—El otro día leí, ya no sé ni dónde, que la actualidad no es la realidad, o algo parecido.
—Si te lo mandé yo. Sí. Decía eso. Pero yo tampoco recuerdo dónde lo leí.
—Los periódicos escribimos de nuestra realidad.
—Si acaso los dominicales sí que se acercan a veces a los temas que de verdad interesan.
¿Los dominicales? El tema estrella del XL Semanal de este fin de semana es una entrevista a Mireia Belmonte. Con sus dos medallas en los Juegos Olímpicos de Londres es la nadadora más exitosa en la historia de España. «Ha nacido una estrella», titularon muchos medios de comunicación.
La entrevista comenzaba así: «Una tarde del verano londinense, Mireia Belmonte se lanzó al agua con muchas esperanzas y 7.000 seguidores en Twitter, para salir un minuto después con una medalla de plata y olímpica y 25.000 seguidores. Hoy se aproxima a los 100.000». Twitter como termómetro del éxito.
—Estamos perdiendo el rumbo con Twitter. Todo lo que ahí ocurre es noticia. Y ahí no estamos más que los periodistas, que somos como somos.
—Yo he estado un tiempo sin apenas entrar en Twitter. Pero ya he detectado qué ocurría. He hecho una limpia importante.
—Todo el mundo sabe de todo; de todo tiene opinión. Es agotador. Y no hacen más que repetir sandeces y tópicos.
—El otro día no me pude aguantar y respondí a uno que había escrito una tontería.
—Y no te contestó…
—No.
George Orwell escribía con una lucidez asombrosa. Murió joven, con 46 años. Hoy se le recuerda principalmente por ‘1984’ y ‘Rebelión en la granja’, dos novelas que ganan vigencia conforme pasan los años. Lo que hace es desarrollar las ideas que ya iba plasmando en la columna ‘As I please’ que escribió entre 1943 y 1947 para ‘Tribune’. Anticipó el secuestro del lenguaje por la política o la deriva de aquellas ideas que pretendían asegurar el bien común. Por su cabeza no pasaba Twitter, pero no daba puntada sin hilo. Ya había listos en la mitad del siglo XX: «Cuando se compara la prosa de Butler con las contorsiones de Meredith o las afectaciones de Stevenson, se ve a las claras qué tremenda ventaja se tiene, lisa y llanamente, cuando no intenta uno dárselas de listo».
—Es un chiste muy malo, lo leí hace tiempo, pero lo acabo de recordar: «Va un gurú de Twitter a un bar y no lo conoce nadie».
—No tienes ninguna gracia contando chistes.
—Pero este es bueno, que te has reído. ¿Sabes? Tienes que leer a Orwell. Mira lo que dice aquí: «Me pregunto cuántos de los actuales figurantes en el ‘Quién es quién’ merecerán que se lea algo sobre ellos en el año 4226».
—Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio, ¿no?
—También que la historia se repite. Escucha:
A medida que asoman las nubes por el horizonte político, la mayoría mucho mayores y mucho más sucias que la mano de un hombre, aparece un hecho que se impone sobre todos los demás una y otra vez, a saber, las complicaciones por las que atraviesa el gobierno, tanto en el presente como en el futuro, que provienen, en gran medida, de los fracasos en la tarea de darse la debida publicidad en que incurre el gobierno mismo.
A la ciudadanía no se le dice con la suficiente claridad qué está pasando, y por qué, y qué cabe esperar que suceda en el futuro inmediato. A resultas de ello, cualquier calamidad, sea de las dimensiones que sea, toma por sorpresa a la masa de la ciudadanía, y el gobierno incurre así en una mayor impopularidad, al tomar medidas que cualquier gobierno, de cualquier signo, tomaría en idénticas circunstancias.
—¿Eso también lo escribió Orwell?