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Mientras tantoMapas y leyendas

Mapas y leyendas

El señor Alpeck va a la ópera   el blog de Andrés Ibáñez

Maps and Legends, de Michael Chabon, debería ser una de las brújulas, uno de los mapas, una de las varas de zahorí para moverse por el mundo de la literatura de nuestros tiempos.

 

Qué maravilla, qué lástima, descubrir que Michael Chabon (nacido en 1963), uno de los autores norteamericanos más célebres de su generación, tiene los mismos o parecidos problemas con sus cerriles y anticuados contemporanos que tienen algunos escritores españoles de su generación con los suyos. Pero ¿puede existir una generación trasatlántica? ¿Significa lo mismo haber nacido al principio de los sesenta en España o en Estados Unidos? Aparentemente sí. Significa, entre muchas otras cosas, haber tenido una existencia fácil y placentera y haber leído muchos cómics, ciencia ficción, novela de detectives e historias fantásticas.

 

«Yo no he perdido nada que no pierda todo el mundo», escribe Michael Chabon.

 

Chabon explica cómo el descubrimiento de autores como Nabokov, Pynchon, Borges o Vonnegut le convenció de que era posible unir esas dos cosas aparentemente tan disímiles: la alta literatura y la alta diversión, la literatura «de verdad» con la fantasía y la ciencia ficción… y cómo pronto descubrió que esta literatura «transgresora» conducía irremisiblemente a la soledad.

 

Chabon explica que su primera novela iba a ser una especie de saga de ciencia ficción en la que un detective, modelado sobre Sherlock Holmes, estaba implicado en la búsqueda de un astrónomo perdido en los canales de Marte, y cómo enseguida se dio cuenta de que si escribía un libro así jamás sería tomado en serio, por lo que decidió aguantarse las ganas y escribir un libro «realista» sobre una ciudad con fama de tediosa y mediocre: Pittsburgh. Así fue como surgió su primera novela, Los misterios de Pittsburgh.

 

Chabon, mi gran héroe, defiende a capa y espada la ciencia ficción, la literatura fantástica, los relatos de fantasmas, la literatura de género, y afirma que lo que más le interesa en el arte es la diversión (entertainment). Chabon se burla con deliciosa elegancia de Raymond Carver y afirma que no logra comprender por qué ahora todo el mundo escribe este tipo de relatos y sólo este tipo de relatos. Imaginen, dice en uno de los ensayos, que alrededor de 1950 todo el mundo se hubiera puesto de acuerdo en escribir novelas sólo sobre un tema: novelas de enfermeras, y que sólo las novelas que trataran de enfermeras fueran consideradas verdadera literatura. Suena bastante absurdo. Pero esa es, realmente, la situación a la que hemos llegado.

 

Queda preguntarse por qué los zoquetes que siguen sin entender o gustar de la ciencia ficción, la fantasía o los comics tienen tanta fuerza y son capaces de seguir imponiendo sus vetustos criterios con tal implacable firmeza. Chabon no entra a preguntarse tal cosa. Pero propone, en cambio, algo muy interesante: que en las librerías, los libros se colocaran de la A a la Z por el nombre del autor, sin separarlos en esos ghettos que son los géneros.

 

Es necesario, muy necesario leer a Michael Chabon. No sólo sus maravillosas novelas (Wonder Boys, Las asombrosas aventuras de Kavalier y Clay, El sindicato de policía Yiddish) sino también este volumen de ensayos, repleto de ideas absolutamente pertinentes. Quizá mucho más pertinentes en nuestro país que en el suyo.

 

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