No sabemos casi nada. O, al menos, es difícil conocer la realidad a través de los grandes medios de comunicación. Tan contaminados, tan seguros de hacerlo bien aunque todos los días le den zarpazos a la dignidad del periodismo.
He estado ausente de este blog unas semanas porque la realidad me ha superado. Sólo ahora comienzo a poner una pieza junto a otra y, aún así, me está costando escribir. Estoy en Venezuela, un país deformado hasta el drama por los medios y de una complejidad apasionante. Me comprometo a escribirlo todo, a tratar de aportarles un punto de vista diferente al que están acostumbradxs. No sé cuándo.
Sí sé que la Venezuela que he raspado es mucho más profunda, apasionante y necesaria que la sarta de espacios comunes, prejuicios y novelas de realismo mágico que nos quieren colar. Este país, dramáticamente condicionado por su riqueza petrolera, esconde bajo la epidermis una auténtica lucha revolucionaria. Esa no se hace desde los despachos ministeriales o desde las Misiones. El Gobierno de Chávez lo que sí permite es que cientos de iniciativas comunitarias, de autogobierno y autogestión estén tomando fuerza, madurando… El resultado es incierto, pero puedo atestiguar que se trabaja duro y con un alto nivel político.
Este post es sólo para decirles que sigo aquí. Lo siguiente será justificar las afirmaciones del párrafo anterior, pero eso será en el siguiente.