Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
ArpaLos Modiano de Le-Tan

Los Modiano de Le-Tan

Trece portadas de Pierre Le-Tan para libros de Patrick Modiano. Abajo, a la derecha, portada de «Paris de ma jeunesse», libro de Le-Tan prologado por Modiano

Quien pueda ver en una librería, que necesariamente tendrá que ser de viejo, la obra de Patrick Modiano publicada en las antiguas ediciones de bolsillo de la colección Folio, de la mítica editorial Gallimard, se encontrará con un bonus, con un premio añadido, como son las cubiertas de Pierre Le-Tan que las ilustran. Es Le-Tan un artista singular, hijo de una parisina de familia militar y de otro artista, el también exquisito pintor Le-Pho, hijo de Le-Hoan, el último virrey de Tonkín, que llegó a París desde la lejana colonia a finales de los años veinte a estudiar bellas artes. Tanto Le-Pho como Le-Tan resumen como pocos la afortunada fusión de cultura francesa e indochina, europea  y oriental,  que encontró en el Paris que fue capital de la cultura un campo favorable para su desarrollo.

Pierre Le-Tan conoce a Patrick Modiano en 1978, una vez muerto el padre del escritor, Albert Modiano, judío y parece que traficante del mercado negro y de los bureaux de compra de los alemanes, quien en los años oscuros de la Ocupación vivía en la clandestinidad con la identidad de Henri Lagroua. Una época en la que  frecuentaba junto con su novia Louise Colpeyn a un grupo viet en el que se encontraba Le-Pho, con quien mantuvieron cierta amistad, que años después retomarían sus respectivos hijos.

Una vez establecido o, mejor, recuperado, el lazo que unía a sus padres, la colaboración entre el artista y el escritor no tardó en llegar, algo nada sorprendente pues Le-Tan, artista pero también escritor, tiene muchas afinidades con Patrick Modiano. Ambos son un tanto melancólicos y, a su manera, divertidos e irónicos; ambos tienen en París una geografía compartida y los dos añoran un paraíso perdido, quizás el pasado de una infancia que nunca existió y cuya ausencia inspira sus obras. Aunque tienen una trayectoria propia que en el caso de Modiano le ha llevado al Nobel, ambos comparten proyectos como el libro ilustrado Memory Lane, lo esencial de la empresa común entre Le-Tan y Modiano  son las cubiertas para las obras modianescas, que al día de hoy son catorce si no me fallan las cuentas. Los dibujos del franco vietnamita presentan las obras del Nobel francés publicadas con anterioridad a 1978  y reeditadas después, hasta 1996 en que finaliza con el trabajo dedicado a Du plus loin de l’òubli. Un encuentro que propició durante estos años una de esas felices concurrencias de dos poéticas tan paralelas como coincidentes.

A pesar de que hubo un Le-Tan antes de Modiano –hay que recordar su colaboración en medios como The New Yorker, Vogue Décoration o The World of Interiors–, como lo hubo durante los años que duró su colaboración y también después –basta recordar esas maravillas de libros que son Paris de ma jeunesse o Carnets tangerois alguno de cuyos dibujos originales pude ver en París en su exposición “Intérieurs/Extérieurs”– los trabajos del artista dedicados a la obra del escritor francés ocupan un lugar destacado en el conjunto de su obra. Este extremo se puso de relieve con ocasión de la primera exposición dedicada a Pierre Le-Tan por un Museo, precisamente el madrileño MNCARS, donde, en 2004, y gracias a la trinidad formada por tres letanistas ilustres como Juan Manuel Bonet, director del centro, José Carlos Llop, amigo personal del artista, comisario e impulsor de la exposición,  se pudo ver el conjunto de la obra del que hasta entonces era en nuestro país un artista secreto por no decir desconocido excepto para unos happy few como los citados.

Es Pierre Le-Tan uno de esos artistas plurales, de aquellos que circulan por los dominios del arte y de la literatura participando de todas sus manifestaciones: colecciona objetos, naturalia y artificialia, y obras de arte con criterio mixto de wunderkammer y kunstkammer, como un Rodolfo de Habsburgo oculto junto al Sena que, solo atento a la construcción de su universo, desprecia el valor del mercado. Pinta, dibuja, diseña decorados, joyas y publicidad como las de Gucci o Lanvin, e ilustra revistas, agendas y etiquetas de vino, pero también escribe obras como Rencontres d’une vie 1945-1984,   Carnets tangerois, una galeria de personajes que es una aproximación al Tánger internacional, y Paris de ma jeunesse, una mirada a la ciudad de su infancia y juventud que comparte con Patrick Modiano. A veces, incluso esa vocación literaria se expresa por medio de una caligrafía exquisita, que recoge el interés tan oriental por los signos y que tanto acompaña a Le-Tan. Es lo que sucede en el catálogo de  la exposición Intérieurs●Extérieurs, verdadera joya escrita a mano por el artista con una caligrafía precisa y fina que ha convertido en dibujo.

En las distintas cubiertas de Modiano realizadas por Pierre Le-Tan hay siempre un paisaje que es característico del artista franco-vietnamita pero que es al mismo tiempo también muy modianesco. Todos son calles solitarias, bulevares nocturnos, coches de líneas imprecisas, edificios oscuros solo iluminados por la luz débil de alguna ventana tras la que parece existir vida, los neones, los garajes, algún hotel, las farolas tenues en paisjes de desolación de banlieue y de jardines recoletos aislados por rejas. Imágenes de la memoria, en su mayoría muy parisinas, como las obras que presentan, y como las que hay, en  sus obras, que hablan de su conexión con la literatura de Modiano, una literatura basada en la evocación más íntima.

Entre las cubiertas dibujadas por Pierre Le-Tan para las obras de Patrick Modiano sin duda cada uno tendrá sus preferencias, unas inclinaciones que no pocas veces están determinadas por el texto modianesco; como diría César Gónzalez Ruano, uno, desde luego, tiene las suyas. Entre ellas se encuentra la dedicada a De si braves garçons, la ilustración más larbaudiana para el más larbaudiano de los textos de Modiano, en el que la mirada del joven interno, con ese jersey escolar, parece esperar la llegada de la bella Fermina Márquez en un entorno entre el chateâu y el mannor. Luego, la de Dimanches d’août, en la que aparece una Niza soleada y desolada, con un paseante solitario, quizás el novio fotógrafo de Sylvia, la misma que esconde la “Cruz de Sur”, el brillante que siguen buscando todos los rufianes de la colaboración. Una cubierta que remite a un norte de África matissiano que luego inspirará a Pierre Le-Tan la visión del Tánger de los Carnets tangerois, al igual que sucede con Vestiaire de l’enfance, con esas construcciones geométricas y esa palmera evocadora de jardines mediterráneos o de los trópicos brasileños de Tarsila do Amaral.

Después me gusta Voyages de noces, con ese traction avant al que la nieve le ha quitado el negro Gestapo, que parece estar esperando a Ingrid y a Rigaud para llevarles a un soleado Saint-Tropez, lejos del eterno invierno de la Ocupación y de una vida difícil. Magnífica también la dedicada a La ronde de nuit, que, con una luz irreal, recoge el ambiente residencial y algo turbio del siempre algo inquietante Passy. Un lugar silencioso por el que a veces circula un aire siniestro; en el que, entre placitas y jardines ocultos, el doctor Petiot tenía su particular fosa de Katyn, como un ramoniano chalet de las rosas pasado de Ciudad Lineal al Bois de Boulogne. Unas calles por las que todavía parecen circular los gánsteres de la rue Lauriston o de la Pompe, junto a alguna anciana enjoyada y maquillada que probablemente tiene un pasado que se adivina novelesco o incluso  inconfesable. El personaje que pinta Le-Tan, detenido en plena calle, pone la nota de humanidad, pero de humanidad indefensa, de soledad al fin modianesca.

Luego estaría la cubierta, excelente por oscura, como el ambiente de la novela, que presenta Les boulevards de ceinture.. Hay en esta portada un neón que, en una noche de los años negros de la Ocupación, anuncia un bar junto con una luz, amarilla y débil, como de tiempo de guerra, que apenas ilumina la puerta de un garaje de donde podría surgir el inquietante Swing Troubadour, nombre que Modiano toma de la canción de Charles Trenet, otro tipo de la época. El contrapunto del coche aparcado y con las luces encendidas, un híbrido de Isotta Fraschini y Delahaye, de ecos tremendos  y quizás conducido por Eddy Pagnon, avisa de una inquietante presencia en su interior, la del Khedive-Lafont.

Seguiría con la portada de Rue des Boutiques Obscures, también e inevitablemente nocturna, con una puerta iluminada en primer plano tras la cual no sabemos que le aguarda a quien se dispone a traspasarla. Después estaría la más sosegada de De plus loin l’oubli, una novela en la que la desasosegante Jacqueline es una presencia absorbente, seguida de la imagen periférica de Un cirque passe, en la que el pilar de la vía del metro corresponde al boulevard Garibaldi, un lugar por donde sin duda cruzaron Giselle y Jean, inspirando ternura y huyendo de la sombra maléfica de Pierre Ansart, antiguo collabo, que ha inspirado otro dibujo para Paris de ma jeunesse. Luego   incluiría las portadas dedicadas a interiores como el salón de Villa Triste, quizás la menos interesante, o el bar de sala de estar, algo vulgar y muy sesenta, de Memory Lane. Sin embargo, entre todas las cubiertas tengo especial inclinación por la de Une jeunesse, en la que, alrededor de una farola doble, se combinan distintos edificios, entre ellos de nuevo un garaje con un rótulo déco y un cierre metálico bajado, al que se dirigen dos personajes tan desamparados como Odile y Louis, cuya vida en el París de los sesenta es una de las historias más conmovedoras de la obra de Patrick Modiano.

Al sumarse a la llamada de Gallimard y de Modiano, Pierre Le-Tan realiza unas ilustraciones en la que la figuración se interpreta a la luz de la literatura, de una combinación de orientalismo y línea clara, de caligrafía y ciudad contemporánea, de exquisitez y delicadeza de lo miniado, y de mirada nostálgica hacia un tiempo perdido de ecos parisinos. Unas cubiertas que atraen con una fuerza poderosa y que complementan, desde el arte, las obras de Patrick Modiano, lo que es un verdadero ejercicio de versatilidad y de literatura realizado desde el arte.

Más del autor