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Los peligros de la teoría de la conspiración

 

Los conspiranoicos – una palabra ligada al concepto de conspiranoia que, a pesar de su uso habitual, no se encuentra en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española- son un número incuantificable de personas que se encuentran dispersos por los más recónditos lugares del planeta. Recuerde: en cualquier momento cualquiera, usted o yo mismo, puede caer en la tentación. El conspiranoico sospecha y está alerta constantemente. Cree caminar entre la lucidez y la locura. No suelen tener dudas sobre la existencia de una perversa mano oculta, detrás de cada suceso histórico, que maneja los hilos de un plan cubierto por el oscuro manto de la mentira.

 

Los hechos siempre les dan la razón. Cada idea preconcebida termina consiguiendo una teoría que se ajuste a sus planteamientos. Las cloacas del poder son turbias y la realidad en la que vivimos es mentira. ¿Acaso no sabían que los servicios secretos británicos fueron los auténticos ejecutores de Lady Di? ¿O que los judíos conocían de antemano el ataque sobre las Torres Gemelas? ¿Y que la Agencia Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos creó en uno de sus ultrasecretos laboratorios el virus del SIDA con la implicación del mismísimo Henry Kissinger? 


Verschworungsmythos. Este es el concepto que se usa en alemán para referirse a las teorías conspirativas y su traducción sería algo así como el «mito de la conspiración». Las múltiples hipótesis sobre las que se asientan este tipo de teorías facilitan la conformación de la mitología. En el fondo, las historias de conspiraciones hacen la función del mito clásico, que hoy se alimenta de falaces versiones de la historia o manipulaciones sobre la ciencia. Los mitos tratan de explicar algún fenómeno, hecho o suceso. Se utilizan cuando no se tiene una explicación pausible sobre algo.

 

Los teóricos de la conspiración siempre juegan, a veces muy astutamente, entre lo probable y lo posible, buscando las conexiones anómalas y subrayándolas por encima de los aspectos más preponderantes de las pruebas. Por ello, como los propios mitos, las tesis de la conspiración pueden resultar muy convincentes. Son simples y dan sentido moral a la existencia. Nadie es inmune a este tipo de creencias ya que, como confirman los trabajos del psicólogo conductual Dan Ariely, somos seres irracionales. Y nunca podremos convertirnos en lo que no somos. 

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