Llevo varios días procrastinando alrededor del asunto. El llamado de un personaje de televisión —que a mí siempre me ha resultado siniestro y repugnante, ya sea en sus inocuas entrevistas al actual presidente de México o a Carlos Fuentes—, a desestimar o de plano no hacer caso al subsecretario de Salud de México, el doctor Hugo López Gatell, ha terminado por sacarme del marasmo.
El asunto, una escaramuza mediática que el día de mañana habrá perdido la menor relevancia, importa por lo que tiene de fiel retrato de la política en nuestros días: el títere lector de tele-prompter, de nombre Javier Alatorre, desautoriza y hace picadillo al doctor de México y sus credenciales científicas, a saber movido por qué turbios propósitos y convoca a la desobediencia (no precisamente civil) telespectadora.
Lo cierto es que Hugo López-Gatell, médico de la UNAM y doctorado por la universidad Johns Hopkins, pertenece a una élite mundial de expertos en epidemiología entre quienes se encuentran también el “Doctor Muerte” de la universidad de Melbourne, Alan Lopez, la “epidemióloga del Pueblo”, Nancy Krieger de Harvard, la profesora de Imperial College Christl Donelly, quien participó en erradicar la enfermedad otrora conocida como la vaca loca, David Brilliant, quien encabezó la cruzada mundial contra la viruela, y desde luego, el “Doctor de América”, Anthony Fauci, a quien debemos en buena medida la forma en que a la fecha se combate el virus del VIH.
Así es, leyó usted bien: una élite —para fortuna de la humanidad— del conocimiento, no de la politiquería en la que son expertos tiros y troyanos.
Y se trata de una élite de un conocimiento a la vez muy preciso, de altísima especialización, pero para el cual se requiere también poseer competencia suprema, más allá de lo ordinario, en un conjunto variado de disciplinas en el campo de la medicina, la biología, la estadística, la bioética, la economía y el comportamiento social, resumiendo en grado extremo la curricula que constituye el campo del saber que llamamos: epidemiología.
Aunque usted no lo crea, la misma universidad ubicada en Maryland y Washington D.C. que engendra a los más nauseabundos mandamases y mandamenos de la política pública y diplomática, también produce a los mejores epidemiólogos del planeta. La universidad Johns Hopkins literalmente fundó los estudios de epidemiología en 1919.
Fue en la Escuela Bloomberg de Salud Pública donde Hugo López-Gatell cursó su doctorado. En particular la especialidad de Epidemiología requiere, cuando menos, que usted sea el mejor de su clase en la facultad de Medicina. Al término de los estudios de doctorado, se espera que tenga conocimientos profundos y competentes, por ejemplo, en historia epidemiológica, métodos estadísticos uni-variados y multivariados, conducción de investigación epidemiológica con base en necesidades operativas, mecanismos propios de colección de datos y cuestiones éticas relevantes, así como competencias muy específicas en los que se entiende por comunicación social.
Ya quisiera yo ver al tal Javier Alatorre o cualquiera de los expertos en Opinión que infestan las páginas de los diarios en México, pero también a los defensores del presidente y a los talibanes a sueldo del Estado mexicano, sentarse a sufrir el examen de admisión de la Escuela Bloomberg de Salud Pública.
Continúa en 2a. Parte.