Escribo estas palabras mientras el día 8 de marzo llega a su fin. Felicitaciones, minimanifestaciones, y plurideclaraciones de lo más conciliadoras. Ya tendremos otros 364 días al año para sacar a las mujeres del gobierno, para eliminar el Ministerio de Igualdad, para poner el grito en el cielo por quitar la preferencia discrimitoria del apellido del varón, para no salir a la calle por cada muerta a manos de la violencia machista, para no declarar intolerable una tasa del 20 % de paro femenino, para no sorprenderse de que las mujeres sigan trabajando un 90 % más que los hombres en tareas reproductivas y de cuidado no remuneradas.
Hoy ha sido un 8 de marzo más, y todo eran declaraciones de apoyo a una causa con la que muchos están de acuerdo en la teoría, pero para la que en general no se cree necesario exigir ninguna medida especial. Es una causa sin acción concreta. Es una causa declarativa-decorativa para la mayoría, incluidos nuestros gobernantes.
Entre todos estos actos me quedo con uno: Madrid Woman’s Week, que viene a ser una prolongación caricaturesca y de mal gusto de los actos del Carnaval que estos días también se celebran.
Ver para creer.
Decenas de asesores, un comité de comunicación, presidencias honoríficas, instituciones estatales, autonómicas, empresas… para organizar un evento que cualquier colegio de barrio o fiestas patronales, como bien apuntó mi amiga F, superaría en seriedad y, sobre todo, en pertinencia.
No todo vale. No todo lo que incluya la palabra mujer se convierte en un acto por la igualdad. Es más. Creo que últimamente, salvo honrosas excepciones, la bandera de la igualdad entre hombres y mujeres es agarrada por el primero que pasa, convirtiéndola en un bonito trapo de colores al que cualquiera que busque una causa puede acompañar, cual comparsa para pasar la tarde y sentirse socialmente activo.
Les ruego que visiten la página ofical: http://madrid-womans-week.com/
El nombre es ya muy significativo «semana de la moda, uy! digo de la mujer». El logo es una mujer con un bolso grande (para ir de compras), y los eventos principales. agárrense: historia del traje (que al fin de al cabo es lo que han hecho las mujeres en la historia: vestidos), un concurso para ser portada de una revista (tipo elección de reina de las fiestas), y no podían faltar los bailes «el arte más universal y femenino de la historia», que clama el programa, conectándolo con la facultad procreadora de la mujer en conexión con lo divino. Por favor, compruébenlo, es cierto, no estoy bajo efectos de ningún psicotrópico. En definitiva: nos vestimos, bailamos, somos chicas de portada y tenemos ovarios que ovulan. En este punto hago una pausa narrativa para llorar. Finalmente habrá que dar algún premio a alguien y qué mejor candidato que David DeMaría, ese artista que todo lo ha dado por las mujeres, o como dice sin rubor el propio programa «que tanto impacto tiene entre las jóvenes«. Claro las mayores como no ovulan, nada de nada.
Sinceramente no puedo decir nada más. Me he quedado sin palabras. Y sin esperanza cuando veo que en el Consejo Asesor figuran la ex-Ministra de Igualdad, actual Secretaria de Estado de Igualdad y la Directora del Instituto de la Mujer. Alguien debería asesorarlas sobre sus asesoramientos. No todo vale.
Hace más de un siglo, ciento cuarenta mujeres se encerraron en un fábrica de Nueva York reivindicando igualdad de codiciones laborales con respecto a sus compañeros varones. Murieron todas en un incendio porque las puertas estaban cerradas. Hace más de un siglo las mujeres lucharon porque todas estemos hoy en las aulas, tengamos derecho al voto y al control de nuestro cuerpo. Esto es lo que recordamos todos los ocho de marzo, desde hace 100 años, recordamos lo andado y lo que nos queda por andar: el poder político, económico y simbólico que sigue siendo un club privado masculino, o dicho de otro modo, en el que las mujeres siguen siendo la excepción. Esta es la causa, seguir conquistando bases sin perder las ganadas, causa que sigue sobreviviendo gracias a una minoría de mujeres y algunos hombres que la han integrado como parte de su sentido vital, sin posibilidad de abandono. Minoría entre la que me encuentro.
Una de las pocas cosas que aprendí de mis maestras es que el sistema fagocita cualquier amenaza, lo integra y se inmuniza contra ello. Cualquier pensamiento con posibilidad de acción transformadora que cuestione mínimamente el orden establecido será respondido con toda una serie de mecanismos que conseguirán neutralizarlo dejándolo reducido a su caricatura: MADRID WOMAN’S WEEK O COMO HACER DE LA CAUSA DE LA IGUALDAD UN CARNAVAL.