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Los narradores

 

Para un narrador su
historia es lo más importante. Como si estuviese enfermo, hay que dejarle
expresarse y escucharle con atención. Acude a nuestra consulta con su vida, con
esperanzas, miedos y dolores. En muchas ocasiones, incluso pide socorro. Aunque
termine por hacerlo de las formas más peculiares, es allí donde el narrador es capaz de
reconocerse sin sentirse herido en su amor propio. Sin darse cuenta, hace
además partícipe al oyente de su relato, que comienza a descubrir que esa historia narrada
algún día, si no lo es ya, será la suya. Porque, en el fondo, todos somos
contadores de historias.

 

Detrás de cualquier
narración, se encuentra escondida una vida probable que conmueve. El narrador
puede permitirse el lujo de reflexionar sobre su camino y su proyecto vital.
Diáloga consigo mismo, se acepta o se rechaza. Nunca olvida que es un hacedor de
historias errante y tiene en cuenta sus huellas. Y, como tal, sabe tomar sus
riesgos. Cada siglo es pródigo en la desmesura y en la mentira, en la tristeza y
en la alegría. Muchas veces nuestra lógica naufraga entre lo maravilloso y lo
confuso, por lo que la verdad puede ser más que terrible.

 

Los narradores no
temen ofrecernos su mirada insatisfactoria, exclusiva y personal, quizá porque
consideran que en su manera de observar las cosas también está la de muchos
otros. Así intentan desentrañar una parte del mundo que habitan a través de sus
propios ojos y consiguen romper admirablemente los límites de una mirada
individual. Sin escapar del tapiz de su propia vida, iluminan a todo aquel que
busca parte de ese sentido que se sabe transmitido de generación en generación.
En el fondo, esa es la íntima verdad que intenta recoger cada narrador en una
especie de presentimiento alentador que bucea en las aguas oscuras del caos del presente.

 

Son los narradores,
falibles y endebles, los que continúan el camino recorrido en cada época: el
del encuentro de las palabras con aquella voz que sirva para escribir y definir un
tiempo. Con todo, cuando esta se descubre uno es consciente de que eso forma
parte de una historia lejana, donde es ya demasiado tarde para (casi) todo. Es
el preciso instante en que comenzamos a saber también mucho más de lo que nos
dejó dicho un pasado al que no pertenecemos.




“Los acontecimientos
contemporáneos difieren de la Historia en que no conocemos los resultados que
producirán”.

Friedrich HAYEK.

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