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Los animales y la perfección

 

«Los sabios han deducido la inferioridad de los animales respecto a nosotros del hecho de que, desde que existen, hacen las mismas cosas con los mismos movimientos, que no inventan ni progresan. El conejo cava su madriguera de la misma manera que hace diez mil años, el jilguero trenza su nido, la araña teje su tela, el castor construye su cabaña, sin aportar jamás la menor modificación en la forma y el ornamento. Como si se les hubiese negado toda fantasía, toda espontaneidad individual, toda libertad crítica; obedecen tan solo a unos ritmos puramente mecánicos, que se transmiten con una precisión desconcertante y una regularidad servil a todas las generaciones de conejos, de jilgueros, de arañas y de castores.

¿Quién nos dice que lo que nosotros llamamos ritmos mecánicos no son leyes morales superiores, y que si los animales no progresan es porque han llegado ya a la perfección, mientras que el hombre tantea, cambia, destruye y reconstruye, sin haber llegado todavía a la estabilidad de su inteligencia, al final de su deseo, a la armonía de su forma?»

Octave Mirbeau, Memoria de Georges el amargado, Impedimenta, 2009

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