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Mientras tantoManoli en los camerinos de La lámpara maravillosa

Manoli en los camerinos de La lámpara maravillosa


Sí, lo había vuelto a hacer. Me había colado de nuevo en unos camerinos. Esta vez en el Teatro Español. Además, sabía que había algunos murciélagos en los camerinos de abajo. Pero yo quería inaugurar una sala nueva, el Salón de los Balcones. Creí haber oído que a otro espacio del Teatro del Barrio le llamaban la Sala de los Balcones, pero bueno, esta de hoy es Salón, que suena más contundente. Este nuevo espacio se estrenaba con una versión teatral de un libro difícil llamado La lámpara maravillosa de Valle Inclán. Yo no sabía que era un libro difícil hasta que no me colé en este camerino y escuché a una mujer llamada María Heredia, dejar unos mensajes larguísimos a alguien.

MARÍA.- Estábamos con la presentación de la UCEPE (Unión de Compañías Emergentes Profesionales Escénicas), que somos siete compañías, y cada compañía mostraba un poquito de su trabajo. Nosotras, Giradas Producciones, hicimos una muestra en el Conde Duque de Cruzadas. Entre esas compañías estaba Mudanzas López, y Álvaro Nogales, uno de sus integrantes; no habíamos hablado mucho con él, pero bueno, hay admiración del trabajo de las compañías… Unos días más tarde Álvaro nos escribe y nos dice, “Blanca, María, quiero hablar con vosotras, tenemos una propuesta que haceros”. Él trabaja aquí en el Teatro Español.


La lámpara maravillosa
– foto de Ilde Sandrín

Yo, de este Valle Inclán solo sabía que en la sala grande se estaba haciendo Luces de bohemia, con veinticinco personas en el escenario. ¡Veinticinco! Marcelo decía que era poco habitual un reparto tan amplio. Yo no tengo ni idea, porque soy un avestruz y he empezado a ir al teatro hace bien poco.

MARÍA.- Venimos aquí un lunes, al Teatro Español y Eduardo Vasco y su equipo nos cuentan (a las dos, a Blanca y a mí, porque no me llaman a mí, llaman a Giradas Producciones) un nuevo proyecto, una sala nueva que se llamará el Salón de los Balcones, y en ella pretenden dar visibilidad a compañías y nuevos creadores. El proyecto consiste en hacer una propuesta distinta a partir de los autores que están programados en la sala grande. En este caso era Valle Inclán. “Habíamos pensado en vosotras para un Valle Inclán”. Bueno, yo con Valle Inclán tengo algo muy especial porque siempre, siempre, siempre ha sido mi autor favorito… He sido muy loca de Valle Inclán, siempre, ni de Lorca, ni de ningún otro. Lo típico, ¿eres de Nesquik o ColaCao? Pues yo de Valle Inclán.

Eso no lo entendí, porque los avestruces no echamos nada en la leche. Con poner huevos gordos tenemos bastante. Luego le preguntaría a Tiago, el hijo de Marcelo, que estaba con su padre en los camerinos de Luces de bohemia. Y en los camerinos de la sala Margarita Xirgú, en que estaba en cartel Bernice, de una autora estadounidense llamada Susan Glaspell, estaban Finea y Sabina.

MARÍA.- Nos hacen dos propuestas, o bien La pipa de kif, el poemario, o La lámpara maravillosa. Pero también podíamos buscar otro de sus textos… Yo La lámpara la conocía, había leído fragmentos, pero no entera. Tampoco había mucho margen, porque abriríamos la programación la primera semana de noviembre y estábamos ya en mayo… Cuando llegué a casa me leí La pipa de kif y lo vi bastante inviable. Estuvimos valorando más piezas, pero  no tenía sentido porque tenía que ser de una hora. Al final nos decidimos por La lámpara maravillosa.


La lámpara maravillosa
– foto de Ilde Sandrín

En esos momentos, escuchando esas cosas sobre libros, lamentaba no haber leído más, pero bueno, pensé que todo se solventaría pronto, porque en el supermercado en el que me había ido a vivir, en Madrid, tenía mucho tiempo libre, entre huevo y huevo. 

MARÍA.- Hubo un momento en que, claro, cuando la leí, dije “¡Menuda movida! Ahora entiendo el reto, porque todas las propuestas del Salón de los Balcones son bastante específicas, algunas más complejas, otras menos, pero bueno, este no es el típico texto que se propone…” Decidimos La lámpara porque, dentro de la complejidad de ambas piezas, La pipa no me terminó de encajar, y La lámpara me parecía de una riqueza y de una complejidad tal, que me dije “bueno, es tan difícil que tienes cierta libertad creativa”. Al final, es un ensayo, entre comillas, porque es un ensayo, es un manual, es una guía espiritual, es donde Valle Inclán vuelca toda su estética y toda su visión. Y, bueno, como me parecía tan difícil, me dije “pues ya está, La lámpara”. Que al final lo hipercomplejo te lo puedes poner a tu favor. Además, Blanca y yo tomamos la decisión de hacer una producción un poquito más grande en la que nosotras íbamos a poner dinero para que pudiese participar el mayor número de personas posible, y además contar con las mismas de Cruzadas.

Tanto Finea y Sabina como Marcelo y Tiago son murciélagos. Yo no. Yo soy un avestruz, eso ya os lo he dicho, y tengo los huevos muy gordos. Lo que pasa que a Marcelo no le gusta que lo diga así, porque piensa que es una ordinariez; a él le gusta que diga que pongo unos huevos muy gordos. “Es una cuestión de verbo”, me confiesa. Pero bueno, no he venido aquí a hablar de mis huevos, a pesar de que los murciélagos me digan que solo hablo de mis huevos. He venido a ver lo que se cuece por los camerinos. Y María seguía hablando.

MARÍA.- Entonces, tuve un mes de horror, cuando la leía. Lo único que tenía clarísimo es que iba a ser una propuesta posdramática, también muy entrecomillado lo de posdramático… No iba a haber un principio de causalidad, ni personajes… Todo a lo que estamos acostumbrados, no lo iba a haber. Ni introducción, nudo, desenlace, estructura, conflicto… No. Iba a ser un trabajo desde el collage, desde la creación colectiva, que a mí es una parte que me interesa mucho. Y por supuesto, habría algo estético, porque habla de eso precisamente.

¿Posdramático? ¿Eso qué es?  Se lo preguntaré a Marcelo, que siempre lo sabe todo.

MARÍA.- Después de un mes estudiando, en el que lo pasé fatal, llegué a la conclusión de que no podía hacer La lámpara maravillosa; me parece muy de Perogrullo, pero para mí era así. No puedo hacer La lámpara, porque no es teatro. No se puede hacer, porque si algo tiene La lámpara, es que es un viaje individual. Valle Inclán propone una forma de vida, unos ejercicios espirituales para aplicarlos a la vida hasta que te mueras. Y yo decía “claro, La lámpara es un viaje personal, no puedo hacerla (aunque la estoy haciendo, evidentemente), no puedo hacer La lámpara de Valle Inclán, puedo hacer la nuestra”. Entonces me dije, “bueno, pues vamos literalmente a hacer lo que Valle Inclán propone”. Y todo el proceso estaba enfocado a irnos a un retiro espiritual de una semana, a un pueblo, Cuevas Labradas, a una casa perdida en mitad del monte, en el Alto Tajo, la última semana de agosto. Lo único que decidí es, “vale, si tengo alguna idea de cómo veo yo La lámpara, la tengo que apuntar, pero la tengo que desechar, porque toda mi propuesta está basada en el resultado de ese retiro”. Tenía que ser muy consecuente, pensaba “no quieras hacer ya la obra, porque estás proponiendo precisamente que todo parta de La lámpara de la compañía, no de La lámpara de María”. Durante junio y julio, en vez de tener una propuesta cerrada o pensar una puesta en escena, estudié cómo poder guiar y dirigir esta dinámica que íbamos a hacer, revisando también el libro Teatro Posdramático de Hans-Thies Lehmann y pensando en volver a ciertos lenguajes, ciertas corrientes que a mí siempre me interesaron mucho.


La lámpara maravillosa
– foto de Ilde Sandrín

Vale, ya iba pillando algo. María Heredia debía ser la directora de La lámpara maravillosa, que se estrenaba esa misma tarde, y que yo no sabía cómo iba a ver, porque si ya es difícil para un avestruz colarse en un camerino, imagínate encontrar una butaca libre y sentarse sin pagar entrada (es que estaban todas las entradas de las diez funciones agotadas desde hacía tiempo).

MARÍA.- En el retiro nos levantábamos a las 7h, en silencio, no se podía hablar. De 8h a 8.30h calentábamos. De 8.30h a 9.30h, leíamos un capítulo. Luego, una meditación de hora y media, cada día diferente, según el capítulo. Después, otra meditación de hora y media. Luego volvíamos al capítulo y entonces, cada uno tenía su Lámpara y tenía que subrayar qué le había golpeado después de esas meditaciones. Luego, una reflexión individual. Después comíamos (teníamos que comer también) en silencio, con palillos chinos, no se podían usar cubiertos. Luego, descanso de hora y media. Después, clase de magia, y solo se podía hablar si había alguna duda. Tras doce horas les daba una hora para que hiciesen una propuesta creativa sobre la vivencia de ese ejercicio espiritual, cómo ellos artísticamente y plásticamente veían ese ejercicio. Luego, ya al final de la tarde, una reflexión colectiva, y a dormir.

No sé qué es eso de un retiro espiritual, pero creo que, si hay que madrugar, no pienso ir a ninguno, ni aunque me llame María Heredia para su próximo espectáculo.

MARÍA.- Yo tenía mucho miedo, porque me la había jugado mucho, ya que no sabía si el retiro iba a funcionar, y en el caso de que no funcionase, estaba jodida, porque la última semana de septiembre empezaban los ensayos. Pero me quedé tranquila, el retiro fue impresionante, y no costó nada el silencio, de repente entiendes La lámpara maravillosa, entiendes de lo que habla Valle Inclán. Fue bastante revelador.

Ah, bueno, en ese caso, si el resultado es revelador, me lo podría plantear.

MARÍA.- Sí, el proceso de ensayos… Bueno, son estructuras muy complejas. Las notas que les das a los actores son también complejas de interiorizar, a nivel físico es muy potente. Y ha costado como colocar, ha sido un proceso complejo a nivel de ensayos. Luego, una vez que llegamos al Salón de los Balcones, pese a todos los problemas de producción y cuestiones internas que hay, como en todos los proyectos, pues muy bien… Estoy muy contenta. La lámpara está en la propuesta final. Está el retiro de cada persona del equipo. Y está cómo Valle Inclán habla del tiempo, y entra la estética y lo teatral, y está cómo poco a poco se va deconstruyendo la palabra, que es de lo que habla también él. Eso para mí era muy importante, el sentido del lenguaje, las palabras que no son suficientes para expresar…

En ese momento llegó una murciélaga. Era Sabina, de mi pueblo, un municipio portugués llamado Fundão.

SABINA.- ¿Qué haces?

MANOLI.- Aquí, escuchando. ¿Y tú?

SABINA.- Es que estaba escuchando abajo en el camerino de Eva Rufo, que sale en Bernice,  y me ha dicho Finea que a ella la conoce de Almagro.

MANOLI.- ¿Y son amigas?

SABINA.- ¿Amigas? ¿Es posible la amistad entre una actriz y una murcielága?

MANOLI.- Ah, no sé, porque yo no tengo amigas, no sé cómo funciona la amistad, yo soy una avestruz solitaria y malhumorada. Y calla, que no me entero de lo que cuenta María.

MARÍA.- También él juega mucho con lo real y lo no real… Para mí, ese colocar al espectador en la duda… ¿Está pasando de verdad? ¿Estoy en la ficción o en la realidad? Hasta que ya irrumpe la realidad, literalmente. No hay nada de luz. La única luz que entra es la del balcón. Y la propuesta es, precisamente, estar en silencio durante tres minutos, en el teatro. Se abren los balcones, la salida hacia afuera, porque Valle al final es lo que propone, la vida, la función, la lámpara empieza cuando salgas de aquí, no te la puedo contar, está fuera. Y poder escuchar el sonido de la Plaza de Santa Ana, estar en una sala tres minutos en silencio, dando un poco la imagen de la contemplación, que, evidentemente, para contemplar tienes que hacer un trabajo enorme, ¿no?, pero, bueno, el poder estar ahí durante tres minutos y cerrar…

SABINA.- ¿Y esta quién es?

MANOLI.- Se llama María Heredia, es la directora de la que voy a ver yo. Y si no te callas, no podremos enterarnos de…

SABINA.- ¿Y con lo grande que eres, no te ha visto meterte en el camerino?

MANOLI.- Estoy escondida detrás de la puerta.

SABINA.- ¡Pero se te ve una pezuña por un lado de la puerta!  

MANOLI.- ¡Yo no tengo pezuñas!

MARÍA.- Blanca y yo estamos muy contentas por esta oportunidad y por ser fieles a lo que pensamos, y arriesgarnos, que al final es lo que hay que hacer. Esta es nuestra visión, nuestra propuesta. Podríamos haber hecho un Valle Inclán más acorde con la línea o con el tipo de espectador que se supone que va al Teatro Español, pero nosotras tampoco hacemos eso. Estoy contenta porque la gente joven, por ejemplo, conecta mucho, y eso para nosotras es muy importante, estudiar muy bien los nuevos espectadores, nuestras generaciones…

SABINA.- Ponte como quieras ponerte, pero se te ve una pezuña.

MANOLI.- ¡Cállate!

MARÍA.- Bueno, a nivel de dramaturgia, para hacer el texto, como te he dicho, lo que hice fue darles una Lámpara a cada persona en el retiro, y en la segunda lectura cada uno tenía un color y subrayaba lo que, tras todas las meditaciones y todos los ejercicios espirituales, le había tocado, le parecía relevante. Yo, después, con esas diez Lámparas maravillosas hice un texto, con el que ya podíamos trabajar, y de ese texto hice toda la dramaturgia…

SABINA.- Eso podría hacer Finea con El murciélago fingido, una recopilación de lo que otros subrayen, porque lleva solo cuatro versos…

MANOLI.- Mira, ¡estoy muy harta El murciélago fingido! ¡Solo sabéis hablar de eso en el súper!

SABINA.- A ver si lo que pasa es que te da envidia, porque Finea tiene un proyecto teatral y tú no.

MARÍA.- Bueno, ¡quince minutos! Madre mía, perdona por dejarte un audio tan largo. Si necesitas algo más me dices, o me llamas. ¡Gracias! Te dejo ya, que hay ruido por aquí, voy a ver qué es.

MANOLI.- ¡Ya nos han descubierto! ¡Por tu culpa!

SABINA.- ¿Mi culpa? ¿Acaso ha visto María Heredia mis pezuñas? Yo soy murciélaga y no tengo pezuñas…

Manoli, el avestruz


La lámpara maravillosa
– foto de Ilde Sandrín

La lámpara maravillosa
Autor: Ramón del Valle-Inclán
Versión y Dirección: María Heredia
Reparto: Blanca León, Javier Bermejo, Raquel Varela y Rodrigo Casillas
Iluminación: Javier Ruiz de Alegría
Espacio Sonoro: Irene Maquieira
Coreografía: Julia Cano
Audiovisuales: David Miguel Blanco
Asesoría mágica: David Hípola
Ayudante de dirección: Mar P. Soler
Producción: Giradas Producciones
Del 7 al 17 de noviembre de 2024 en Salón de los balcones – Andrea D’Odorico del Teatro Español

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