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Mientras tantoLos muñecos de chatarra en Guinea Ecuatorial

Los muñecos de chatarra en Guinea Ecuatorial


 

Futbolistas: con los rumores de un dispendio millonario os embarcasteis en un viaje por el que todos pusieron el grito en el cielo. No dudasteis ni un instante, y cual soldados cogisteis los hatos y obedecisteis al general que os comandaba, un marqués que casi acabó pidiendo disculpas al dueño de las vidas guineanas.

 

Ni antes ni después del partido pudisteis decir ni una palabra sobre los muchos guineanos que iban a hacer mucho sacrificio para estar a vuestro lado. Que coman, que estén sometidos a viles cadenas, que veros sea su único hecho feliz os dio igual, lo vuestro es jugar al fútbol como jugadores de futbolín. Entonces, ¿cómo podéis apadrinar oenegés con una actitud tan cerrilmente desgraciada? Además, que os conste que solamente os creéis la historia de que Obiang no os pagó nada, a otro con este cuento. Porque esto que hacéis es para no poner voz al hecho de que roban a los guineanos para pagaros, jugadores endiosados por nada.

 

Periodistas: ¿No parecía que había gran clamor por el hecho de que una selección excelsa se había convertido en la marioneta de un dictador? Pues haber predicado con el ejemplo y haber abandonado, por sólo 90 minutos, a este equipo de sordomudos. Una vez haber hecho lo mínimo para poner en evidencia su vergonzoso silencio, debisteis dejar que se comenten solos el partido, que lo televisen con sus cámaras domésticas y que las repeticiones a cámara lenta lo hagan con espejos comprados en un todo a cien. Y que la quiniela, un 1X2, lo marquen los difuntos, que son los que, teniendo un nombre, no pueden hablar.

 

Pues a todos vosotros, futbolistas y periodistas que los siguieron a pesar de todo lo sabido, ¡QUE OS DEN!

 

Barcelona, 17 de noviembre de 2013

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