. El caso más insólito, sin embargo, podría ser el de Mark David Chapman, asesino de John Lennon. Chapman, después de cometer el crimen, en vez de huir del lugar, se sentó en la acera, sacó su ejemplar de El guardián y comenzó a leer tranquilamente la novela mientras esperaba que llegara la policía.

 

¿Cómo afrontar entonces ese punto exacto donde la lectura traspone ciertas barreras? ¿Quién establece esos límites? ¿Realmente los libros pueden producir homicidas y libertinos? ¿Basta la sola mención de la palabra homosexual para incidir en la orientación sexual del lector? ¿Cómo hablar de equidad de género o de autocuidado en una sociedad que rechaza las cartillas que educan en la no discriminación y arman escándalo porque a los chicos y chicas mayores de 11 años se les pregunta de frente y sin tapujos sobre sexualidad y drogadicción?

 

*Hace parte del Comite editorial del periódico Universo Centro y es asesor académico del Plan de Lectura y Oralidad del municipio de Medellín.

 

 

Una anécdota: los talleres de lectura y escritura que hacemos en los colegios de Medellín han sido unos laboratorios para medir los gustos de los muchachos. Y hemos realizado vamos experimentos, los chicos han sido nuestros conejillos de indias. Uno de los experimentos consistió en leer dos textos completamente diferentes. Aprovechando ese caprichoso gusto por los gatos y sus respectivas fotos y videos – Un tuit dice que gato que no es fotogénico fracaso como gato-, leimos un texto sobre los felinos, como mascotas y amigos de la casa. Luego leímos las siguientes historias de la cárcel, crónicas que narran las últimas horas de los pillos antes de ser apresados.

 

Cuando les preguntamos cuál fue su lectura favorita, ya saben cual fue su respuesta.

 

Crónicas escritas desde la cárcel

 

En este blog de periodismo y literatura nos hemos venido preguntando por este tema y seguiremos dando pistas al respecto. Invitados para seguir leyendo los post.

 

¿Por qué escribir crónicas en el colegio?

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