Publicidadspot_img
-Publicidad-spot_img
Mientras tantoMamá, papá está debajo de la mesa

Mamá, papá está debajo de la mesa


 

 

 

(En la Sacramental de San Lorenzo y San José, en los volantes de la falda de Carabanchel sobre el Manzanares, se ha levantado una radiante y fría mañana de febrero. Los tres hijos de Mariano José de Larra: Baldomera, Adela y Luis Mariano, enterrados cerca del patio de Santo Cristo, se reúnen junto al brocal de hierro del pozo, para aclararse la cara, darse los buenos días, y tomar juntos un desayuno imaginario, sin mesa, ni platos, ni viandas ni bebidas. Mientras departen sus asuntos matinales, no dejan de mimar la escena de su pequeño almuerzo. Visten trajes de su época, y tienen el aspecto de tres jóvenes distinguidos y modernos; como su padre –en su breve vida les enseñó a serlo).

 

 

LUIS MARIANO.- Hace una mañana espléndida, impropia de febrero ¿quién iba a pensarlo? en pleno corazón del invierno… ¿Qué os parece si vamos a visitar a papá? Hoy es 13 de febrero, aniversario de su pistoletazo. (Baldomera y Adela no responden, actúan como si no hubiesen oído nada.) Venga, no os hagáis las remolonas. Podemos dar un paseo precioso por el puente de Toledo, la glorieta de Pirámides y las rondas de Acacias y Atocha, hasta el Panteón de Hombres Ilustres.

 

BALDOMERA.- (Reticente y resolutiva.) Yo prefiero quedarme en mi nicho. Tengo reúma y no estoy ya para caminatas; si no voy en un coche tirado por caballos blancos, me duelen las rodillas.

 

ADELA.- Pues yo no creo que deban celebrarse las muertes, sino los nacimientos. Si se tratara de su cumpleaños…

 

LUIS MARIANO.- No os pongáis tan estiradas. Seguro que él se alegrará de vernos y de quitarse de encima, por un rato, al gordo de Ramón Gómez de la Serna, que llegó un siglo más tarde que él a su tumba, para quedarse y hacerle la eternidad un poco más insoportable a nuestro padre.

 

ADELA.- ¿Crees que una fecha así merece la pena celebrarse? Cómo se nota que no fuiste tú quien te lo encontraste tirado en el suelo de su gabinete en la casa de Santa Clara. Tras partir aquellas dos señoronas que habían venido a visitarle, se oyó un fuerte disparo y un ruido de cristales rotos, que nos convirtió automáticamente a los tres en huérfanos y a mamá en viuda. Yo sólo tenía cinco años, y no entendía qué estaba pasando. Cuando entré corriendo en aquella habitación, al verlo tirado en el suelo, sólo acerté a decir: “¡Mamá, papá está debajo de la mesa!”

 

LUIS MARIANO. – (Pensativo y nostálgico.) Robert Louis Stevenson dice que el hombre que se casa, y más aún si tiene hijos, está obligado a renunciar a su derecho al suicidio.

 

ADELA.- En una Gaceta leí que papá se había disparado al corazón y no a la sién, y que lo hizo mirándose al espejo para presenciar su propia muerte.

 

 

(Se hace un largo silencio entre los tres hermanos Larra, y se escuchan las campanadas del reloj de una torre cercana. Suenan trece campanadas.)

 

 

Adela Larra

 

 

 

BALDOMERA.- (Riéndose estrepitosamente). Me estoy acordando de aquel naufragio que tanta alegría le dio a nuestra madre, Pepita. Fue la primera vez que rió después de la muerte de su marido.

 

LUIS MARIANO.- ¿Qué naufragio? No sé de qué hablas. ¿Sabes tú, Adela, algo de un barco hundido que tenga que ver con nuestra familia?

 

ADELA.- Pues no, estoy in albis, como tú.

 

BALDOMERA.- Me lo contaron en París, y me pareció el desenlace de una opereta. Se trata de una de las dos señoronas que vinieron a ver a papá, antes del pistoletazo. Esa cortesana de Dolores Armijo, que trajo la ruina a nuestra familia; y la otra era su cuñada, hermana de Cambronero, el marido cornudo. Parece ser que para mitigar el escándalo, él se trasladó a Manila, que fue la ciudad española más alejada de Madrid que encontró en el mapa.

 

LUIS MARIANO.- Cam-bro-ne-ro. La verdad es que en el apellido ya llevaba escrito su destino ¿Pero qué tiene que ver con lo del naufragio?

 

BALDOMERA.- Pues que el barco en el que viajaba la Armijo rumbo a Filipinas para reunirse con su marido, se hundió en medio de una terrible tormenta frente a las costas del cabo de Buena Esperanza.

 

LUIS MARIANO.-  Y ¿qué fue de ella, la querida de nuestro padre, se ahogó en las costas de África del Sur, o llegó a su destino?

 

BALDOMERA.- (Se mantiene en silencio, para darle más suspense a su respuesta.) No hubo supervivientes. Menudas carcajadas de felicidad soltaba nuestra madre, cuando se enteró de lo sucedido.

 

 

(Adela esta como ausente, evadiéndose de tan siniestro tema de conversación. Lo que le gusta a ella son las fiestas sociales y la vida galante, que tanto le ayudan a evadirse de los rigores de la vida, y hasta de la misma muerte.)


 

 

Baldomera Larra

 

 

 

ADELA.- Pensándolo bien, tengo un traje nuevo de luto que me vendría a las mil maravillas estrenar con la excusa de visitar a papá esta mañana. ¿Por qué no nos arreglamos y partimos? Este sol de invierno lo merece. Además, San Justo es un cementerio muy exclusivo, lo mismo nos topamos con el descendiente de algún hombre ilustre de aquellos años, y… nunca se sabe. Siempre hay que estar preparada para gustar a un hombre importante. Seducirlos es la única forma que conozco de rentabilizarlos.

 

LUIS MARIANO.- ¿Ves, tía Antonia? a Adela también le apetece ir de paseo. No seas aguafiestas. ¡Anda! Di que sí. Con todos los cuartos y reales de vellón que guardas en la recámara de tu nicho acolchado, podemos alquilar la berlina más lujosa de Madrid, tirada por los mejores alazanes blancos.  

 

BALDOMERA.- ¡Que te he dicho que no!, y no me llames tía Antonia. Esa manía tuya por enterrar a Baldomera para preservar el honor de la familia. ¡Como si yo fuera una vergüenza! Cuando llegué -en vida- a convertirme en un personaje más importante que nuestro padre.

 

LUIS MARIANO.- Antonia, no te metas con papá, que gracias a él somos unos cadáveres casi tan ilustres como el suyo. Aunque en tu caso… (reprendiéndola cariñosamente) fuiste la oveja negra de la familia.

 

BALDOMERA.- El suicidio ya no es lo que era, los desesperados de hoy, que dicen ser más civilizados que nosotros, prefieren intentar ser ricos por la vía rápida, aunque pierdan la vida en ello. Son como los maletillas del toreo, o los que se juegan toda su hacienda a una sola carta: o ricos, o nada. Tahúres de la propia vida.

 

LUIS MARIANO.- ¡Ya! Así te jugaste tú todo el prestigio de nuestro apellido con tu milagrosa Caja de Imposiciones. “El gran camelo de Doña Baldomera” fue el titular de los diarios de la época, y hasta el título de una zarzuela que escribieron contando tu hazaña. Y cuando las autoridades te pidieron una respuesta sobre el verdadero funcionamiento de tu Caja prodigiosa, tú solo acertaste a decir: “¿Garantía? Tirarse por el viaducto”. Y que yo sepa, tú nunca volaste sobre la calle Segovia; sino que huiste a Suiza, presintiendo que allí se entendería tu estafa como un arte depurado. 

 

BALDOMERA.- Para que te enteres, espectro desinformado: ¡En la Europa del S. XXI yo soy un referente mayor que el amargado de vuestro padre, que nunca quiso reconocerme como hija! La gente de hoy me valora como una proto empresaria ejemplar en el arte de la estafa; que me he enterado, que ahora la llaman Ingeniería financiera. Si hasta me han llegado noticias de que me van a levantar un monumento en Madrid a las puertas de la Bolsa, rivalizando en altura con el mismísimo Obelisco. Y no esa cagarruta de busto que le hicieron a padre en la calle Bailén, cerca de su “Quinta de San Nicolás». Menudo fantástico, llamarle “Quinta” a un primer piso, y además alquilado.

 

 

Luis Mariano de Larra y Wetoret.

 


ADELA.- La verdad es que me aburrís muchísimo con vuestras disputas. Rebozáis algo tan plebeyo… No parezco hermana vuestra. A veces me pregunto ¿con quién se iría a la cama Doña Pepita Wetoret para desquitarse de los cuernos que papá le ponía con la Armijo? Estoy segura que mi padre biológico pertenecía a la aristocracia, y no era hijo de un médico afrancesado como nuestro abuelo Larra, que curaba las heridas de los soldados franceses, causadas por los patrióticos guerrilleros españoles.

 

LUIS MARIANO.- ¡Vaya par de gemelas, estáis hechas! Sois idénticas de insoportables e inconformistas con vuestro destino. ¿Vaya par de gemelas?… (anotándolo en su pequeño cuaderno) “¡Vaya par de gemelas!” Suena bien. Debo escribir una comedia con ese título, huele a éxito en los futuros teatros madrileños.

 

ADELA.- Menudo plumilla de café-teatro estás hecho Marianito. La verdad es que te alegraba la vida de triste funcionario del Ministerio de Fomento, escribir libretos para zarzuela. Al menos, Baldomera y yo fuimos alguien en la corte de un rey (suspirando): ¡Amadeo!, el más atractivo y el mejor amante de todos los que ciñeron la corona de España. Donde se ponga un buen latin lover italiano, que se quiten estos medio gabachos de los Borbones.

 

LUIS MARIANO.- Vaya de lo que presume la hermana guapa, de haber sido barragana real. Si papá levantara la cabeza… ¡Qué falta de respeto para con la familia! Y eso que soy vuestro hermano mayor. Está visto que hoy tampoco visitaremos a papá en el Panteón de Hombres Ilustres, para que el pobre estire las piernas al sol fuera de la fosa. ¿Sabéis una cosa? Estáis las dos insoportables esta mañana. Será mejor que nos quedemos en casa.

 

                        (Se sugiere al lector que los dos últimos párrafos de acotación se lean, oyendo la música contenida en el enlace vinculado al título de la obra (en rojo), iniciando la audición en el minuto 7:50 hasta el minuto 12.)

 

                       (En ese momento, comienza a oírse la música de la canción triste de El barberillo de Lavapiés, del maestro Barbieri (minuto 7:50 hasta el minuto 12) a la par que entra en el patio de Santo Cristo una lujosa carroza tirada por seis caballos blancos. A Luis Mariano se le cae la taza de la que mimaba estar bebiendo, y queda con cara de pasmado. Adela sonríe satisfecha y se echa por encima la capa de martas cibelinas que le regalara su garañón de Saboya, y que fue referida con absoluta malicia por toda la Corte amadeana. Baldomera, ceremoniosa y señorial asciende al carruaje; cuando se sienta, consulta –por si acaso- su teléfono inteligente de última generación. Luis Mariano, que no deja de tomar notas en su cuadernito, sube tras ellas al carruaje descubierto que, poco a poco, entre un rumor de 24 cascos, sale majestuosamente de escena.)

 

 

                          (Por proscenio derecha, entra una niña de 5 a 6 años, vestida en ropa de dormir, con una cesta en la mano, de la que va sacando flores rojas naturales, que deposita erguidas a lo largo de toda la boca del escenario. Cuando llega al extremo izquierdo, da la vuelta y realiza el mismo trayecto en sentido contrario, recogiendo una a una las flores que acaba de depositar previamente. Al  retornar al punto de partida, la niña corre hasta el centro del escenario, donde vuelca con rabia todas las flores de la cesta, que pisotea con saña, antes de salir corriendo. Mientras se hace un rápido oscuro, suena un pistoletazo, y se oye una estela de cristales rotos.)

 

 

 

ORIGEN DE LAS IMÁGENES

Pistola con la que se suicidó Larra. Museo Romántico de Madrid.

Fotos de los hermanos Larra, procedentes del blog: 

https://escupiresobrevuestroslibros.wordpress.com/2012/07/30/debe-ser-dific-11/

donde puede leerse más acerca de los vástagos del escritor suicida español por antonomasia.

Más del autor

-publicidad-spot_img