Julia y yo nos habíamos peleado mucho el día de su última entrevista. Me había llamado gorrona, y vendehuevos. Yo lo primero lo acepto, pero lo segundo no. Sí, soy un avestruz, y me veo obligada a vender mis huevos porque si no, no puedo ver mucho de lo que hay en la cartelera teatral madrileña. Pero solo lo hago por necesidad.
Julia iba hacia Matadero, donde está la Nave 10, en la que ahora se hace teatro contemporáneo español (bueno, eso no siempre, pero las dos de este mes, sí) y la Nave 11, o Centro Danza Matadero, ese lugar para espectadores elitistas de la danza que se pueden permitir pagar una buena millonada para ver un espectáculo. Julia había quedado con un tal Israel; luego investigué, y era uno de los tres que se pasan todas las tardes a la fresca, es decir, uno de los tres de la compañía Los despiertos, que están con el espectáculo A la fresca en la Nave 10 hasta el domingo 23 de febrero. Esos tres son Alberto Berzal, Israel Frías y Luis Rallo, y esta vez le habían pedido a Pablo Rosal que les hiciera una obra a medida. Eso creí entender en la conversación que tuvo Israel con Julia en una mesa al aire libre, aprovechando que en ese momento el termómetro marcaba una agradable temperatura en Madrid. Vamos, que se sentaron a hacer la entrevista a la fresca.
JULIA.- ¿De qué trata A la fresca?
ISRAEL.- A la fresca trata del encuentro de tres personajes, Eusebio, escritor, Manolo Caracol, constructor albañil, y Matilde, cocinera. Se encuentran en un claro del bosque, de esos de los de María Zambrano, y allí se refugian del torbellino que ocurre en una casa familiar cercana. Esa casa es una metáfora del mundo actual donde siempre hay que estar activos y ocupados. La obra habla de las virtudes de parar, respirar y apreciar la vida; eso es lo que proponemos, es una invitación al público para que se sienten con nosotros, para que nos olvidemos de los problemas, e inventemos un nuevo lenguaje, una nueva forma de vernos y de ver lo que tenemos alrededor.
JULIA.- Y tú, Manoli, no hables.
Eso me lo había dicho a mí. Es que me había sentado muy cerca de ellos. Israel me miró, pero fingió que no se había dado cuenta de que yo era un avestruz.
A la fresca – foto de Paco Ureña
JULIA.- ¿De dónde surgió proponerle a Pablo Rosal trabajar con vosotros?
ISRAEL.- La idea surgió después de estrenar en el Teatro del Barrio Los despiertos, el primer proyecto de nuestra compañía que se llama igual, Los despiertos. Allí estaba Pablo Rosal representando Castroponce, una obra escrita por él, dirigida por él y representada por él. Y también Luis había visto Los que hablan, con Luis Bermejo y Malena Alterio, escrita y dirigida por Pablo, y nos habían encantado las propuestas. Y entonces, cuando pensábamos en nuestro segundo proyecto, buscábamos la misma fórmula que en el primero, un dramaturgo que nos escribiese una obra para los tres, para Alberto, para Luis y para mí, creadores de la compañía y productores de los proyectos. Le echamos la caña a Pablo, Pablo picó, y nos pusimos en marcha. Él también nos conocía de Los despiertos, había visto la función, le había gustado mucho nuestro trabajo y le interesábamos como compañía, así que el enamoramiento fue mutuo.
JULIA.- ¿Cómo han sido los ensayos con Pablo Rosal?
ISRAEL.- Han sido un regalo y un aprendizaje, ya no solo a nivel profesional, sino también a nivel personal. Eso que él refleja en A la fresca, este saber parar y disfrutar de cada cosa que hay a nuestro alrededor, darle valor a todo, eso ya estaba en el proceso de ensayos. Pasamos una primera etapa de ensayos, casi dos semanas, sin trabajar el texto, buscando imágenes, oyendo música, pintando con acuarela, escribiendo poesía (bueno, intentando escribir poesía), haikus… Construimos una cabaña entre los tres… Lo que Pablo estaba haciendo era sentar las bases para lo que luego vendría, la imaginación como centro de la creatividad, y sin límite ambas, ni la creatividad, ni la imaginación. Él nos llevó en los ensayos a ese claro del bosque, allí nos encontramos con los personajes de una manera muy natural, todo fluyó, y es verdad que nosotros como compañía, cuando nos ponemos, la confianza es uno de nuestros fuertes, aparte de la disciplina. Y la confianza en Pablo y sus propuestas fue plena. La verdad es que, mirando atrás, entiendo que sin esas bases que se sentaron ahí, la función no sería la que es.
Yo hice intención de hablar, pero Julia me miró de muy mala manera y me contuve.
JULIA.- Este el segundo espectáculo de vuestra compañía, Los Despiertos Producciones. Si en Los despiertos, trabajasteis con José Troncoso, en esta ocasión ha sido con Pablo Rosal. ¿Cómo ha sido este cambio?
ISRAEL.- Bueno, en cuanto a sus formas de trabajar, Pablo, después de haberle propuesto trabajar juntos, nos presentó unos cinco meses más tarde, aproximadamente, un texto escrito. Él, al principio, en la primera reunión, nos pidió si podía haber un personaje femenino, y por supuesto, le dijimos que sí, carta blanca. Y con Troncoso el proceso fue distinto, aparte de que se alargó en el tiempo, porque empezamos en 2019 con idea de estrenar en 2020, y al final estrenamos en 2022, pero en ese periodo tuvimos varios encuentros. Él tenía una idea, tres barrenderos en una noche infinita, y la fue desarrollando en varios encuentros, e hicimos un taller con La estampida, maravillosa compañía, y con otros compañeros y compañeras que también asistieron y nos ayudaron en ese proceso. José se encerraba y luego nos iba mandando partes de la obra, cosa que nosotros recibíamos como agua de mayo, porque era muy emocionante ir descubriendo la vida que luego íbamos a vivir en el escenario.
MANOLI.- ¿Y si…?
JULIA.- Manoli, ¿te callas?
Me tuve que callar. Israel preguntó quién era yo.
ISRAEL.- ¿Pero conoces a ese avestruz?
JULIA.- Mejor no le hagamos caso… ¿Por dónde íbamos? Ah, sí, estábamos hablando de Troncoso y Rosal…
ISRAEL.- Trabajar con ambos, tanto con Pablo como con Troncoso, es una maravilla. Son dos seres excepcionales y dos grandísimas personas. Sentimos muchísima admiración hacia los dos, hacia su trabajo. Sus propuestas llenas de pasión, de originalidad, con mucho sentido del humor y mucho compromiso, para nosotros son oro. Ambos proponen desde el juego, eso está claro, cada uno desde lugares distintos, pero ambos interesantísimos y muy constructivos.
A la fresca – foto de Paco Ureña
JULIA.- ¿Siguen métodos completamente distintos o tienen algo en común?
ISRAEL.- Ellos son dos directores diferentes, cada uno con sus propuestas y sobre todo con sus mundos muy particulares. Te invitan a entrar ahí y a estar ahí. Y si lo aceptas, ya solo tienes que dejarte llegar y ellos te guían hasta que te dejan ir. Los tres, Alberto, Luis y yo, llevamos ya unos años en esta profesión y afortunadamente hemos tenido la oportunidad de trabajar con muchos directores y directoras, cada uno de su escuela y cada uno de su padre y de su madre. Eso hace que se desarrolle la capacidad de adaptación. Nosotros tenemos una formación, venimos del Laboratorio William Layton, y luego, aparte, la experiencia que hemos ido adquiriendo a lo largo de los años, todo lo ponemos al servicio de las historias que contamos. Si además damos con directores como en este caso Troncoso y Rosal, pues miel sobre ojuelas.
JULIA.- ¿Qué tiene Rosal que no tenga Troncoso y vicecersa?
ISRAEL.- Bueno, ambos tienen dos mundos muy particulares, muy personales y hermosísimos. Quizás el de Troncoso sea más duro, a veces más amargo, en el sentido de que te muestra una realidad encubierta de comedia, bajo una máscara, pero que a veces es de una amargura muy grande y que está en la vida. Y que los personajes que él propone luchan contra ello con humor, sobreponiéndose a todas esas calamidades y así tiran pa’lante, como pueden. La propuesta de Pablo en este caso es buscar la calma, huyendo de todos esos conflictos. El conflicto en esta función está afuera y, como él dice, la calma existe y hay que ponerse a buscarla y encontrarla.
JULIA.- Los tres os conocéis desde hace muchísimos años, ¿cómo influye esa complicidad de décadas en un trabajo como el vuestro, ahora que estáis juntos en escena?
ISRAEL.- Nos conocemos desde hace 31 años exactamente, y somos amigos desde que nos conocimos. Hay un cariño enorme entre nosotros, un amor (lo digo así, con todas las letras) y una grandísima admiración también. La vida nos reunió en 1º del Laboratorio William Layton, en 1994, y luego además hemos tenido la oportunidad de trabajar en muchos proyectos de distintas productoras, y cuando no coincidíamos en esos montajes, pues los creábamos. En 1999 hicimos cooperativa, llevamos al escenario La naranja mecánica, una versión de Eduardo Fuentes. Luego vinieron funciones como Los últimos días de Judas Iscariote, que estuvo en las Naves del Matadero en 2012, y con True West de Sam Shepard, que nos dirigió José Carlos Plaza, nuestro maestro, en 2014 inauguramos la Sala Negra del Canal. Hasta que en 2019 ya nos sentamos los tres, hablamos seriamente y dijimos ‘vamos a montar compañía’, y surgió Los despiertos con Troncoso y ahora A la fresca, con Pablo Rosal, y a ver qué es lo tercero.
A la fresca – foto de Paco Ureña
JULIA.- Israel, ¿a ti te gusta pasar la tarde a la fresca?
MANOLI.- A mí sí.
JULIA.- Tú te callas.
Fue un momento muy tenso que se hizo larguísimo… Solo mejoró la cosa cuando Israel comenzó a hablar.
ISRAEL.- Bueno, pues a mí también me gusta sentarme a la fresca. Sí, lo que pasa es que cada vez hay menos oportunidades de hacerlo, porque, a no ser que vayas a algún pueblo… Yo soy de La Línea de la Concepción, Cádiz, y recuerdo cuando era pequeño que era muy habitual, en muchísimas calles, se sentaba la gente en la puerta de las casas, al fresco. Yo no me sentaba al fresco porque lo que hacía era jugar al escondite y al pilla-pilla, pero en mi calle por la noche había muchísimo ambiente de gente sentada, de tertulia. Ahora, cada vez menos, pero bueno, la cosa es buscar los lugares para sentarse, no sé si una terraza, un balcón, una silla en la playa… Y parar. Sobre todo, llevar a donde tú vayas tu propio claro del bosque, y saber parar, y respirar, y disfrutar del momento.
JULIA.- Qué bonito. ¿Quieres contarme algo más?
ISRAEL.- Bueno, me gustaría añadir que la idea de esta compañía, que surge en 2019, es tener repertorio. Nos encantaría poder ofrecer distintas funciones. De momento, ya tenemos dos, porque aunque estamos en Nave 10 Matadero ahora mismo con A la fresca, volvemos con Los despiertos al Teatro del Barrio, porque vamos a celebrar los tres años del estreno, que fue el 9 de marzo de 2022, y vamos a estar el 4, 5 y 6 de abril, celebrando a función por año. Así que nada, que nos encantaría volver a compartir con vosotras esa noche infinita donde el grande, el mediano y el finito se ponen a barrer en bucle. Y luego, si tenéis ocasión de sentaros con nosotros a la fresca, pues también estáis invitadas.
MANOLI.- ¿Me invitas?
ISRAEL.- ¿Cómo?
MANOLI.- Pero a las dos, si me invitas a las dos, a la de Nave 10 y a la de Teatro del Barrio, genial.
No sé qué más pasó, porque ahí Julia me arreó un bolsazo, Israel, como era todo un caballero, salió en mi defensa, yo caí al suelo, la jefa de sala de la Nave 10 intentó poner orden, y se llevó otro bolsazo…
Manoli, el avestruz
A la fresca
Escrita y dirigida por Pablo Rosal
Intérpretes: Alberto Berzal, Israel Frías y Luis Rallo
Producción: Los Despiertos Producciones
Hasta el 23 de febrero en Nave 10 Matadero
A la fresca – foto de Paco Ureña