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Mientras tanto‘Los maestros cantores de Nuremberg’, hacer lo posible, para hacerlo posible

‘Los maestros cantores de Nuremberg’, hacer lo posible, para hacerlo posible


'Los maestros cantores de Nuremberg' de Wagner en la Deutsch Oper de Berlín
‘Los maestros cantores de Nuremberg’ de Wagner en la Deutsch Oper de Berlín

En memoria de Carmen Rodríguez Baladrón

La cosa va de reposiciones. La cartelera de ópera en Berlín, con tres teatros de ópera importantes, fruto de su historia reciente, es larga y extensa. Y esta Semana Santa han coincidido tres obras de Wagner. Los maestros cantores de Nuremberg en la Deutsche Oper es una de ellas. La que se suele denominar la ópera fácil de este compositor por eso de que está llena de arias y es una comedia ligera o al menos una tragicomedia.

La historia es la de una pareja que se ama. Pero él es un aristócrata. Ella es una burguesa. Diferencias de clase. Y el padre de ella no se opone de forma directa, pero sí lo va a poner difícil que a él no le gustaría emparentarse con una clase que ha mostrado desprecio y desdén por la suya. Además de tener otro candidato. Un eficiente funcionario viudo que a ojos de la hija no tiene ni chicha ni limoná pero a ojos del padre ofrece esa estabilidad que le proporcionara una vida cómoda.

En la ciudad hay lo que se podría llamar un club muy influyente, el de Los Maestros Cantores, en el que están los más importantes hombres de la ciudad. Exitosos en sus negocios y funciones. El padre y el funcionario que pertenecen a ese club y son parte de su dirección. Ellos cuidan por la pureza y calidad de las canciones. Y todos lo años hacen un concurso

Este año el premio serán todos los negocios y riquezas del padre y la mano de su hija. Siempre que su hija acepte al ganador. Esta cesión a la voluntad de la hija tiene truco. Si no lo acepta, se quedará compuesta y sin novio. Es decir, perderá toda la riqueza familiar que irá al ganador y se la prohibirá casarse.

Lo que se cuenta y se canta en esta obra es si existe la posibilidad de que el amor puede vencer en esta situación política, es decir, pública. En la que un zapatero, y a la vez el mejor libretista posible de canciones, todo un poeta, tiene un papel principal. Es decir, pone inteligencia práctica al asunto gracias a su influencia dentro del club y de Nuremberg.

Porque ese es el acierto de esta producción. El situar la acción siempre en espacios públicos. No en los domésticos. Incluso en los momentos en los que los cantantes se confiesan a sí mismos, piensan o reflexionan en soledad, lo hacen fuera de sus dominios privados.

El amor, como acto íntimo entre dos personas, sometido a debate y a intromisión pública. ¿De quién se puede enamorar los que son como nosotros? ¿Puede la política mediante reglas poner puertas al campo amoroso? Como se ve nada más abrir un periódico o ver un telediario intentarlo lo intenta. Por todos lados. Aquí no hay orientación política ni ideológica que se salve. Primero clasificar para luego decir a quién amar y cómo amar.

Por eso esta escuela en la que está situada la acción está tan bien elegida. Allí los que se supone que saben y mandan, la directiva de la escuela y del club sienta cátedra y se mueve para hacer valer sus ideas. Lo tienen fácil, pues la crítica viene de los chavales, los alumnos que todavía tienen poco o ningún poder, excepto el de hacer algo de ruido o quejarse como chiquillos.

Para eso está Hans Sachs, el zapatero de la escuela, que bien podría llamarse Escuela de Canto de Nuremberg. Y como ya se ha dicho un tipo con influencia porque, siendo libre, una libertad que se muestra vistiéndolo de una forma hippy, de alemán pasando unas vacaciones en la costa mediterránea española, es escuchado y atendido como sabio por los que mandan y ordenan, y por los que están comenzando a tener un rol social.

Sí. Todo está en el drama de Wagner, en el libreto. ¿Y en la música? A tenor de lo que se oye al principio parece que no. En el foso hay cierto desgobierno. Pero al mando está un director, Ulf Schimer, que debe tener la misma capacidad de influencia y carisma que Hans Sachs, el zapatero. Pues se hace con la situación y, aunque dirige de una manera en la que se pueden apreciar los instrumentos sobre la tela sonora que crea Wagner, consigue que el espectador se mantenga atento a la escena. A lo que pasa y lo que les pasa a los personajes. Y piense que es la música, cuando, como Wagner sabía, lo que interesa es el drama. Nadie es inmune a una buena historia, sobre todo si se la cuentan con humor y gracia.

En este sentido, el elenco se ha elegido con esa intención. Thomas Johannes Mayer, el Hans Sachs de esta reposición, tiene la voz y la presencia para ser un influencer, que se diría ahora, inspirador y al que todo el mundo escucha. Se agradece que se luchase la función hasta el final, aunque mostró, sobre todo en el último acto que no se encontraba bien. Lo que se veía en como lo trataban sus compañeros cuando no estaba cantando, dejándole la silla para sentarse y dándole agua.

La pareja de Lena, el ama de llaves o criada, y David, el aprendiz de zapatero y cantor, formada por Annika Schlicht y Chance Jonas-O’Toole, con una evidente diferencia de edad, siendo él el más joven de la pareja, es otro de los aciertos, en esa idea que mueve esta obra de amar a quién quieras y como quieras. Buenos cantantes. Uno piensa que Chance podría cantar incluso haciendo el pino puente, pues aquí lo hace manteniendo el equilibrio en una postura de yoga de la montaña en una sola pierna.

Es cierto que tal vez Elena Tsallagova puede estar un poco gritada en su papel de Eva, la hija del burgués enamorada del aristócrata. Pero también es cierto, que puede estar justificada esa voz por las situaciones dramáticas, que cambia en los momentos que no son necesarios esos grito, como cuando intenta seducir a Hans Sachs o en el aria final.

Y choca la voz Magnus Vigilius, como aristócrata enamorado. Pero es perfecta para esa imagen de galán impuesta por cienes de películas, series y libros. Haciendo buena pareja con Elena Tsallagova. De ahí que funcionen tan bien en los duetos. Sean creíbles más allá de que guste o no la música o sus voces.

Como se disfruta cuando salen a la pista Albert Pesendorfer, el padre de la joven enamorada, y Philipp Jekal, el funcionario viudo que pretende a la hija. Que junto a Annika Schlicht, ya estaban en la producción original.

Pero claro que la producción no es perfecta. ¿Para que se quiere un zapatero en una escuela que la gente lleva zapatillas Crocs? No todos, pero los de zapatos tradicionales son los menos. Es cierto que aportan color a una escenografía de colores neutros y amaderados. El color que también aporta el hippy Hans Sachs.

Y habrá a quién le resulte extraño ver al funcionario viudo cantando una serenata a la amada tocando un piano cuando dice tocar un laúd. Una licencia criticable, pero también se la tomó Wagner, que para él el laúd tenía sonido de arpa. Al final no dejan de ser cuerdas percutidas de una u otra manera. Y hoy, más entendible como actor de amor.

Quizás eso sea lo más grande que hay que poner como pero. Lo demás son pequeñas nimiedades que influirán más o menos en la percepción del espectador en función de sus filias y sus fobias.

En cualquier caso, no se puede abandonar una crítica de esta ópera sin comentar esa mancha que tiene y la acompaña. El de haber sido señalada y marcada por los nazis como su preferida o, mejor dicho, como la preferida de Hitler.

Es verdad que, además de sus historias de lucha y defensa que los convirtieron en buenos nuremburgueses, al final de esta opera hay una celebración y defensa de la tradición alemanas que suena muy nacionalista. El propio Hans Sachs, que como buen político ha hecho lo posible porque el amor entre no iguales sea posible, como lo hace el equipo artístico de esta producción, canta esta loa. Por supuesto, las alarmas y la sensibilidad democrática se sienten apeladas después de la historia europea del Siglo XX.

Es ahí donde entra el final que se ha puesto en escena y que rompe con el que se ha visto siempre. El que se ha criticado como si se formase parte del club de Los Maestros Cantores y sus estrictas reglas hechas de temor a que le cambien las canciones que tanto aman. Donde siempre los amantes han honrado a Sachs custodiándolo ¿pero hay mejor manera de honrarlo en la actualidad que haciéndose cargo de su propia libertad la libertad que Sachs les ha dado?

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