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Mientras tantoLos límites de mi mundo

Los límites de mi mundo


 

Imposibilidad de hablar sin perder las cuerdas vocales, eso significa en términos científicos padecer afasia. La pérdida, más o menos grave, de la inmersión en el idioma materno.

 

La parte más humana de la comunicación, la comunicación verbal, tiene como característica asombrosa otorgar a quién sabe usarla la capacidad de realizar una combinación infinita de unidades de significado a partir de un número limitado de reglas. Gracias a todo esto los seres humanos consideran semejantes a quienes comparten ese tipo de comunicación.

 

Biológicamente el sentido primordial del género humano es la vista, pero culturalmente es la imaginación. Y la imaginación no trabaja con la vista, trabaja con el oído que escucha atento la palabra. Por eso la cultura visual viene impuesta como algo extranjero y nunca resulta natural ni sus ítems permanecen en el tiempo, en su verdad. El ver a los demás significa en realidad escucharles, leerles, mirarles a los ojos y construir su figura con sus frases, su mundo con los significados que produce y que quiere producir. Somos sangre de letra.

 

¿Quiénes son los que no pueden hablar bien? ¿Quiénes son los que no se pueden hacer comprender?

 

Cuando se menciona la combinación infinita en la capacidad de la comunicación verbal se está haciendo referencia a un infinito a modo de las mónadas de Leibniz, uno conectado por todas partes en el cual cada parte, cada combinación significativa, conlleva en su interior el rastro (si se quiere tirar de él) del resto de significados posibles. Pero es un infinito en acto, esto es, son partes, no es realmente todas las combinaciones posibles de significados sino todas las combinaciones posibles que según unas reglas, algunas explícitas y otras no, resultan o no acertadas. Esto implica cierta capacidad para el hablante, de comprensión y de manipulación que cae siempre entre los nódulos o mónadas sin caer entonces en el aire de la incomprensibilidad. Quienes caen, se separan, se abre el espacio, se queda entonces fuera de la comunidad, la comunidad lingüística, más o menos irreversiblemente pero siempre con alguna parte fuera.

 

Se les dice a los familiares de los pacientes con afasia que aprendan a interpretar el resto de las posibles comunicaciones a las que puede un ser humano acceder, como el lenguaje verbal. Pero el enfermo ya está en la categoría de “el otro”, mucho más allá que otro tipo de enfermos, las enfermedades que tienen que ver con el lenguaje generan el infierno de Sartre pero mucho más allá de lo descrito por Sartre.

 

El contacto que se establece entonces entre los dos mundos es la búsqueda de una nueva forma de glándula pineal que Descartes pudo reconocer en su momento. Esto es, se han catalogado los diferentes tipos de afasia según las áreas del cerebro que se han visto dañadas dando como consecuencia trastornos en el lenguaje (y a veces en la capacidad motora del cuerpo) dando un espacio a la comunicación verbal en el cerebro humano.

 

El modelo científico de explicación denominado ‘declarativo-procedimental’ que defienden neurocientíficos como Michael Ullman y que concuerda con los resultados de los experientos realizados ordena las capacidades de la comunicación verbal en dos categorías.

 

Una se refiere al aprendizaje y la representación de conocimientos sobre hechos y eventos, es decir, toda aquella información asociativa-contextual. Según este modelo esta categoría corresponde a la memoria declarativa que se asocia a regiones del lóbulo temporal medial conectadas a regiones necorticales del lóbulo parietal, situado en su mayor parte, pero no únicamente, en el hemisferio izquierdo del cerebro.

 

La otra parte hace referencia a toda la memoria que en la comunicación verbal no es consciente y se trata del aprendizaje y del control de las habilidades cognitivas, información encapsulada, como dijeron Squire y Zola (1996). Con relativo acceso al otro sistema de respuestas. Esta parte se llama aquí memoria procedimental y está enraizada en las estructuras gangliales fronto-basales. Ambas partes se asocian respectivamente al aprendizaje y representación del léxico y al conocimiento de la gramática.

 

Así pues queda la afasia catalogada. La medicina otorgándoles nombre vuelve a acoger al enfermo fuera del infierno, al menos en un principio, en casa humana, en la red, con el apoyo de los que ya pueden situarlos y tienen códigos acerca de cómo tratarlos. Sin embargo esto no deja de ser una apariencia pues se ha creado una red alternativa, una que se superpone, un problema dentro de la red con vacíos y agujeros no esperados. Se juega entonces a una apariencia, pues de la misma manera que la anatomía no da una respuesta exacta como Descartes si quería dar, no hay una referencia exacta, no se sabe a qué corresponde o cómo se traduce el lenguaje que utilizan los enfermos de afasia con el lenguaje que utilizan los no enfermos. No hay una referencia directa cerebro-comunicación verbal.

 

Según el modelo declarativo/procedimental la memoria declarativa lleva dentro una memoria asociativa donde cae todo el conocimiento acumulado sobre las palabras, como los sonidos, los significados, etc. La memoria procedimental se ocupa de la capacidad de computación lingüística de sentencias. Estas son las generalidades del sujeto de comunicación verbal según un modelo que frente a otros como el de Bates y MacWhiney (1989) o Macdonal, Pearlmutter y Seidenberg (1994) que no postulan diferencias categóricas entre las formas lingüísticas composicionales y las no composicionales, puede explicar el porqué de los resultados de estudios recientes sobre afasia (Ullman, 2000b) que exclaman que una disfunción en la memoria procedimental puede que produzca en los sujetos que la padecen la memorización de formas lingüísticas de una manera distinta.

 

La inmersión lingüística entonces se produce transformando cada regla en un caso explícito, procurando que cada regla quede explícita en todos sus casos posibles de forma que sea accesible a la memoria declarativa. El sistema del lóbulo temporal tiene una plasticidad relativa capaz de jugar un papel importante en la recuperación de las funciones gramáticas.

 

Este aprendizaje consciente, explícito, de los procesos gramáticos inconscientes puede diferir en mucho la descripción de los mismos procesos y sin embargo producir el mismo tipo de sentencias y comunicaciones. En  estudios sobre bilingüismo (Birdgsong, 1999; Johnson y Newport, 1989) se ha postulado que la segunda lengua si se aprende desde una edad temprana se procesa la información de forma muy similar a la primera pero que, sin embargo según se avanza la edad o según se tiene menos práctica cada vez más el trabajo lo realiza la memoria declarativa en su mayor parte. Así en los estudios sobre la afasia mencionados se encontraba que los pacientes con afasia llegaban a mostrar una mayor destreza en el segundo idioma que en el primero.

 

Esta traducción de una memoria a otra es un intento del paciente por entrar en el mundo que le ha sido prohibido (temporalmente o para siempre), y sin embargo no se puede decir que lo haya conseguido. No se puede afirmar eso. Según este modelo que explica los estudios realizados, la memoria procedimental realiza un salto cualitativo convirtiendo la cantidad de información en las famosas ‘skills’ tan estadounidenses. En capacidad computacional, en creatividad lingüística infinita. Sin la capacidad de ese salto cualitativo no se puede afirmar que en vez de una mónada salga del pensamiento de un paciente con afasia un agujero negro, aún con la traducción intentada. Es la diferencia, caminar sobre una red o tan solo intentar simularla. ¿Se podrá buscar la maldita glándula de Descartes, sea la que sea? ¿Estará en el cerebro?

 

Hay una barrera que lo es precisamente por ser invisible. De peores mares hemos salido, habrá que encontrar un resultado.

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