De las aguas profundas se levantan manos pidiendo ayuda, gritos callados y ahogos de esperanzas truncadas y olvidadas. Cuando las estrellas reflejan su luz en las oscuras tinieblas de la noche, se oyen gritos cansados, tiemblan las olas enmudecidas y la espuma se convierte en sangre de inocentes, en el olvido, en llanto, donde voces infantiles buscan la sonrisa perdida de sus labios.
Se ven sombras calladas, ojos brillantes que buscan el camino no encontrado, la senda de su libertad perdida, el rumbo de una brújula que se deshace en las manos desesperadas que sostienen los remos de la vida.
En medio de todo ello, de fondo muy tenue, se escucha el canto de una voz dulce, de una sirena que les abraza y les lleva al reino de un universo marino, a la paz de la no existencia, al camino de la ciudad perdida de sus sueños.
Y mientras, el mundo soñado se difumina, desaparece. Sus cuerpos se hunden, no existen, nadie les llora ni les salva. Se van en silencio y la conciencia se une a la mentira, al engaño, a la nada.
Sus cuerpos se convierten en la nostalgia de un ayer, en el abuso del poder, en la esperanza de un mañana, en luces que brillan como luciérnagas buscando con sus almas el camino de las estrellas, abandonados en el más absoluto de los desprecios.
¿Cómo hemos llegado a soportar la indiferencia? La insensibilidad atormenta nuestros sentidos, alumbra nuestros corazones hundidos, aclama una justicia perdida, que con una venda en nuestros ojos olvidamos el llanto de los niños, las lágrimas de mi sentir.
Ya llega el alba. Las aguas en calma se deslizan en la arena de la playa, mientras que en ellas flotan trapos descoloridos, camisetas rotas, pequeñas zapatillas que sus dueños ya no necesitan y un silencio profundo que acuna la culpabilidad de muertes evitables. Nadie les ha dado un adiós, un hasta siempre o una lágrima de compasión. Se convierten en números estadísticos, en líneas salvajes que nos muestran la crueldad de una sociedad cómplice.
¿Es este mi mundo? Mi aliento se estremece y mis palabras vuelan expresando lo que mi alma dicta en el umbral de la madrugada.
Tal vez ahora mismo y en este mismo momento, nuevas manos se levantan desesperadas buscando un refugio, una tierra prometida que el destino les ha negado y sin nada que encontrar, se hunden en el manto marino de la soledad.
(Imágenes creadas con inteligencia artificial – stablediffusionweb)