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Los diapasones del tiempo

 

 

Los diapasones del tiempo (toki no chô shi) han sido entendidos en Japón, durante siglos, como esa especie de peinetas o pasadores que unían los velos y las mantillas del tiempo a las obras de arte que se disfrutaban en cada estación del año. Los cocineros sentencian que un banquete o una gran cena debe llevar un aroma conductor por encima de todos los platos; por ejemplo, la yerbabuena, el jengibre, la canela… un aroma común que enhebre todos los alimentos.

 

Estos invisibles diapasones prendían por igual la idoneidad de los tejidos, los adornos de la casa, las músicas, las comidas, las lecturas y hasta los espectáculos, no sólo con la estación reinante, sino también con los días, las noches y las horas. La escritora Sei Shonagon, en su conocido Libro de cabecera, trata de los colores y tejidos que deben lucir los kimonos en cada estación del año, y lo hace con la misma delicadeza que si hablara de los asuntos del alma.

 

Otros japoneses desmienten el falso significado atribuido a estos diapasones temporales, que –según su versión- regulaban los tonos sonoros de una representación, de acuerdo con el momento, el tamaño de la sala y el número de espectadores.

 

Disfrutar de los dones de cada estación es una hermosa manera de afrontar la vida. Habría que vivir en otoño, dormir en invierno, despertar en verano, y en primavera enamorarnos; todo regido por los diapasones del tiempo.

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