“Los “bits” no se pueden comer, es decir que no pueden acabar con el hambre. Los ordenadores no tienen moral; no pueden ofrecer soluciones para temas complejos como el derecho a la vida y la muerte. No obstante, la era digital es motivo de optimismo”, escribe Nicholas Negroponte en “Mundo digital” (Being digital) : “ Al igual que una fuerza natural, la era digital no se puede ni ignorar ni detener porque posee cuatro poderosas propiedades, que a fin de cuentas la harán triunfar: Descentralización, globalización, armonización y capacitación para actuar.” Negroponte no está hablando del peso de internet en la erupción revolucionaria de estos días en el mundo árabe. El fundador y director del MIT Media Lab escribió su Best Seller en 1995. No hace mucho pero eran otras épocas. A muchos su obra les parecía de ciencia ficción y los integrantes del Media Lab unos ilusos obsesos del multimedia. Jerome Wiesner , el entonces presidente del Masschusset Technichal Institute (MIT) , les brindó todo su apoyo aunque le inquietaba la posibilidad de que se abusara de internet cuando estuviera a disposición de las masas. “También temía el desempleo que se generaría en una era digital que elimina muchos puestos de trabajo y crea muy pocos”, recuerda Negroponte en su libro. Hoy vemos que ni Wiesner ni Negroponte andaban muy equivocados. Hay más que dos caras de esta misma moneda. Mientras el aumento de cuotas de desempleo amarga a Europa, mientras en Egipto la juventud celebra el éxito de una revolución encendida y difundida por las redes sociales de internet, estoy releyendo “Mundo digital” en Uruguay, el país que más caso ha hecho a Negroponte dando a cada niño y a cada maestro de la escuela pública gratuita un laptop de los que desarrolla el Media Lab, que en un principio deberían haber costado 100 dólares cada uno, pero hoy los compra el Gobierno por 180 y parece ser que vale la pena.