Home Mientras tanto Marcelo en el XXV Festival de Teatro Clásico de Peñíscola (y IV)

Marcelo en el XXV Festival de Teatro Clásico de Peñíscola (y IV)


Poco antes de que empiece la función en el patio de armas – foto de Pilar Diago

(Puedes leer los episodios anteriores aquí.)

(Ningún animal ha sufrido daños mientras yo he escrito esta crónica. Lo que hayan hecho los animales por su cuenta, eso ya no es asunto mío.)

Sí, lo último que os había contado es que la noche del viernes se presentó Roberto, el murciélago de Peñíscola, con otros dos amigos, a jugarse conmigo el Festival de Teatro Clásico de Peñíscola a la escoba, ese juego de cartas al que yo ganaba siempre a mi abuelo. Pero eso a Roberto no se lo llegué a decir.

MARCELO.- El Festival de Teatro Clásico de Peñíscola no es de nadie, ni tuyo, ni mío, así que no nos lo podemos jugar a la escoba.

ROBERTO.- Cállate. Y, vosotros dos, cogedle de las orejas y llevadle arriba del castillo.

Sus dos esbirros, que resultaron llamarse Roberto 2 y Roberto 3 (Roberto es un nombre muy común entre los murciélagos de Peñíscola, según me dijeron más tarde), me llevaron volando a la terraza más alta del castillo, donde estaba la baraja de cartas dispuesta, y un montón de público esperando a los jugadores. También había un poco de cena: unos restos de calamares de las terrazas del paseo marítimo, culines de cerveza…

ROBERTO 2.- ¿Quieres un boquerón para reponer fuerzas antes de la partida?

MARCELO.- No necesito reponer fuerzas para ganar a nadie a la escoba. Podría ganar hasta con los ojos cerrados. Y además, boquerones, qué asco… Yo soy manchego, ¿sabéis?

Empezó a escucharse un murmullo entre todos los murciélagos allí reunidos. Claro, decirle a un murciélago de la costa que te daban asco los boquerones… Pero ese murmullo cesó cuando apareció Roberto y se colocó frente a mí, al otro lado de la baraja de cartas.

La partida de cartas no os la voy a contar. Porque no fue nada emocionante. Le gané enseguida todas las manos. No sabía Roberto que, en mi tierra, Almagro (festival al que no iré podré ir este año, por cierto, porque hay muchos más festivales de verano por España y el de Almagro le tengo ya muy visto), jugamos cada noche a la escoba. En fin. Que Roberto se hizo el chulo y se jugó el Festival de Teatro Clásico de Peñíscola a la escoba conmigo, y yo, en un gesto de generosidad, le dije lo que pensaba.

MARCELO.- Mira, Roberto, he jugado porque te has empeñado, pero sigo pensando que el festival no es de nadie. Sin embargo, si aún así quieres que el festival tenga un dueño, yo, que soy un murciélago muy generoso, te lo regalo. Te regalo el Festival de Teatro Clásico de Peñíscola.

en este punto de la historia no sé si esperabais que me pegaran o que me ataran de las orejas al mástil de la bandera, pero no. No hicieron nada de eso. Al contrario, nos pasamos comiendo las sobras del paseo marítimo toda la noche. Cuando se acababan, algunos murciélagos iban a por más. Además, vino una banda de la zona, los Bat Kids, que ya sabéis que ponerse el nombre en inglés mola más… Estuvieron tocando versiones de canciones hasta ver amanecer. A quién le importa lo que yo vuele, Seré tu murciélago bandido, Volar así es morir de amor

Y al salir el sol, cada murciélago a su agujero. Y yo al supermercado. Hasta la hora de la función. Quedé con todos ellos en ver Els ocells de La Calòrica, a las 22.30h. de la noche en el patio de armas.


Intérpretes de
Els ocells en los saludos tras la función

Tras dormir muchas horas, abrí el ojo. Notaba movimiento en mi caja de cereales. Es lo que tiene dormir en una caja de cereales de supermercado… ¿Y si a alguien le da por comprar justo la caja en la que te has metido a dormir? Nada, tuve que salir por la rendija de la caja y también por entre las asas de la bolsa de la compra de una señora, que iba cargada con miles de cosas. A veces me maravillo al ver cómo consiguen meter toda la compra en una sola bolsa… Melocotones, pañales, cereales, unos filetes de pollo, papel higiénico, crema solar, un paquete de lentejas, y siete cartones de leche. Todo en la misma bolsa. Salí como pude de la bolsa, algo mareado por el traqueteo, y me colgué bocabajo de una palmera. Miré a lo lejos y localicé el castillo. Apareció una urraca. Lo que me faltaba para acabar mi último día en el Festival de Peñíscola.

REMIGIA.- ¿Qué haces aquí, Raimundo?

MARCELO.- Me llamo Marcelo.

REMIGIA.- Ya lo sé, pero como me recuerdas tanto a Raimundo, el que se cayó al Ebro, le pilló una góndola y se quedó turulato…

MARCELO.- Bueno, pues mira qué interesante. Y, además, ya te dije que en el Ebro no hay góndolas.

REMIGIA.- Oye, no te pongas impertinente, que hemos venido a lo mismo, y no vamos a competir.

MARCELO.- Hemos venido a lo mismo, a ver teatro, pero el Festival de Peñíscola ha sido mío durante unos minutos.

REMIGIA.- Eso no puede ser, porque los festivales no pueden ser poseídos.

MARCELO.- Ya, pero me lo jugué a la escoba, y gané.

REMIGIA.- Tonterías. Mira, hemos quedado a hacer una asamblea de urracas a las 21.17h. en el castillo. Para ver ponerse el sol y prepararnos para Las aves de La Calòrica. Y me tengo que acicalar, que van a venir primos a los que no veo desde hace años, y sigo soltera, y…

MARCELO.- Poco vas a poder hacer con esos cuatro pelos de tu cresta…

REMIGIA.- Te da envidia, porque tú eres todo orejas, y muy calvo, y eso sí que no tiene remedio ni volando a Turquía.

MARCELO.- Bah, no dices más que tonterías. Me piro.

Me puse a volar hacia el Castillo de Peñíscola, dejando a Remigia diciendo no sé qué. Al llegar al patio de armas ya estaba todo preparado para comenzar la función. Los últimos turistas estaban entrando y pronto se irían, porque a las 21.30h se cierran las puertas. Luego, tras anochecer, empezaría la función. Ya había por allí un montón de urracas, en cada rincón del castillo. No sé qué pensarían los turistas que vieran tanta urraca. No pude evitar acercarme a algunas.

MARCELO.- ¿Sabéis que hay gente que os considera pájaros de mal agüero?

ROMUALDA.- ¿Y tú quién eres?

MARCELO.- Pues yo era el dueño de este Festival, pero lo regalé, porque soy así de generoso.

ROMUALDA.- ¿Los festivales tienen dueño?

MARCELO.- Yo es que poseo muchas cosas, ¿sabes?

ROMUALDA.- ¿Estás intentando impresionarme? Porque te aviso que estoy casada y tengo siete polluelos. Aquel de allí es mi marido, se llama Raimundo. Y mis polluelos están contando delfines desde aquella almena.

MARCELO.- ¿Raimundo, el que se quedó turulato por culpa de una góndola?

ROMUALDA.- ¿Una qué?

MARCELO.- Dicen por ahí que se cayó al Ebro y le pilló una góndola y se quedó turulato.

ROMUALDA.- Bah, ni sé lo que es una góndola, ni mi marido está turulato ni ha ido nunca al Ebro. Vivimos en Gijón, y hemos venido a Peñíscola a una asamblea de primos. ¿Quién te ha dicho que mi marido está turulato?

MARCELO.- Una urraca.

ROMUALDA.- ¿Cómo se llama?

MARCELO.- Ni idea. No voy preguntado el nombre a cada urraca que me encuentro. Solo sé que tiene cuatro pelos en una cresta.

ROMUALDA.- Vale, maleducado, que eres un maleducado…

Creo que no congenio bien con las urracas. Qué carácter tienen. En fin…

Cada rato que pasaba, iban llegando más urracas. Yo me oculté en un rincón. Los últimos turistas estaban saliendo del castillo. Justo cuando cerraron las puertas, hacia las 21.30h., se escucharon unos gorgoritos. De repente todas las urracas volaron hacia el patio más alto del castillo. Y yo volé también y me oculté tras el saliente de una piedra. Todas miraron hacia una urraca esbelta, peinada con gomina. Era Eulogio, la urraca gallega con la que había hablado el día anterior, antes de conocer a Remigia (esa fue quien me rescató del mar). Hizo una especie de presentación del primer congreso de urracas de la península. Hubo aplausos, más gorgoritos. Qué rollo, por favor. Ni en mis peores pesadillas habría imaginado verme envuelto en un congreso de urracas. Estaba deseando que empezaran Els ocells, que es una obra con más variedad de pájaros… Tanta urraca me aburría.

Els ocells, tal como le había escuchado a su director, Israel Solà, la noche antes, se había estrenado en el Festival Temporada Alta en 2018, y tras recorrer Barcelona y Madrid, comenzaba a hacer muchas funciones por España. La Calòrica es una compañía que, tal como dice la web, se creó hace 12 años:

En 2010 un grupo de amigos recién salidos del Institut del Teatre decide que ni el panorama de crisis ni la falta de recursos los disuadirá de hacer el teatro que quieren hacer; un teatro ambicioso, comprometido, que aborde con humor las problemáticas más serias y donde todos los lenguajes que intervienen en el hecho teatral estén tratados con la misma profundidad.

Desde entonces han estrenado más de una docena de espectáculos, y con algunos siguen de gira: Fairfly, Els ocells, Feísima enfermedad y muy triste muerte de la Reina Isabel I y De què parlem mentre no parlem de tota aquesta merda. Los textos están firmados por Joan Yago* y dirigidos por Israel Solà. Los cuatro camaleónicos intérpretes (Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher, Esther López y Marc Rius) dan vida a muchas aves y al cacique de las aves… Pero no quiero contarte más. Es una obra con un humor muy gamberro y una gran carga política, inspirada en un texto de Aristófanes, por eso se programa en los festivales de teatro clásico. No sé qué habrán opinado las urracas después de ver Els ocells, solo sé que, como estaba en catalán, algunas se lo tenían que traducir a otras, y formaron un gran revuelo. De hecho, en algún momento de la función se escuchaban gritos de aves que no provenían de los altavoces, es decir, que no eran un efecto de sonido lanzado por el técnico, sino que eran las pesadas urracas de este congreso, que estaban cuchicheando.


Els ocells en el patio de armas del castillo de Peñíscolafoto de Pilar Diago

En Els ocells, un par de tipos que han matado a la democracia (sí, así como lo oyes) conocen a unas aves, y uno de ellos decide convencerlas para que construyan una ciudad en los cielos en la que ser más libres. Y así, de la libertad de la que ya disfrutaban los pájaros, pasan a otro tipo de libertad que ya no te voy a contar, porque, si no la has visto, tienen mucha gira. Eso lo sé porque escuché cómo se lo contaban a alguien… La verdad es que no me enteré muy bien si iban a todo estos sitios con Els ocells, con Fairfly, o con otro espectáculo. Así que mejor te digo dónde van a estar y ya buscas tú en el calendario de su web a ver cuál puedes ver si te pilla cerca: Festival de Ribadavia, Festival de Olite, Torelló, Festival de Humor de Araia, San Javier en Murcia, Coslada, Pinto, Alcorcón, Parma, Tenerife, Alicante… Y muchos más sitios. Menuda gira. Te quejarás luego de que no les has visto.


Intérpretes y director de
Els ocells junto a Javier Sahuquillo, director del Festival de Peñíscola, al acabar la función

En fin, que así estaba yo repitiendo los sitios en voz alta para que no se me olvidaran, y pensando en que con mis alas de murciélago me ponía en un pispás en cualquiera de esos sitios, cuando me di cuenta de que Remigia me estaba mirando. Romualda estaba a su lado. Y también Raimundo, el turulato. Y muchos otros.

RAIMUNDO.- Oye, tú.

MARCELO.- ¿Yo?

RAIMUNDO.-  Sí, tú… ¿Quién eres y por qué has venido aquí a espiarnos?

REMIGIA.- La otra noche fingiste caer al mar para que te rescatara, y ahora estás ahí defendiendo a estos actoruchos imitando a pájaros.

MARCELO.-Deduzco que no os ha gustado la función.

ROMUALDA.- No nos ha gustado. Creo que los humanos se están riendo de nosotros, los pájaros.

REMIGIA.- No somos así. A los humanos les ha gustado mucho, por lo que parece, pero a nosotras las urracas, no.

MARCELO.- A los murciélagos les ha gustado mucho también. Se han reído mucho. Sois los únicos a los que no les ha gustado.

EULOGIO.- Es inverosímil.

MARCELO.- Bueno, claro, es que los pájaros no hablan.

EULOGIO.- ¿Cómo que no hablamos?

RAIMUNDO.- Lo inverosímil es la situación… A los pájaros no se nos convence tan fácilmente como pasa en la obra.

ROMUALDA.- Y además, las gallinas no son así, ni los flamencos, ni las abubillas… Con lo aburridos que son los flamencos, por favor, y aquí el flamenco es la alegría de la huerta..

REMIGIA.- Nos imitan fatal.

ROMUALDA.- Bueno, y lo peor, ¡no había ni una sola urraca!

REMIGIA.- Queremos pedir la hoja de reclamaciones, porque esto es inadmisible.

MARCELO.- (Empecé a llevarles la corriente.) ¿A dónde vamos a llegar con tanto incorrección?

ROMUALDA.- ¡Habrase visto!

EULOGIO.- ¡Qué vergüenza!

RAIMUNDO.- ¡Es que nos toman por tontos!

MARCELO.- Bueno, tú, más que tonto, estás turulato, ¿no?

RAIMUNDO.- ¿Qué?

MARCELO.- Que estás turulato, desde que te caíste al Ebro y…

RAIMUNDO.- Yo no me he caído nunca al Ebro. ¿Por qué dices esa estupidez?

MARCELO.- Me lo ha contado esa de ahí.

RAIMUNDO.- ¿Quién?

MARCELO.- Esa urraca de la cresta. (Señalo a Remigia.)

REMIGIA.- Eres un chivato, maldito murciélago.

RAIMUNDO.- Prima Remigia, ¿se puede saber qué vas diciendo de mí por ahí?

EULOGIO.- Mira, Raimundo, todos sabemos que estás turulato.

REMIGIA.- No es ningún secreto.

LOS SIETE POLLUELOS DE ROMUALDA Y RAIMUNDO.- (Cantando a coro.) “Papá está turulato, papá está turulato, papá está turulato…”

ROMUALDA.- Callaos, niños, que esto es muy serio… Y además, no es nada bonito reírse de un turulato… Quiero decir… Que papá no está turulato, pero que es muy feo reírse de un turulato…

EULOGIO.- Lo saben todas las urracas de España, primo.

RAIMUNDO.- A ver si os voy a dejar yo turulatos a picotazos, Eulogio…

ROMUALDA.- Vamos, Rai, no te pongas así, no merece la pena. Al fin y al cabo, son los primos pobres, que no tienen con qué entretenerse, más que con hablar mal de los demás pájaros…

RAIMUNDO. – Los pobres solo saben criticar…

ROMUALDA.- Y que lo digas.

Y entonces se montó una buena que no sé cómo describir. Se formaron dos bandos, los que defendían a Raimundo, y los que pensaban que Raimundo estaba turulato. Yo, realmente, no entendía por qué era tan ofensivo que le llamaran turulato, pero no quise profundizar en el tema. No había ido a eso, sino a disfrutar del Festival. Hubo picotazos por doquier. Yo vi incluso sangre. Tuvieron que intervenir hasta las cigüeñas. Pero, para entonces, yo ya no estaba allí, pues Roberto me había llevado a la terraza de un hotel a una fiesta privada de murciélagos, con muchos culines de cerveza y otros caldos que habían recogido del paseo marítimo…

Y ahí, medio borracho, acabó mi visita la vigésimo quinta edición del Festival de Teatro Clásico de Peñíscola. Aún quedaban dos semanas de funciones, eso sí, con Pepe Viyuela mañana martes, y otro montón de actores y actrices, hasta el día 24 de julio… Pero me quedan otro montón de festivales en España, y por más que me pese, y por muy bonito que haya sido conocer a nuevos amigos, no voy a volver allí este verano. A mis nuevos amigos murciélagos de Peñíscola les he prometido volver en las siguientes ediciones. Y espero cumplirlo. Y a ver si el año que viene me compro un bañador y me doy un bañito decente en el mar, y no un chapuzón inconsciente como el del otro día, tras chocarme contra el muro del castillo…

Marcelo, el murciélago

* Por cierto, de Joan Yago se ha estrenado la semana pasada en el Teatro del Barrio de Madrid un espectáculo muy interesante sobre la profesión de artista llamado You say tomato, y que terminará el domingo 17.

 


Javier Sahuquillo, director de esta edición del Festival de Peñíscola, presentando a La Calòrica

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