La vida de Maggie Leri, una mujer paraguaya de espíritu activo y contagiosa energía, dio un giro inesperado cuando en 2014 recibió una noticia devastadora: fue diagnosticada con esclerosis múltiple, una enfermedad crónica y progresiva que afecta el sistema nervioso central.
Para muchos, un diagnóstico así podría significar el fin de una vida plena, pero para Maggie, fue el comienzo de una nueva etapa llena de desafíos y superación.
Inicialmente, la noticia la sumió en una profunda tristeza. «Por dentro había como una procesión, un trabajo interno de aceptar lo que te está pasando«, recuerda Maggie, con la voz temblorosa pero firme.
Aunque continuaba con su vida diaria, cuidando de sus hijas y trabajando como diseñadora gráfica, internamente luchaba con el miedo y la incertidumbre. La esclerosis múltiple no solo amenazaba con limitar su movilidad, sino también con apagar su espíritu indomable.
Decidir que la enfermedad no dicte tu vida
«Estaba en un rol de víctima, pensando ‘¿por qué me pasa esto a mí?'», confiesa, dejando ver esas cicatrices emocionales que ocasionó la noticia. Sin embargo, un consejo de su padre resonó en su mente: «Lo que sea que la mente pueda concebir y creer, puede ser logrado«.
Estas palabras la ayudaron a decidir si retroceder o avanzar. Inspirada por deportistas como Ramón Arroyo, que también padecen de esclerosis múltiple y que encontraron en el deporte una forma de enfrentar la enfermedad, Maggie optó por avanzar.
«Me di cuenta de que, aunque mi cuerpo estaba cambiando, mi espíritu seguía siendo fuerte. Decidí que no iba a dejar que la esclerosis múltiple dictara mi vida», afirma con una determinación que solo puede venir de alguien que ha visto el abismo y ha elegido enfrentarlo.
El deporte como salvavidas
El deporte se convirtió en su motor, en su manera de reconectarse con un cuerpo que antes sentía perdido.
Maggie no solo volvió a nadar, sino que lo hizo con la fuerza de alguien que desafía lo imposible.
«Tres veces intenté cruzar nadando de la isla Gorritti (en Maldonado, Uruguay) a la playa. La primera vez me sacaron del agua, la segunda hice parte en kayak, pero la tercera vez… lo logré. Cuando estaba por tirarme al agua me preguntaron, ‘¿otra vez estás acá?’. Sí, lo haré hasta que salga, respondí», relata Maggie, sus ojos brillando con la memoria de su victoria.
A pesar de las dificultades iniciales, su perseverancia la llevó a completar la exigente travesía, recorriendo 2800 metros en un mar que muchos percibieron como intenso, pero que para ella fue un escenario de calma y determinación.
La natación, en particular, le ofreció una nueva perspectiva de su cuerpo y la enfermedad.
«En el agua no encuentro ninguna discapacidad», afirma Maggie, destacando cómo cada brazada la hace sentir libre, conectada con el mundo y consigo misma. «Nadar para mí es un encuentro maravilloso de nuevo con mi cuerpo, con mi cuerpo que tenía antes», reflexiona, mostrando cómo el agua se convirtió en su refugio y en su campo de batalla.
La voz del coraje y la empatía
Más allá de su lucha personal, Maggie se ha convertido en una voz poderosa para quienes enfrentan desafíos similares.
A través de sus redes sociales, comparte su historia, transmitiendo un mensaje de esperanza, resiliencia y amor propio.
«El deporte me sacó de ese lugar de autocompasión y me mostró que podía construir bienestar físico y emocional», asegura, consciente de que su ejemplo puede inspirar a otros a tomar el control de sus vidas.
Maggie también aboga por una mayor empatía en la sociedad, especialmente hacia quienes viven con discapacidades. «Es muy fácil hablar desde una posición de privilegio, sin entender cuán difícil es cruzar una calle para alguien con discapacidad», señala con seriedad.
«Creo que es importante que las personas que toman decisiones sobre discapacidad estén asesoradas o sean ellas mismas personas con discapacidad. Solo así podemos construir un mundo mejor para todos», enfatiza.
Su mensaje es claro: la vida, con todas sus dificultades, sigue siendo un regalo precioso.
«Hoy no te voy a decir qué tipo de ejercicio hago. Hoy te voy a contar que ir día tras día al gimnasio o a nadar me cambia el humor. Me hace sentir bien. Estoy haciendo algo por mí. Me convierto en la constructora de cómo quiero estar», comparte con una sonrisa, mientras sus palabras resuenan como un recordatorio de que el bienestar comienza con la decisión de cuidarse y amarse a uno mismo.
Un futuro con propósito
Hoy, Maggie vive en Uruguay y sigue desafiando los límites de su cuerpo y mente, preparándose para nuevos retos.
Para ella, el deporte es más que una actividad física; es un acto de resistencia, una forma de decirle al mundo que la esclerosis múltiple puede haberla golpeado, pero no la ha vencido.
«A veces la vida te pone desafíos que parecen insuperables, pero el verdadero reto es seguir adelante, encontrar la fuerza en lo que amas y nunca dejar de creer en ti mismo», reflexiona, mientras se prepara para su próximo desafío.
Maggie también es una firme defensora del programa Fit for Life de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, una iniciativa que ha encontrado eco en su propia experiencia de vida.
Este programa, diseñado para acelerar la recuperación post-pandemia a través del deporte, apoya la creación de políticas inclusivas e integradas, y mejora el bienestar de los jóvenes en todo el mundo.
«Fit for Life no es solo un programa; es una llamada a la acción para que todos, independientemente de sus circunstancias, encuentren en el deporte una herramienta para transformar sus vidas«, explica Maggie.
La iniciativa Fit for Life aborda crisis amplificadas por la pandemia, como la inactividad física, los problemas de salud mental y la desigualdad, que han afectado particularmente a los jóvenes.
Mediante la promoción de la actividad física, Fit for Life busca no solo mejorar la salud física, sino también la mental y emocional.
«La participación en el deporte puede cambiar vidas, aumentar la confianza en uno mismo, desafiar estereotipos de género y crear sociedades más inclusivas», subraya Maggie, apasionada por el impacto positivo que el deporte puede tener en la vida de las personas.