El fotógrafo chileno Sergio Larrain decía que “la buena fotografía nace de un estado de gracia”. Merece la pena viajar a Centro José Guerrero de Granada para comprobarlo. Allí han recalado las miradas que este hijo de una familia de la alta burguesia chilena, como se recuerda en el folleto que acompaña al visitante: “huyó temprano del ambiente mundano de la casa de su padre, conocido arquitecto y coleccionista de arte. A pesar de las difíciles relaciones que mantuvo con él, llegó a reconocer que gracias a la biblioteca familiar pudo educar su sentido de la observación”. Pero en sus propias palabras, recogidas por otro fotógrafo que ha hecho del vagabundeo una forma de mirar el mundo, José Manuel Navia, como quizá estemos en las mejores condiciones de apreciar una obra que no parece agotarse en cada mirada, sino todo lo contrario: “El juego es partir a la aventura como un velero, soltar velas. Ir a Valparaíso o a Chiloé, o por las calles todo el día, vagar y vagar por partes desconocidas y sentarse cuando uno está cansado bajo un árbol, comprar un plátano o unos panes. […] y mirar, salirse del mundo conocido, entrar en lo que nunca has visto, dejarse llevar por el gusto, mucho ir de una parte a otra […] De a poco vas encontrando cosas y te van viniendo imágenes, como apariciones, las tomas. Luego que has vuelto a la casa, revelas, copias y empiezas a mirar lo que has pescado, todos los peces, y los pones con su scotch al muro”.