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Frontera DigitalLos "no name" nos interpelan

Los «no name» nos interpelan

Este artículo pertenece a la serie Remembranzas

No hace muchas noches en algunas redacciones se interesaban por la identidad del mendigo que encontraron muerto en una de las calles de Madrid. Lo mismo intentaron hacer en los servicios sociales del ayuntamiento, en la policía y en las asociaciones humanitarias que se ocupan de los indigentes y transeúntes. Pero no tenía documentación alguna.

Recuerdo que hace ya muchos años, unos treinta o así, estábamos un grupo de voluntarios sociales de Solidarios para el Desarrollo, en Pereira, ciudad de Colombia, para compartir nuestra experiencia de ser estudiantes en España y al tiempo un firme compromiso solidario de tener trabajo y reservar un tiempo a la semana para compartir con los más necesitados en centros penitenciarios, hospitales, residencias de ancianos, preparar envíos de medicamentos bien seleccionados a comunidades rurales, y libros a Escuelas de Magisterio etc  Al poco de llegar a Pereira nos unimos a una actividad admirable de jóvenes que salir una noche cada semana, a la calle para llevar en buenos termos “Agua panela” hecha a base de melaza y algunos bocadillos para los “gamines”, niños abandonados y que huelen cola y otros productos pero que, por la noche, se tendían en el suelo de los soportales de la Plaza mayor, por creerse más “protegidos”.
Pero lo que más me impresionó fue que. Mgr. Carrillo Castrillón, arzobispo y luego cardenal, muy amigo mío y entonces nuestro anfitrión, iba sin sotana sino con unos pantalones y un jersey de cuello alto. Y una noche, ante un comentario mío, respondió: “José Carlos, mañana, tan pronto como amanezca, vienen los carros de la limpieza y a muchos les atan en el pulgar de un pie con un cordel una cartela que dice “No name” (desconocido) ¡y los tirarán al camión de la basura!” Ante mi pasmo, me aclaró nuestro anfitrión, “tan pronto como nos vayamos de aquí o de otra plaza vendrán asesinos que los matan al tun tun o jugá

ando a apuestas de “a qué distancia los pueden «voltear» de un solo tiro; si no muere en el acto, el que pierde, paga su apuesta perdida y remata al gamín herido con un tiro en la frente”.
Se imaginan cómo nos quedamos el grupo de voluntarios de Solidarios. Mi mujer, Valle, le pidió, creo que, a Cristóbal, a Juan Antonio y a Bea, que la llevasen de vuelta a la casa porque… nosotros teníamos que proseguir la ronda. Era demasiado después de un día de trabajo y de compartir experiencias con encuentros con universitarios y con otras personas comprometidas.

Fue por entonces cuando a nuestro regreso, a iniciativa de Mª José Atiénzar, comenzamos a sacar café con leche caliente y algún bocadillo, desde el Rectorado de la Complutense, en donde el Rector y gran amigo Villapalos, nos había cedido unos espacios para seleccionar medicamentos.

Desde aquel entonces… cada noche, no sólo en Madrid sino en varias ciudades de España, los voluntarios sociales recorren las calles para llevar un poco de compañía junto a un vaso de café caliente y algunos dulces. Es sólo un pretexto. Las rutas arrancan de la Universidad Complutense, en Moncloa, siguen por Princesa, Gran Vía o Martín de los Heros, Desengaño y Ballesta o en los dédalos que parten de la Estación de Atocha. Hacia las ocho de la noche calientan leche, preparan termos y hacen bocadillos. A las nueve salen en grupos de dos para no asustar. Así se reparten cada año 12 toneladas de café con leche, “vaso a vaso”, agachándose y charlando un rato con los amigos de lujo.,,, saludándolos por sus nombres que nos esforzábamos por recordar… porque este pequeño detalle nos acerca.

Los voluntarios suelen ser estudiantes o profesionales jóvenes que tienen asignado un día de la semana para realizar su servicio social después de su jornada de trabajo. Es duro y no se termina hasta la una de la madrugada… o más.

Conocen a los sin techo, se «reconocen» los escuchan y acompañan. Estos saben que, si quieren, pueden ser trasladados a un albergue, o conocer dónde se puede comer o ducharse o recibir atención médica, a pesar de no tener papeles. Los voluntarios les ayudarán con eficacia y discreción. No hacemos preguntas, es mejor escucharlos… y que se sientan reconocidos como seres humanos que nos importan, nos interpelan y nos hacen sentir nuestra dimensión de solidaridad con todo ser humano.

No se fuerza a nadie ni se trata de convencerlos. Se trata de acompañarlos respetando su voluntad o su abandono.

Muchos ya no son marginados sino excluidos socialmente.

Desde el principio en Colombia, comprendimos que era una contradicción esforzarse por identificar a “este” marginado. Su rostro era el de todos, su situación era la de miles de personas en su situación por cuyo lado pasamos todos los días, quizá acelerando el paso, sin preguntarnos por sus señas de identidad. Es cierto que en España suelen ser adultos, hombres y mujeres rotos que agradecen un poco de reconocimiento y compañía.

Nunca dejamos de sentirnos todos un poco más pobres. Ayer, quizá nos agachamos para compartir ese café con leche. Hoy, los voluntarios sociales proseguirán su camino alumbrándose con esas sombras de la noche que, en silencio, proclaman la injusticia de una sociedad capaz de mantener estas injusticias. No nos preocupemos ahora por sus señas de identidad, nosotros también somos ese marginado, y cualquier otro ser humano que padezca discriminación, injusticia, hambre, soledad, rechazo y miedo.

José Carlos Gª Fajardo, Viejo fundador de esa ONG Solidarios y que ya no puedo salir esas noches porque ya estoy viejo, pero con un domicilio, familia y amigos. (Sí, confieso que hoy me he emocionado, pero la «contraseña» es… Nosotros seguimos)

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