Se tiene la sensación de que, de tanto usar al “fascismo”, éste ya ha perdido su lustre y hasta su esencia, como el pecho de Julieta en Verona; y que a otros extremismos, en el ínterin, les ha dado tiempo a instalarse cómodamente. Junto a la palabra “Mas” los últimos años, se lleva oyendo “fascismo” toda una vida que empezó con la democracia y ya va para siete lustros. Este fascismo del siglo veintiuno es un clavo del que muchos han colgado hasta columpios, desde los cuales van señalando a todo el que pasa un poco despistado, por fascista. Uno nunca aprenderá pero la técnica le hubiera facilitado enormemente su discurrir. Cuando su madre le decía: “levántate ya”, le hubiera podido responder: “mamá (o más propiamente mama,) eso es fascismo y me niego”. O cuando el profesor en el colegio mandaba ejercicios, le hubiera bastado con sentarse en el suelo, levantar las manos “pacíficamente”, y de ahí a un escaño en el Congreso. En Izquierda Unida y cercanías tienen el vocablo indigestado y se les repite todo el día, sin que, en decenios, se hayan preocupado por su dolencia, como si les gustase padecer de ardores. Del mismo modo, a Mas debieran de proporcionarle una excedencia del separatismo como a Morrie se la intentaba encontrar Henry de pedirle el dinero del atraco a Jimmy en ‘Goodfellas’. El tema es tan asfixiante que hasta los mandos a distancia cambian solos de canal cuando sale, o al menos eso le pareció el otro día. En ocasiones, igual que el niño de ‘El sexto sentido’, uno escucha su voz de pronto y siente deseos de esconderse debajo de la mesa y hacerse un ovillo hasta que pase la psicofonía. Y es que se debe tener cuidado porque aparece en cualquier momento y bajo cualquier forma. Ayer uno mismo se duchaba y Arturo de toda la vida (Artur al parecer desde el año dos mil) surgió de pronto entre el vaho proporcionándole un susto independentista que ni Tardá disfrazado de Freddy Kruger. No es lo mismo unas legislaturas de Mas (le gustan, además, cortitas) que toda una existencia, por lo que al menos a ese fascismo común, tergiversado para el consumo de la calle, ya cabría escribirlo de otra forma, tal vez faxcismo, para que nadie lo confunda con el original.