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Mahoma o el fanatismo

 

En 1741 se estrenó en la ciudad de Lille una tragedia de Voltaire: Mahoma o el fanatismo. Posteriormente se repuso en el teatro de la Comedia de París. Sólo tuvo tres representaciones dado que las autoridades consideraron que tras el argumento de aparente satanización de Mahoma se escondía una más que implícita crítica a la Iglesia católica y sobre todo a las prácticas hipócritas y perversas de los jesuitas.

 

En la obra se muestra a un Mahoma cruel capaz de todo con tal de conquistar la Meca. Para ello organiza una conspiración en la que finalmente Seide –hijo del jefe político de la ciudad– asesina a su propio padre; cuando éste es consciente de lo que ha hecho dirige el puñal contra el profeta, pero en ese momento cae fulminado misteriosamente e, interpretándose el acontecimiento como una señal del cielo, queda Mahoma entronizado como el auténtico enviado de Dios y jefe político de los clanes árabes.

 

Al margen de que el autor  fuera considerado anticlerical hasta el punto de que terminara sus escritos con la expresión “Ecrassez l´infame” (“Aplastad a la infame”, en alusión a la Iglesia católica) no cabe duda de que Voltaire tampoco sentía especial predilección por la religión revelada en el Corán y así lo muestra en su Diccionario Filosófico en el que en la entrada Corán sentencia que es: “El libro de la ideología despótica que gobierna desde el Atlas y Marruecos hasta la península del Indostán pasando por Egipto”.

 

Es curioso que entre los lugares golpeados por la barbarie, uno lleve el nombre de Café Voltaire –en el quai Voltaire precisamente– y el estadio Bataclan, donde tuvo lugar la peor parte de la masacre, se halle en el bulevar Voltaire. Voltaire fue incómodo para las autoridades de la época y desde entonces ha encarnado el espíritu del intelectual crítico con el Poder.

 

Es conocida la sentencia atribuida al general De Gaulle, cuando recibía presiones para que fueran encarcelados los 121 intelectuales, entre ellos Sartre, firmantes de un manifiesto contra la guerra de Argelia en 1960 en el que se animaba a la deserción del ejército. De Gaulle se limitó a afrontar la situación diciendo: “No se mete en la cárcel a Voltaire”. Esta frase, viniendo de un general asociado por la izquierda francesa a posiciones autoritarias casi dictatoriales demuestra hasta qué punto la posibilidad de la disidencia y la crítica al Poder ha sido una carta de identidad de lo francés y ha calado en todos los estamentos sociales.

 

Mahoma o el fanatismo implica una posible sinonimia en el lenguaje coloquial, pero en lógica se trata de una disyuntiva en la que una opción descarta por contraria a la otra y ésta es otra posible lectura del título: O Mahoma o el fanatismo. Los musulmanes tienen un bello saludo (Salam a leikum) esto es, “La paz sea contigo”, que es como se dirigen a quienes se encuentran, sea éste musulmán o no. Es verdad pues que ya en el encuentro con otra persona el saludo está deseando lo mejor que se le puede desear a alguien: la paz.

 

Si verdaderamente es la paz el espíritu que destila el Corán, como se empeñan los islamistas moderados en recordarnos una y otra vez, sólo será creíble dicho espíritu si la paz deseada por el buen musulmán también es deseada a Voltaire y a todos los Voltaires  existentes en el mundo, musulmán o no, que tan sólo usan su pluma como arma, de tal manera que la disyuntiva Mahoma o el fanatismo quedará despejada lógica y humanamente para siempre. De lo contrario prevalecerá para muchos la sospechosa equivalencia.

 

 

 

 

Mario Coll es psicólogo y escritor. En FronteraD ha publicado Otra manera de ver las cosas.

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