A continuación se transcribe fielmente, según el manuscrito original, hallado de modo fortuito a comienzos de la primavera de 2026, el que se conoce como manifiesto Renombrar Madrid, aunque este título no se corresponda exactamente con lo que está rotulado en la portadilla de dicho manuscrito, donde únicamente se lee: Clave y elucidario. Puesto que hemos de tomar este por el título que debe presidir el texto, por él iniciamos, como el lector comprobará, la transcripción.
No hace falta un análisis detenido para comprobar que las características discursivas y estilísticas del escrito conectan con el género del manifiesto. Aunque en ningún momento habla de arte ni de poesía ni de nada que se le parezca (a no ser que alguien desee incurrir en la extravagancia de contar la geografía humana entre las artes), recuerda elocuentemente el tono rompedor y el pathos emancipatorio propio de las proclamas y manifiestos de las vanguardias artísticas. De ese género literario se hace eco, a qué dudarlo, la articulación de sus enunciados, y hasta su intención oratoria. Sin embargo, resulta mucho más difícil entenderlo como elucidario, es decir, como escrito destinado a clarificar asuntos difíciles de entender. No está de más preguntarse por la razón de ese término en el inicio del manuscrito. Ciertamente las exhortaciones que formula podrían describirse como llamadas a un juramento público por la verdad; se fija como único empeño el esclarecimiento de la vida por obra del afán en liberar al callejero de sus incontables engaños. ¿Basta esa circunstancia para justificar que el descriptor del texto lo presente como “elucidario”? También leemos la palabra “clave” en ese título, sin duda en razón a la importancia que ya otorgara al tema quien lo redactó.
CLAVE Y ELUCIDARIO
PROYECTO: Renombrar Madrid
OBJETO: Nuevo callejero
ACCIÓN: Gridi de la CPM
INICIO: Urgente
CONFLICTO: Descriptores formales de la traza urbana
CÓDIGO CRÍTICO:
- ¡Triste ciudad la que sacrifica el relieve de la tierra que la acoge a una nomenclatura plana! ¿No naciste, Madrid, en una cornisa? ¿No recuerdas que tuviste infancia? ¿Y qué hicieron después por aplastarte los nombres de tus calles? ¡Todo, hasta hacerte pasto de la ignorancia! ¡Basta ya! Es hora de reconocerte, ciudad, territorio frágil, campo durante siglos en barbecho, laminado por nombres que ofenden tu felicidad todos los días. Es tiempo de nueva siembra. Como de malas hierbas has sufrido la plaga de los nombres invasivos: calle, avenida, plaza. Se han aliado, ávidas, para anularte, Matriz, coto fértil. ¿No subo y bajo cuestas, bajadas, subidas, costaneras, y acorto por humildes cantones? ¿No rodeo glorietas? ¿No vadeo arroyos y ramblas? ¿No descanso en plazuelas? ¿No están hechos los paseos para andar, y las correderas para no detenerse, las redes para decidirse entre vías, los corros para parlamentar, las costanillas, las travesías y los pasajes para transitar, las callejas para perderse, las alamedas para darse cita, las bajadas para esperar a quien baja, los postigos para entrar, las explanadas para dar licencia al sol en la ciudad de todos? ¿No hay ya carreras, carriles, veredas, bulevares y rúas por las que circular, vías y traveseras que comunican barrios, distritos y arrabales, en que adentrarse? ¿Llamas calle a todo camino para andar entre casas? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿No callejeas también por callejones y callejuelas? ¿No reculas al llegar a un impasse que no buscabas? ¿No hay calles bajas, anchas, mayores, altas, nuevas y demás, y todas se rotulan igual? ¿Por qué confundir su experiencia? ¡Calle Ancha, calle Mayor, estáis para acoger el ajetreo! ¿Por qué no pasar por un pasaje y conversar en un foro? ¿Por qué no tiene vía el viandante ni pasadizo ni zoco ni plazoleta ni ronda ni coso ni corona ni recuerdo de la geografía quien habita esta ciudad de nomenclatura asesinada? ¿Por qué? ¿Porqué? ¿Han quedado ciegas para siempre Las Vistillas? ¿No hay Fuentes para el sediento ni Puertas para el cautivo? Arranquemos los descriptores gangueros, porque lo que llamamos calles, avenidas y plazas ha saldado el espacio útil con engañosas señales urbanas, con vocabulario homicida. ¿Acaso te acompaña un callejero nombrado tan pobremente cuando te propones pingonear, ruar o vagar por esta ciudad maltratada por la palabra? Encuentra de nuevo un vocabulario digno para tu caserío y para tu tierra, para tu cielo y tus aceras, para tus soportales, para tus vegas y oteros, para tus enebros y madroños enterrados, ¡Matriz moribunda!
- Basta ya de tomar por honorable a aquel que recibe el nombre de una calle. Nada más indigno que perpetuarse en cuerpo ajeno. ¡Pobre ciudad la que en su callejero administra la gloria humana! ¡Pobre humanidad la que garantiza la fama de sus elegidos al dictado, llamando como personas a avenidas, plazas y aeropuertos! ¿Es esa la gloria? ¿El premio al honor? ¡Lápida kilométrica! Tú, pobre humanidad, vives en tu cementerio, inmortalizas difuntos en la traza urbana. No olvides que el flexible laurel, y no la calzada, está para coronar a quienes merecen gloria. Hay mujeres e, incomparablemente más, hombres que se eternizan en callejeros, validos del nomenclátor para la ejemplaridad más ruin: solo memoria parasitaria en la ciudad deshumanizada. ¿Llevas en tu dirección, en el rincón que habitas, un nombre de farmacéutica, de militar, de senador, de ingeniero, de ministra, de magistrado, de funcionario de prisiones? ¡Sublévate! ¡Deja de evocar a los intrusos por sus calles! Arranquemos esa contaminación humana, ese insoportable hedor de subjetividades, esas pretensiones nauseabundas de obras de sujetos en el lugar de los objetos, de sujetos impuestos en el nombre de un lugar decente, de un suelo que pisar. Todo lo propio –real e imaginario– vetado por individuos particulares: ni héroes, ni dioses, ni santos, ni Musas: solo generales y ministros, nombres homicidas de la particularidad del suelo, usurpadores de la memoria nutricia. ¿Perdimos un ágora de Neptuno porque una mente opaca mandó atornillar esa placa que llama “plaza de Cánovas del Castillo” a lo que estaba bendecido por la memoria de un dios? Digámoslo con su palabra: ¡usurpación! ¿Y quién es ese Cánovas? No, ni Cánovas ni Castillo son dignos del lugar elegido para quien agita las olas de los océanos y planta en Matriz su tridente. Anhelamos la verdad de los objetos, de los tramos de vía, y a ellos corresponden adjetivos, sustantivos, verbos, periodos, flores, nueve Musas, prodigios, conectores… Nunca más un nombre de persona para una vía pública. Urge extirpar del objeto de la red vial uno a uno a los sujetos establecidos en ella con moral de vencedores. Culpo a esa moral de lo que hemos perdido: el territorio urbano, las cosas, el relieve del paisaje construido, el substrato geológico, fauna y flora, la memoria genuina de la calzada común. ¿No sientes asco de un callejero invadido por personalizaciones? ¡Por quienes escupieron en él! ¿No te avergüenza un callejero esclavizado por la avidez nominal de los próceres, por una huella interpuesta sobre la tierra que pisas? Denomina con propiedad la traza urbana, su sagrado misterio, las manchas de alcohol en sus aceras, nombra el avistamiento del lugar oculto, la posición del hábitat.
- Todos los sujetos compiten en soberbia, en codicia, en esperanza y en lamentaciones: Interrumpen nuestro instinto de juego y degradan nuestra alianza con el territorio. ¡Abajo O’Donnell y Muñoz Grandes! ¡Expulsa sus nombres, junto a los de cuantos ensucian tantas calles en la Guindalera, en Entrevías y por todas partes, desde Media Legua y Valdeacederas hasta cualquier extremo de la ciudad! ¿Aún piensas que la avidez de los tiranos no ha dejado rastro en tu casa? Dictadores tomaron una y otra vez Madrid, se anexionaron ciudades colindantes, tacharon en su beneficio nombres de barrios, inundaron de nomenclatura hedionda el callejero, anularon los sueños de las Rondas… ¡Bailemos! Pero escucha mi pregunta: ¿Crees libres tus actos si los llevas a cabo en lugares cuyos nombres han sufrido tantos fraudes y agresiones?
- ¿Y dónde quedan, sin embargo, la costanilla Semirrecta, la plaza Menor, la carrera Sin Retorno, la avenida Infinita, la subida del Pan, la bajada del Perpetuadero, la fuente de los Menesterosos, los bulevares del Amor Prometido, el creciente Visible Deseo y esos nombres de vías reclamados en escritos célebres por algunos de nuestros mayores, y silenciados por corporaciones municipales retorcidas, inhumanas, indecibles, aventajadas aprendices del mal, espesas corporaciones de espesos fines?
- No perdía el tiempo Ángel Fernández de los Ríos al hablarte en 1868 de este modo: “A ti, cuyas calles son hace medio siglo el campo de batalla de la guerra entre la nación y la dinastía…”. Sí, a ti finalmente los laureles, ciudad, porque siglo y medio más habrían de bastarte para vencer a la dinastía y a la inmundicia y devolver a tus calles la palabra; ¡con sus nombres estrecha al fin alianzas la libertad!
- Una gran mentira verbal: “urbanismo”. Lavemos esa palabra en los lodos del Manzanares, y a los funcionarios que la emplean. Y hagamos hueco al aire, a la vista y al lugar, afilemos con cuchillo el lápiz, para dar a su punta forma de dura piqueta, y con el polvo del grafito soplemos vida sobre la fábrica moribunda de Matriz. ¡Gran solar! Bienaventurado el que te libera de venenos, bienaventurado el que nombra en el plano tu verdadero relieve, bienaventurado quien premia con el habla la ruina de tus secretas cotas, bienaventurado quien renueva tu callejero exhausto y recita tu paisaje entreverado como una canción eternamente joven, escrita en la partitura del caserío. Tuya la voz, trotacalles, cuando la ciudad se enuncia.
- ¡Ni olvido ni perdón para los matricidas! Esos sicarios del despotismo amordazaron la tierra sobre la que Matriz se levanta, hasta silenciarla. En el lugar de los collados, las rañas, las hoyas, los cerros y los barrancos colocaron nombres de generales. A las vías que siguen las huellas de las chorreras, de charnelas, cuencas, gargantas, quebradas, pasos, canchales y pliegues dieron nombres de traficantes. Huyeron los arrendajos y las abubillas, cuando se hicieron fuertes los cuervos. A los banqueros premiaron los matricidas al llamar con nombres de practicantes de la usura a la ciudad construida sobre marmitas, minas, turberas, hornos y demás. El suelo mismo asfixiaron para vencer sobre la vida. Nombres de esclavistas, de estafadores y de enemigos de la verdad, tomaron posesión de tomillares, de pedreras, de senderos, de manantiales y de llanos que fueron de todos. ¡Derroca, ciudad, tu falso callejero! Y recuérdate como hontanar, como tiempo nuevo, como viña, como era, como apretura, como garbanzal, como abrevadero de mulas, como destino de los pájaros, como senda, como mieses, como racha de aire con olor a romero.
- ¡Red vial de Matriz! ¡Cuántas oportunidades de juego usurpadas por nombres impropios! Reforma tu vocabulario para gozo de quienes te caminan, ya manumitidos de la servidumbre de antaño, del tumulto de aberraciones (calle Gran Vía, Corte Inglés de Goya, calle Carril del Conde, calle Arroyo Pozuelo, calle Cava Baja, plaza del Emperador Carlos V, calle Ribera de Curtidores, calle Camino Viejo de Vicálvaro, calle La Vía…) que avergonzaron nuestro glosario urbano. En los labios del niño los nombres enjuagados: Gran Vía, carrera de los Pasajes, carril del Condescendiente, arroyo Pozuelo, Cava Baja, red de Atocha, ribera de Curtidores, camino viejo de Vicálvaro, La Vía. Es hora de la diversión junto al tablero transitable de vías sinuosas, de curvas costanillas, de trapecios despejados, de barrios liberados de burgomaestres y urbanistas, porque ya podemos llamar por el nombre de su suelo a nuestras monstruosas ruinas y establecer el sueño de un hábitat correctamente habitado. ¡Jugadores somos, traza madrileña que nos nutres de los recuerdos de tus víctimas y tus verdugos! ¡No más honores a la estafa moral ni a sus oficiantes en nuestras calles!
* * *
Al poco de encontrar el manifiesto aquí transcrito decidí difundirlo en las redes. Seis meses después, a resultas de las múltiples expresiones de adhesión a lo que contiene, que arrugó y estiró varias veces la entera traza urbana de Matriz, a decir de las abultadas manifestaciones de demanda que se produjeron por doquier, quedó anulada por voluntad popular la autoridad del viejo Consistorio y, cumplido el solsticio de invierno de 2026, la nueva regidora de la villa dio orden a todas las tenencias de alcaldía de acometer el renombramiento del callejero, asesoradas por la Junta Nominadora, a cuyas labores me sumé en calidad de portavoz y con atribuciones suplementarias. Las nuevas ordenanzas, despachadas oficialmente un martes dieciséis de marzo de 2027 –poco antes de que concluyera su mandato el gobierno provisional– han hecho posible el paulatino reordenamiento nominal del que nuestra ciudad aproximadamente y desunidamente goza en este año sabático 2030. Los inmensos cambios que en este tracto temporal se llevaron a término recibieron también la ayuda de algún refuerzo arcano, como quedó de manifiesto, por ejemplo, en el caso de la inspiración aportada por diecinueve emisiones radiofónicas de procedencia indeterminada que instruyeron en una sola semana sobre la denominación urbana para conferir mayoría de edad a nuestro suelo. Vive ya este conforme al lenguaje, y con él su ciudadanía. ¡Triste el recuerdo de las generaciones que sufrieron la indigna nomenclatura que la nuestra ha abolido! La regiduría de esta villa, bien aconsejada, encargó erigir una fuente en el recién despejado Foro de la Fraternidad, en memoria de las víctimas de la antigua nomenclatura urbana. Allí encontramos a diario flores frescas que dejan espontáneamente los viandantes, en justicia con el recuerdo. En las redacciones de los periódicos aún hoy no dan abasto para publicar las cartas, poemas, alegatos y testimonios de lectores que comentan y celebran el encanto de la liberación de los nombres. Constan en los archivos municipales informes, bandos y documentos de las tenencias de alcaldía, sumamente ilustrativos en relación a los atrevimientos en auge. Muchos discursos se han pronunciado en los ateneos de barrio ponderando la reforma; tantos como estudios han aportado la psicogeografía, la ontotectónica y otras ciencias empíricas a analizar y poner a prueba la conveniencia del nuevo mapa que nos contenta. Correspondía recopilar una selección de ponencias literarias, discursos, crónicas, comprobaciones, expedientes, bandos municipales y reseñas de redenominación para documentar lo acontecido. Fueron muchas las iniciativas políticas de las asociaciones vecinales en barrios y distritos, en cuya implementación el Nuevo Consistorio no ha intervenido, sino para refrendarla. Los cronistas no describen lo sucedido como una revolución, sino como compendio de revoluciones, porque el nuevo Matriz, ciudad-manifiesto, no emana de una única Corregiduría, sino de muchas, en cuanto resultado de la adición de ensayos vecinales, acuerdos cooperativos, actuaciones de distrito y demás aportes. Lejos de pretender ser exhaustivos con las ordenanzas, los escritos, emisiones y protocolos gráficos que se han ocupado de la reforma, esta publicación se limita a reproducir algunos de los documentos más significativos, toda vez que el resultado principal, un callejero en armonía, ya está aproximadamente al alcance de todos. El complejo proceso de su definición emancipadora es objeto de glosa en esta breve memoria. Sírvase el lector.
Curator urbis nominum
Este texto es un fragmento del libro Renombrar Madrid. Documentos de una transformación, que ha publicado Ediciones Asimétricas.