No es la primera vez que me indigna la línea editorial de El País en relación a Colombia. En esta ocasión se trata de una columna de Moisés Naím en que habla de su entrevista reciente con Álvaro Uribe. A estas alturas, sorprende el cinismo de cualquier texto que haga un balance del gobierno Uribe y no mencione los falsos positivos, esto es, asesinatos de civiles a los que los militares disfrazarlos de guerrilleros para presentarlos como bajas de la guerra contra las FARC, y ganar así premios y ascensos. Así de macabro. Existen pruebas documentales de que la orden se dio desde arriba y se calcula que hubo 2.000 víctimas, la mayoría jóvenes marginados, campesinos o enfermos mentales. Ejecuciones extrajudiciales por las que Uribe debería responder ante la justicia para que se aclare, con luz y taquígrafos, cuál fue su implicación y la de los altos mandos del Ejecutivo, incluido el entonces ministro de Defensa y actual presidente, Juan Manuel Santos, y de la propia CIA, a la que ciertos documentos vinculan con estas prácticas asesinas.
Naím presupone, o eso sugiere, que el cerco jurídico y político a Uribe es fruto de una persecución política contra alguien que terminó su mandato con un 75% de popularidad. Veamos: quien fuera durante el uribismo director del DAS –los servicios de inteligencia colombianos- ha sido condenado a 25 años. Sólo en 2010, los tribunales colombianos condenaron a 560 miembros de las fuerzas militares y la policía. ¿De verdad cree Naím que todo se debe a una conspiración para acabar políticamente con Uribe?
Sea como fuere, estos crímenes seguirán impunes si, como temen las organizaciones de derechos humanos, la reciente reforma, que dejará en manos de los tribunales militares los casos de falsos positivos, consolida la impunidad de los asesinos. Lo más alarmante es que, según ha denunciado la ONU, todavía siguen produciéndose estos asesinatos de inocentes, jóvenes y pobres, como en un lento genocidio. Pero de esto no se habla.
La guerra que emprendió Uribe, con Washington y su Plan Colombia como coartada, no fue contra el narcotráfico, sino contra la guerrilla. Ni mucho menos fue, como sugiere Naím, contra unos grupos paramilitares que, en realidad, a la sombra de esa guerra espuria vieron crecer exponencialmente su poder. Y esas “nuevas bandas criminales” de las que habla Naím, las eufemísticamente llamadas “BanCrim”, no son otra cosa que grupos paramilitares venidos a más, que en muchos casos se le fueron de las manos al propio ex presidente. La mayoría de las veces, también, fueron los paracos y el propio Ejército, y no los guerrilleros, quienes forzaron la huida de unos cuatro millones de campesinos que abandonaron sus tierras y emprendieron un exilio al abismo para que los grandes terratenientes, o los nuevos líderes paramilitares, vieran engordados sus inmensos latifundios.
En estos días en que los colombianos quieren vislumbrar el fin del túnel de la guerrilla armada, tras la liberación de diez presos militares, conviene aclarar que, aunque FARC han hecho mucho daño al pueblo colombiano, no es la guerrilla la que controla el narcotráfico más allá de la producción de coca, el primero y menos lucrativo paso de una cadena en cuya cúspide están los grandes capos, esos que no se codean con guerrilleros, sino con la elite política y empresarial del país. Y en Colombia es conocido que tanto Álvaro Uribe Vélez como su padre tuvieron relaciones con las poderosas redes del narcotráfico.
“De lo que no hay duda es (de) que Uribe dejó su país en mejores condiciones de como lo encontró”, concluye Naím. Hace un año visité Colombia y recorrí por carretera el hermoso trecho que va de Medellín hasta Barranquilla. Sé bien que, hace apenas unos años, era impensable realizar ese recorrido con una mínima seguridad. Pero también vi, en las montañas de Antioquia, decenas de familias de desplazados que se hacinaban al filo de la carretera, bajo una improvisada chabola hecha de palos y plástico mientras el PIB del país crecía al 5% anual. Así que, me pregunto, Uribe dejó el país en mejores condiciones ¿para quién?
Señor Naím y editorialistas de El País: si tanto desconocen Colombia, les ruego que dejen su análisis en manos de los expertos y preserven la credibilidad de su periódico. Y si tales omisiones y tergiversaciones se deben a intereses espurios y no a la mera ignorancia, entonces… entonces, ustedes y nosotros, sus lectores, estamos perdidos y bien haríamos en reciclar nuestras fuentes de información.
* Muy recomendable el documental Falsos Positivos.