El 3 de mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, fiesta mayor para Reporteros Sin Fronteras, y durante toda la jornada hacemos circular cifras que recorren las redacciones, se insertan en los guiones de los informativos, se animan gracias a los compañeros de infografía. Nos ayudan a llamar la atención sobre el deterioro de la libertad de información en el mundo: una cruz de doble cara, pues afecta al derecho de los periodistas para informar, pero también al derecho de los ciudadanos para ser informados.
Somos de la profesión y sabemos que tenemos 24 valiosas horas para explicarle al mundo que, más allá de la élite de las democracias en las que vivimos y que permiten a los medios expresarse libremente –tanto, que a menudo la opinión poliniza a la información y el ciudadano desconfía de nosotros– existe una apabullante mayoría de países en los que ser periodista es arriesgar la libertad, la salud física y emocional y, por supuesto, la vida.
Ucrania, Rusia, Afganistán o México nos ayudan este año a que nuestro mensaje en defensa del periodismo plural e independiente se entienda como lo que es: la convicción de que la libertad de prensa es el mayor indicador de salud de una democracia, y no una autocomplaciente reivindicación gremialista. El mundo se va volviendo progresivamente autoritario, cuando no totalitario. Despavoridos y arrinconados en nuestro cada vez más asediado fortín de libertades, constatamos que los autócratas se propagan por los mapas que manejamos y, con ellos, las persecuciones a quienes pueden denunciar sus tropelías.
El 3 de mayo aprovechamos el tirón mediático y contamos cómo en los nueve meses que llevan los talibanes gobernando su emirato del horror cerca de la mitad de los medios han cerrado y más del 80% de las mujeres periodistas han perdido su empleo. Algunas forman parte de los 90 profesionales de los medios y familiares que RSF España ha logrado evacuar del país.
Hablamos del baño de sangre con el que México ha inaugurado el año, con más asesinatos de periodistas en los dos primeros meses de 2022, que en todo 2021. Cadáveres que se amontonan en la pira de la impunidad, mientras Andrés Manuel López Obrador, su presidente, la emprende a diario contra la prensa y pone a otros colegas, literalmente, en el disparadero.
Y, por supuesto, nos explayamos con la guerra en Ucrania, que recuerda a la sociedad cuán valioso es que la prensa nos cuente qué sucede y dé fe de los crímenes que otros quisieran cometer sin testigos, sorteando toneladas de propaganda en el otro frente de este conflicto, el de la desinformación. Explicamos cómo el tiro de gracia asestado por el Kremlin a la prensa independiente rusa ha logrado sumir al país en el “abismo informativo soviético”, de cuyo advenimiento ya nos advertía Anna Politkovskaya, asesinada el día del cumpleaños de Vladímir Putin, hace 16 años.
El 3 de mayo es el “día grande” de Reporteros Sin Fronteras, el día en el que damos titulares y obtenemos el apoyo de todos los compañeros para reivindicar nuestra causa justa, ofreciendo datos, entrevistas, análisis. Mientras desgrano mis conocimientos y mis reivindicaciones, mi pensamiento vuela a lo que realmente me gustaría contar, imposible de condensar en un corte radiofónico o un entrecomillado escrito. Los medios hacemos mucho ruido, pero la verdad del periodista siempre clama en silencio las historias no contadas, que agitan nuestra conciencia mientras nos sumamos a la fanfarria; el 3 de mayo, las mías hablan de personas, de compañeros queridos de todo el mundo, cuyas vivencias hemos compartido entre cafés, vinos, abrazos y lágrimas.
Todas ellas se parecen, todas ellas cuentan el apego tenaz de personas normales por que prevalezcan dos conceptos siameses: la verdad y la justicia. Mis héroes anónimos del 3 de mayo son periodistas que no consienten que las vulneraciones a la ley y a los derechos humanos que se cometen en su entorno queden sin contar porque son ciertas y porque son injustas. Todos ellos quieren narrarlo para que se sepa, solo eso. Y “solo eso” les supone ser acosados, amenazados, despedidos, secuestrados, detenidos, agredidos, violadas, encarcelados o forzados al exilio.
Mis héroes del 3 de mayo se llaman Khadija o Feridoon (Afganistán); Teresa, Priscilla, Cynthia, Álex o Rosa Isela (México); Óscar o Andrea (Colombia), Épiphanie (Ruanda), Ayham o Mohammedd (Siria), Carmen Valeria (El Salvador), Edgardo, Tania o Eddy (Nicaragua); Mario o Waldo (Cuba); Ivan o Ilya (Rusia y Ucrania), Belal (Egipto), Mratt (Birmania), Ahmed, Mohamed o Nazha (Sáhara Occidental) y todos aquellos que sufren heridas físicas y emocionales de compleja sanación por apegarse a la verdad y a la justicia.
Ellos susurran bajo las cifras y en ellos pienso mientras las recito, cada 3 de mayo, encomendándome al poder divino que le confieren los medios para no tener más amigos héroes.
Nota: Reporteros Sin Fronteras acaba de estrenar con RNE la segunda temporada de su podcast Vivir para contarla, en el que se recogen los testimonios de periodistas perseguidos, y el contexto de su país. Este año, abre la temporada Rosaura Romero, viuda de David Beriain (asesinado el año pasado en Burkina Faso junto a Roberto Fraile), a la que siguen Teresa Montaño (México), Ariel López (Nicaragua), Óscar Parra (Colombia) y Waldo Fernández (Cuba). Todos ellos, héroes del 3 de mayo.
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