Se nos olvida que en Chile los estudiantes siguen poniendo en jaque al Gobierno de Piñeira. Se nos olvida que el conflicto que vive Bolivia no es nuevo, ni es circunstancial. Se nos olvida que en Colombia siguen siendo asesinados los defensores de Derechos Humanos y los sindicalistas. Se nos olvida casi todo.
Los diarios viven ajenos a la cotidianidad. Parece cada uno parte de una estela… siguen la corriente de lo que alguno de los grandes publica, no tienen identidad excepto en el caso de algunos diarios locales que entienden que es a pie de calle que acontece la vida.
Quizá por eso es tan complicado saber qué está pasando en Otramérica (en el caso de África es casi imposible conocerlo). La pregunta sería para qué sirve saber. Saber produce dolor y perplejidad y, en el caso de estar vivos, obliga a movilizar. No es tarea habitual de los ciudadanos ponerse en movimiento y, menos aún, mantener el motor en marcha. Puede ser que los movimientos ciudadanos no paren, pero esa es la sensación que da cuando los medios de comunicación los hacen desaparecer de la realidad. El 15M de España ha sido marginalizado, el de Estados Unidos tiene ahora su cuarto de hora gracias a las detenciones masivas. Y así la comunicación y la política convencional hacen buena aquella terrorífica máxima de los movimientos revolucionarios de que «cuanto peor, mejor». No hay manera de visibilizar si no es a través de la violencia.
Será extraño que luego alguien se queje. Cuando los ciudadanos, cansados de tanta estupidez y tanta mentira, reaccionen con violencia, violencia de masa y, por tanto, incontrolada. Si seguimos olvidando deberemos prepararnos para recoger las cenizas. Y no serán pocas.
En Otramérica, donde hay un despertar poco parejo y bastante paradójico, cada vez hay más cenizas, más incendios prendidos por la angurria y la sordera. «Son minorías radicales», dicen los de siempre. «Ustedes también son minoría», responden los que gritan ante los cuatro que mantienen poder y tierras. Esta crisis del capitalismo puede ser (no es seguro) una crisis profunda de la civilización euro-occidental, pero no significa que no haya otras civilizaciones y que éstas saquen la cabeza.