En la clase de mi hija su profesor les ha preguntado por el nombre y los apellidos de su padre y de su madre para que se dieran cuenta de que coincidían con los suyos propios. A continuación, les ha dicho que primero va el del padre y luego el de la madre. Mi hija, en ese momento, ha levantado la mano y ha dicho que no, que ella lleva primero el de su madre. El profesor entonces ha corregido su afirmación por un «bueno, pero lo normal es que sea el del padre».
¿De qué sirve la posibilidad legal si no existe la posibilidad social de un cambio? La posibilidad legal de algo tan intuitivamente equitativo, como que sea posible poner como primer apellido el de la madre o el del padre a elección de los propios padres, necesita ir acompañado de otras medidas que hagan de palanca y den efectividad a dicho cambio. Porque al final lo importante no es el apellido que vaya primero, sino la barrera mental que supone no planteárnoslo.
La baja maternal por parto natural, obligatoria para la mujer trabajadora, es de seis semanas. No puedes trabajar porque se considera que estás de incapacidad temporal, recuperándote del parto. Las diez semanas restantes de dicha baja puedes trabajar y renunciar a ella o puedes cederla al otro progenitor.
Mi hermana está en su segundo mes de baja maternal. El posparto está siendo complicado y se encuentra de médicos, pruebas, hospitales y bastante cansada. Mi hermana, por tanto, ahora está enferma, ya no está de baja maternal, está de baja común por complicaciones después del parto; necesita que la cuiden a ella y necesita que cuiden al bebé. En estas circunstancias y habiendo agotado sus seis semanas obligatorias, ¿puede ceder lo que le queda de baja a su marido para que pueda ocuparse de su hija y de su mujer? El trabaja, cotiza y ha tenido una hija de la que es responsable igual que ella. La respuesta es no. Legalmente no puede. Las mujeres sólo pueden ceder la baja maternal al padre en el momento del parto, y a juzgar por las estadísticas se podría afirmar que no es lo normal, dado que sólo un 2 o 3 % de las mujeres ceden esta baja. Hasta el año 2007, con la Ley de Igualdad, si la madre moría, tampoco pasaba la baja al padre. Por fortuna el legislador pensó que ya era hora de solventar ese pequeño desliz legislativo.
¿De qué sirve un cambio social cuando no existe posibilidad legal de llevarlo a la práctica? Cada día son más los varones que viven la paternidad como algo real y no simbólico, padres corresponsables con sus parejas que a los trece días del nacimiento no tienen posibilidad de compartir ese tiempo porque no son sujetos de ese derecho salvo que la madre se lo preste, y si te prestan algo es porque no es tuyo. Las mujeres hemos luchado por todos los derechos legales que en su día nos fueron negados, muchos de ellos nos son reconocidos en la ley pero no en la realidad. Tenemos derecho al mismo salario que los hombres por un trabajo de igual valor y cobramos un 30 % menos. Aunque es cierto que hay que seguir luchando por la igualdad real, también lo es que, hoy en día, no podríamos tolerar una norma que nos negara este derecho de forma explícita. En cambio los varones sí lo toleran. Toleran no tener un derecho autónomo a la paternidad, no tener ni siquiera la posibilidad de utilizar el tiempo correspondiente a la madre cuando caiga enferma durante su descanso maternal. Hasta el 2007 sólo se reconocían por ley dos días de permiso laboral por nacimiento, el mismo que si te mudas de casa. Hoy los trece días que se reconocen son menos que los que se disfrutan por casarte: quince. Esa es la importancia que nuestro derecho da a ser padre.
Lo normal sería que no nos pareciera normal que el primer apellido sea siempre el del padre, tan poco normal como si fuese siempre el de la madre el primero. Lo normal sería que pudiera ser el primero cualquiera de los dos apellidos.
Lo normal sería que no nos pareciera normal que hombres y mujeres no tengan el mismo derecho de cuidar a las criaturas que entre dos traen al mundo. Lo normal sería que la maternidad y la paternidad no significaran cosas tan distintas todavía.
Lo normal no debería ser lo normal.