Lola está y se ausenta. Cosas de náyades. Cruza las piernas, se encorva y apoya la mano. Pablo lo descruza todo. Lola es hipocorística. Así como Diafragma 183 se queda con la inicial y el dígito para convertirse en D183, así hace Lola, a la que nunca le he preguntado si es María Dolores. ¿Lola es un reflejo? ¿Y la realidad? A veces hablo de eso con Jaime. Jaime y Lola no se conocen. Pablo sí conoce a Lola. Claro. Pero no a Jaime. Con Jaime hablo de la realidad. Al menos, de lo que Jaime y yo –que compartimos generación – creemos que es la realidad. Jaime es periodista. Como yo. No recuerdo si alguna vez lo escribí ya en este blog: la actualidad y la realidad son cosas diferentes. Yo prefiero la segunda. Las dos deben converger, pero es asunto enmarañado de horadar a las dos de la madrugada, en soledad, después de una tortilla poco cuajada en el Abrigadoiro –bodega ineludible en una visita a Compostela– tras cerrar varias páginas de un periódico. La tortilla era de patata. ¿Y el periódico?