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Mientras tantoLos deseos (siempre) se cumplen

Los deseos (siempre) se cumplen

Sestear absorto y pálido   el blog de Jose de Montfort

 

Como soy uno más de los sufridores del así llamado sprit d´escalier, cuando ella me preguntó si conocía a alguien a quien se le hubieran cumplido sus sueños (alcanzada cierta edad), no supe qué contestar en aquel momento; la otra noche. Pareció tan retórica la pregunta, tan taxativa, pero poco solemne; ningún agravio se notaba en la voz de mi interlocutora, aunque sí un palpable descreimiento.

 

Pues bien, como que siempre se me ocurren las ideas de manera tardía, anduve dándole vueltas a la cosa y me acordé de Permagel (Club Editor, 2018), de Eva Baltasar. En esta novela, una lesbiana suicida nos cuenta sus intentos por armonizarse, por buscar que su vida alcance algún sentido. Es una novela también tardía (o demorada), en el sentido de que –con matices- la protagonista alcanza una cierta mínima estabilidad y un integrarse más o menos de lleno en la vida adulta, profesional y relativamente ordenada en torno a los cuarenta.

 

Siendo nada desdeñable la importancia que supone el tratamiento de una experiencia considerada hasta hace muy poco subalterna (la mirada lesbiana), al menos en lo que respecta al mainstream o a su normalización, me gustaría centrarme, sin embargo, en el trasvase de deseos (ya muchos reseñistas se han ocupado de señalar denodadamente la “escritura vaginal” de Baltasar).

 

A lo que vamos, sería lo que sucede en esta novela un desvarío contemporáneo de la metempsicosis: la transmigración del deseo. A falta de alma que sacar a pasear, y siendo que somos más en estos tiempos de karma (o de kamis), se diría que es lo único que nos queda. Pero, alerta, que no hablo de la re-acomodación del deseo, ni de su transferencia, sino de su transmigración. El deseo no se modifica ni se permuta sino que, tal cual, pasa de una persona a otra. Así, donde en la metepsicosis la persona moría y se iba a vivir a otra, aquí lo que sucede es que la persona revive y el deseo, al marcharse a otra persona, de alguna forma (aunque en Permagel sucede de manera literal) la “mata”.

 

Y la conclusión es que sí, que los deseos se cumplen siempre. Solo es que muchas veces se cumplen en los otros, de rebote (es como una especie de gracieta que nos hace la vida). O se nos cumplen a nosotros mismos, los deseos; pero, atención, que esto es lo más triste: se nos cumplen cuando ya nos da igual.

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