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Lo extraordinario, lo improbable y lo inesperado en el teatro. Elemental, querido Albee (I)

Esta semana estaba un poco inquieta, no sabía muy bien qué hacer así que decidí, como en el mejor de los mercadillos, dar un repaso a la cartelera del off madrileño buscando la maravilla escondida, la foto antigua de la Cibeles en los 40, la primera edición de un vinilo de Django Reinhardt bajo un zapato sin tacón. Así fue como aparecieron ante mí, casi en letreros de neón, esos dos nombres: ¿Quién teme a Virginia Woolf? y La historia del zoo.

¿Qué tienen en común, aparte de la referencia a animales que tanto me gusta? Gallifante para quien lo adivine antes de la próxima línea.

(Pista:)  

Dos carteles

(Si aún no lo sabes mereces que el gallifante te tenga a ti.)

¡Eso es! ¡Perfecto! ¡Pero qué lectores más re-listos tenemos! No esperaba menos de nuestro Gallinero. Las dos son obras de Edward Albee. ¿Cómo es posible? ¿Qué ha pasado para que haya dos obras de este autor al mismo tiempo? Este misterio es digno del mismísimo Sherlock Holmes, pero como no lo veo por aquí, decido coger la lupa y el sombrerito de perro pachón y salir de caza. (Ay, ¿por qué usaré este tipo de metáforas? Con lo animalista que soy yo…) ¡A investigar! Mejor, “a investigar”.

 

Portada de un número revista Primer Acto de 1965,
con Caros Foretic y Juan Margallo
en una foto promocional del primer montaje en España
de
Historia del zoo, en 1963

Pregunto a unos y a otros, un perro muy majo y muy alto me dice que La historia del zoo es el legado de Layton. Yo no entiendo nada y sigo buscando. Me aireo por el Retiro mientras intento encontrar alguna pista en la antigua casa de fieras. Me llega un chivatazo: cerca de aquí tiene su nueva sede un templo del saber teatral. Debe ser una sociedad secreta de la que poca gente conoce su existencia, porque no me suena de nada.

 

Fragmento de la crítica del estreno de Historia del zoo de 1971
en el diario
ABC del 7 de noviembre de 1971,
protagonizada por Antonio Llopis
y José Carlos Plaza con el nombre cambiado.

Salto, chapoteo, pseudo-sobrevuelo y aterrizo allí: C-D-T, leo en sus carteles. Centro de Documentación Teatral. ¡Y cómo yo no había conocido esto antes! Yo ya no me quiero ir a mi casa nunca más, muero de amor revoloteando por sus archivos, ¡aquí mora la memoria de toda la historia teatral española! (Bueno, casi toda.) ¿Serán masones? Más bien creo que son mariposones esto que siento en el estómago. Cló, por favor, no dejes que la emoción te embargue. Profesionalidad ante todo. (Carraspeos. Silencio. Necesito un poco de tiempo para recomponerme. En fin, ahí voy:)

Leo, y leo, y veo videos, y ojeo prensa, y…¡¡¡pero si hay una videoteca online!!! Calma, calma Cló. Vale, ya lo dejo.

Pero, ¡es altamente recomendable!   


Chema Muñoz y José Pedro Carrión en el montaje
de  
Historia del zoo de 1991,
estrenado en el Teatro María Guerrero

(Ejem.) Una vez controlados los caballos, que en eso tengo un pelín de experiencia, empiezo a entender aquello del legado. La primera obra que escribió Mr. Albee fue La historia del zoo. Al, (le llamaremos Al si al lector le parece bien), no era aún famoso, pero sí hijo de importantes productores teatrales, quienes, al parecer, no le ayudaron nada en la búsqueda de sus primeros empleos teatrales. Por raro que suene lo digo sin ironía: no le ayudaron, pero él supo arreglárselas por sí solo. Me lo contó el propio Al, sacando la cabeza de un programa de mano de 1991: 

La causa de que se montara apenas escrita y, más aún, por qué fue en Berlín, puede tener interés… tal vez para señalar la presencia de lo EXTRAORDINARIO, lo IMPROBABLE y lo INESPERADO en el teatro. Poco después de que fuera escrita, y mientras la estaban leyendo y rechazando cortésmente algunos empresarios neoyorquinos (lo cual no era nada extraño, ya que nadie había oído hablar nunca del autor, y era una obra corta, y las obras cortas son, desgraciadamente, anatema para los empresarios, y, se supone, que para el público), un joven compositor, amigo mío, la leyó, le gustó y la mandó a varios amigos suyos, entre ellos a otro compositor americano, residente en Italia; a él también le gustó y la envió a un amigo suyo, un actor suizo; a este le pareció muy bien, la grabó en cinta magnetofónica, representando los dos papeles y la envió a la jefe del Departamento Dramático de una gran editorial de Frankfurt; a ella a su vez… bueno, gracias a ella la obra llegó a Berlín, donde se estrenó. Desde Nueva York a Florencia, a Zúrich, a Frankfurt y a Berlín. Y, al final, de nuevo a Nueva York, donde el día 14 de enero de 1960, era estrenada en América, fuera de Broadway, junto a la obra de Samuel Beckett, La última cinta de Krapp.

Javier Ruiz de Alegría y Carlos Martínez Abarca
en el montaje de
Historia del zoo de 2002,
estrenado en la Sala Lagrada

Personalmente me quedé igual de muerta que ustedes, ¡menudo sustazo, la cabeza parlante! Pero hay algo interesante en este relato de un pedacito de su vida: “lo extraordinario, lo improbable y lo inesperado” que tan poco sucede en la vida y tan a menudo acontece en el teatro. Como que sólo cuatro años después de su estreno mundial, se estrenara en España bajo la dirección de William Layton. Como que prácticamente no haya habido ninguna década desde entonces que no haya disfrutado de una puesta en escena de aquella versión de Layton. Verán:

El 2 de diciembre de 1963 se estrenó en el antiguo Teatro Valle Inclán de Madrid, a cargo de la compañía Teatro Estudio de Madrid (TEM), e interpretada por Carlos Foretic y Juan Francisco Margallo. Se presentó en programa doble junto a La caja de arena (The Sandbox), también de Albee. Ambas fueron dirigidas por Layton. El 3 de noviembre de 1971 se estrenó en el Pequeño Teatro Magallanes a cargo de la compañía Teatro Independiente de Madrid (TEI), con Antonio Llopis y José Carlos Plaza como protagonistas, dirigidos por Layton. El 27 de diciembre de 1991 se estrenó en el Teatro María Guerrero, en producción del Centro Dramático Nacional, con Chema Muñoz y José Pedro Carrión como protagonistas, dirigido por Layton, y con Charo Amador como ayudante de dirección.

La muerte del maestro de actores no sería un impedimento para que su puesta en escena se continuara representando, y así, en 2002, se volvería a repetir su versión, revisada por José Carlos Plaza, en Lagrada, con Javier Ruiz de Alegría y Carlos Martínez Abarca, estrenada el 5 de septiembre por la Compañía William Layton. En 2008, Charo Amador haría lo mismo para la RESAD, en un montaje a nivel académico, con dos alumnos de la rama de Interpretación Textual, Carlos Martos y David Alonso. Nuestra década recibe ahora aquella Historia del zoo representada en Lagrada, en esta ocasión en el Teatro Lara, con los mismos intérpretes, estrenada el 24 de enero de 2018.

Carlos Matos y David Alonso en la Historia del zoo
presentada en la RESAD en 2008

Uf, todo seguido da vértigo. Y al mismo tiempo, ¡qué emoción! Doy alazos de alegría al pensar que voy a poder ver la historia viva del teatro español. ¿Pueden ver el hilo? Ahora entiendo lo que decía aquel perro extraño; se puede seguir ese hilo y tirar de él para traernos la obra casi directamente llegada de los años 60. Pues eso voy a hacer yo, tele-transportarme 55 años atrás, dónde las gallinas vivíamos en mejores condiciones. Espérense, no me lo piense bien y ya no vuelva. Además, se rumorea que los dos actores son muy buenos, así que aunque yo no sea muy del gusto de humanos… Bueno, sea como sea, ¡esta hay que verla!

Javier Ruiz de Alegría y Carlos Martínez Abarca
en
La historia del zoo de 2018,
en cartel en el Teatro Lara

Pero, un momento, alto ahí, ¡echa el freno, madaleno! ¿Qué pasa con Virginia Woolf y el temor por ella? ¿Cuáles serán las razones para que haya dos obras de este autor a la vez? Pero, sobre todo, lo más importante, ¿cuál voy a ir a ver primero? ¡Por el gallo de Barcelos! Si quieren descubrirlo tendrán que regresar conmigo a la logia y resolver El Misterio de los dos albees al unísono.

Continuará…

Srta. Cló

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